Tenía 4 años y medio cuando se produjo el hundimiento del Crucero General Belgrano, que provocó el fallecimiento de su padre, el cabo Norberto Güizzo.
Mauricio hoy tiene 36 años y es uno de los dos hijos del héroe villamariense que dejó la vida por la Patria en la guerra de Malvinas.
“Para nosotros, el 2 de abril es una fecha importante, pero acá no se le da trascendencia al 2 de mayo, que es cuando se produjo el hundimiento”, fue lo primero que declaró al ser entrevistado por EL DIARIO, a 32 años del conflicto bélico decidido por la última dictadura cívico-militar.
-¿Tenés recuerdos de tu papá?
-Son recuerdos vagos. Tengo algunos flashes, veo una foto y puede aparecer un recuerdo. Sí tengo presente que me quebré la pierna por ponerla en el rayo de la bicicleta cuando estábamos en Punta Alta. Llegué a Villa María quebrado. Nací en Capital Federal, de allí nos fuimos a Puerto Belgrano (Punta Alta), estuvimos un tiempo hasta que falleció mi viejo. Luego nació mi hermano Norberto -su mamá estaba embarazada cuando murió su papá- y nos vinimos porque acá teníamos a nuestros familiares.
A 25 años de la guerra, estuvimos en Punta Alta, visitamos la base y tuve contacto con personas que conocían a mi viejo. Siempre digo que cuando alguien muere, pasa a ser bueno para los demás, pero se me acercaba gente que me aseguraba que mi papá fue muy buena persona.
Conocí también a alguien que estuvo en el buque cuando se hundió y me contó que no lo vio fallecer, pero sí cuando estaba dormido y tenía que ir a hacer guardia. Se calcula que ocurrió en la parte donde está el proyectil, buscando la guardia.
Mi viejo no tendría que haber ido en el Belgrano, por eso creo que es cosa del destino. Uno se bajó por enfermedad de la esposa, entonces le preguntaron si podía ir y él dijo que sí; era un militar de alma.
-¿Con qué sentimientos has crecido? ¿Sentiste rencor?
-No. Quizás un poco de rencor con los chilenos por ayudar a los ingleses, también algo hacia los ingleses, pero ya pasó. En su momento, sí hubo algo de odio, pero se superó. He tenido etapas de recelo hacia los chilenos, pero uno después analiza las cosas y no debe ser así.
-¿Cómo has atravesado tu infancia y adolescencia? Imagino el orgullo hacia tu padre.
-Siempre, aunque uno quisiera tenerlo al lado. Pero ha fallecido por una causa que él quería y amaba. Amaba a la Marina y, en ese sentido, sentís orgullo. En Villa Nueva hay una plaza con el nombre de mi viejo, hay un monumento en Malvinas, hay una cortada en la ciudad que lleva su nombre... siempre he querido que lo homenajeen con una calle en vez de ese pasaje, pero no se ha podido. Me explicaron que tendrían que cambiar los domicilios en los DNI de quienes habitan en cierta calle, les ofrecí pagar esos trámites, pero no, siempre hubo un “pero” para no hacerlo. El pasaje hoy no tiene ni el nombre escrito. Uno se pregunta por qué.
Volviendo a la pregunta, siempre tendré orgullo y también dolor. Es normal que un hijo pierda a un padre, pero hubiese sido más lindo poder disfrutarlo más años, que esté con uno. He tenido el apoyo de la familia y entre nosotros mismos.
Mi mamá ha sido una mujer fuerte, nos tuvo a los dos. Luego reinició su vida, lo que no me disgusta, ella tiene que ser feliz. Tengo una hermana. Por otro lado, me gustó enterarme que el sector de las 400 Viviendas, donde vivo, se llamaría Malvinas Argentinas. Sería lindo que su plaza se llame Norberto Güizzo.
-¿Tus viejos estuvieron mucho tiempo juntos?
-Sí, se conocían desde chicos. Hacía varios años que estaban de novios cuando nací.
-¿Has sentido reconocimiento de parte de los argentinos hacia quienes combatieron en las islas?
-Al principio fue duro, pero en los últimos 10 ó 15 años se los reconoció mucho más y hubo ayuda. Recuerdo que en otras épocas se rechazaba a los excombatientes, quizás por temor, por pensar que psicológicamente estuviesen mal.
Yo no puedo decir eso porque siempre me atendieron muy bien, cursé la primaria en el Florentino Ameghino y hay un reconocimiento en la galería, con una placa. Me han atendido muy bien en esa escuela, he tenido contención. Y siempre me han preguntando en todos lados qué parentesco tengo con el “chico de Malvinas”. Eso da orgullo, la gente lo conoce.
Por lo que he escuchado, mi viejo era sociable, buena persona. Me dicen que en el carácter soy parecido y mi hermano se asemeja en el rostro. Y sobre las islas, ojalá se recuperen. Mi hermano estuvo en Malvinas y comentaba que la base es cada vez más grande. Ojalá se recuperen, pero lo veo difícil.
-Apoyás el reclamo de soberanía.
- Claro, totalmente. Sería inapropiado que el Gobierno no las reclame.
-Desde vías diplomáticas y pacíficas.
-Sí. La guerra no lleva a nada. Una profesora de historia me dijo una vez que la guerra sólo provoca pérdidas, de los dos lados, y que detrás siempre hay un motivo económico. Lo esencial son las vidas humanas. Nunca avalaría otra guerra, jamás. Lo diplomático es lo más difícil, pero es el camino.
“La violencia no lleva a nada”
Mauricio hoy está abocado a un emprendimiento textil, el que atraviesa una crisis. No le interesa la formación militar, aunque en su momento fantaseó con ingresar al liceo, “quizás por seguir los pasos de un padre o por un capricho”.
Espontáneo, sereno y reflexivo, sostuvo que “la violencia no lleva a nada” y pidió que nunca se olvide que las Malvinas “son argentinas”. “No noto interés de la ciudadanía, a veces, en asistir a los actos. No son tan concurridos como debería ser, se toma el 2 de abril como feriado para vacacionar”, confesó.
Sobre el cierre, volvió a lo que había dicho al iniciarse la entrevista: “Me gustaría que el 2 de mayo, momento en el que murieron más soldados, se dé un homenaje para que esa fecha esté siempre presente. En Puerto Belgrano ese día se hace siempre el minuto de silencio y muchas cosas, lo que acá no lo veo. No pido que sea feriado, pero algún recordatorio, misa o encuentro estaría bueno. En Puerto Belgrano me decían ‘qué raro que no hagan nada para esa fecha’”.