Hacía casi dos meses que Manuel Reyno había sido elegido intendente de Villa María cuando el 17 de noviembre de 1910, elevó al Concejo Deliberante un proyecto de ordenanza mediante el cual el Poder Ejecutivo buscaba la autorización para llamar a licitación con el fin de concesionar la provisión de energía eléctrica para el alumbrado público, modificando el sistema que funcionaba desde 1894 cuando se estableció un servicio regular de alumbrado para las calles de la ciudad. Anteriormente se había implementado un servicio no regular en 1884.
Luz eléctrica
Junto al proyecto de ordenanza, el intendente remitió un mensaje escrito que aún se conserva en los libros copiadores guardados en el Archivo Histórico Municipal. Allí Reyno dice: “Visto el aumento creciente de la población y no estando en relación el alumbrado público existente, con los progresos a que a pasos agigantados estamos alcanzando con asombro de propios y extraños, esta Intendencia cree llegado el momento de proveer de luz eléctrica, ya que no a toda la población, por lo menos a sus calles más principales, pues es tan deficiente el alumbrado de kerosene, que no recompensa el gasto que ocasiona si se tiene en cuenta que no produce el efecto que se desea”.
No sin haber estudiado el tema y realizar consultas a municipios como el de la ciudad de Córdoba, el 12 de diciembre del mismo año el Concejo Deliberante aprobó el pliego de condiciones para el llamado a licitación para concesionar el servicio de electricidad para el alumbrado público de la localidad. Inmediatamente desde el Ejecutivo se dictó el correspondiente decreto abriendo la licitación para que se presentaran los interesados en prestar el servicio. Se estableció que la convocatoria se realizara públicamente mediante avisos en el diario cordobés “Justicia”, también en “La Capital” de Rosario y el periódico “La Lucha” de Villa María.
Fuerte oposición
Pero no todos estaban de acuerdo con la implementación de esta nueva forma de alumbrar las calles de la ciudad. Concretamente se escucharon voces contrarias al nuevo servicio. Parecía ser que la opinión pública no veía positivos los cambios y los sectores políticos de la oposición aprovecharon para agitar las aguas en contra de las acciones del Poder Ejecutivo. Incluso se llegó a enarbolar el fantasma de la peligrosidad que representaría el cableado para trasladar la energía eléctrica. Quizás esos temores se basaban en aquello que llegó a conocerse como “la guerra de las corrientes”, una disputa publicitaria que, a finales del Siglo XIX se desató entre quienes apostaban a la tecnología de Tomás Edison y aquellos otros que preferían la impulsada por Nikola Tesla. Este último había desarrollado la corriente alterna, en tanto que Edison la denominada corriente continua. En el ánimo de desprestigiar la corriente de la competencia, cada sector generó eventos que mostraban la peligrosidad del otro tipo de corriente eléctrica. Esta discusión estuvo presente incluso cuando en 1886 se estableció, en Nueva York, un comité para determinar un sistema de ejecución que reemplazara la horca, surgiendo la silla eléctrica. Tanto Edison como la empresa Westinghouse dueña de los derechos de la invención de Tesla, no querían que se usara su tipo de corriente para la silla eléctrica, pues sería difícil que la gente quisiera en su casa el mismo tipo de electricidad que servía para matar seres humanos. Pero esta “guerra de electricidades”, que incluyó la electrocución de animales en público, llegó a su fin cuando Tesla hizo pasar corriente alterna por su cuerpo sin que le produjera daño.
¡Arriba los faroles!
En Villa María se agitó el fantasma de la peligrosidad de la corriente y se realizaron manifestaciones públicas en contra del objetivo de cambiar el alumbrado público. Según se dice en el Tomo II del “Plan de desarrollo de la ciudad de Villa María”, editado por la Escuela Normal “Víctor Mercante” y el Instituto “Bernardino Rivadavia”, algunas de esas manifestaciones fueron tumultuosas marchas por las calles de la ciudad. Esto no sólo ha quedado reflejado en publicaciones de la época, sino que en la referida obra se señala que así lo testimoniaron varios vecinos, entre ellos Claudio Bermúdez, Bernardo Seco, Ramón Vijande, Mariano P. Ceballos, Pablo Colabianchi Cicerón y Pedro Valdo. Según estos testigos en las marchas se repetían consignas como “¡Arriba los faroles! ¡Abajo la electricidad!
Pero a pesar de estas manifestaciones y otras que se produjeron luego de otorgada la concesión, se hizo la luz alimentada por la energía eléctrica en las calles y plazas de Villa María que pocos años después sería declarada ciudad.