kilómetros al oeste de Villa Carlos Paz, donde el Valle de Punilla se empieza a erosionar, Icho Cruz se presenta como el prototipo de pueblo serrano. Un municipio bonachón, que tiene en el río San Antonio y los cerros que lo acogen el principal llamador de visitantes. Son espacios puros, alegrados por la naturaleza y bien mimados por la mano del hombre, que apenas ha mechado las laderas con casonas y algún que otro complejo de cabañas.
La aldea, que cuenta con aproximadamente dos mil habitantes, forma parte de un conglomerado de localidades que se acuestan en los bordes de la ruta provincial 14, como San Antonio de Arredondo, Mayu Sumaj y Cuesta Blanca. Todos lugares que comparten los paisajes circundantes, río chocando las piedras, montañas de generoso verdor, y paisanos tan relajados y tímidos que parecieran no vivir a 60 kilómetros de Córdoba Capital, sino a 10 mil.
Cada uno de los pueblos citados tiene sus características particulares. Se podría decir, por ejemplo, que Icho Cruz es el único que disfruta de un centro urbano bien definido: la avenida Concordia, unas cinco o seis cuadras que despliegan restaurantes, pizzerías, almacenes y comercios varios (los de alfajores y recuerdos, infaltables). En temporada, los emprendimientos y espacios públicos se llenan de turistas, juegos y espectáculos para niños, música en vivo y patios de artesanos. En la época actual, en cambio, lo que más se ve es el deambular de los locales al rayo del sol, y el silencio y la nostalgia de las noches de hojas amarronadas al suelo.
Tala Huasi
Continuando por Concordia, el viajero arriba al vado-puente, y por ende al Balneario Municipal. En rigor, las tierras del otro lado del río pertenecen a la comuna de Tala Huasi, pero nadie, o pocos, reparan en el particular. “Tamo´ en Icho Cruz, venite”, le dice uno al amigo, el celular entre la oreja y el hombro, mientras tira un pedazo de vacío a la parrilla. Lo acompaña la familia y la postal que vino a buscar: el agua corriendo clarita, bailoteando con las rocas, la serranía de frente, bien en vertical, y la impresión de que la naturaleza lo abraza a uno.
Con todo, lo más bonito está atrás, siguiendo el San Antonio. Ese río estrella de Córdoba, que nace en las vecinas Altas Cumbres, para desfilar por el valle hasta ir a dar al Dique San Roque, en Carlos Paz. Hay dos caminos posibles para arribar a los fondos de Tala Huasi: caminando 15 minutos (o en auto), por callecitas internas con acceso a antiguas y señoriales viviendas de grandes terrenos. O de cara al agua, entre talas, molles, tabaquillos y espinillos, cascadas, las más de 150 especies de aves que revolotean en los alrededores y morteros que los comechingones dejaron en las piedras como legado.
Una vez allí, la sensación es de aún mayor calma. Pequeñas ollas que forma el río, grandes extensiones de arena para aprovechar todo el año, y hasta el cantar de los pavos reales (hay un criadero en el tope de la cadena montañosa del frente). De seguir con rumbo norte, el que aparece es el Balneario Piedras Negras. Delicia de grandes rocas y grandes ollas que en verano, primavera e incluso los primeros meses de otoño, se disfruta con el chapuzón, y en el invierno con la vista.
Volviendo al vado-puente, sale un camino que trepa al principio para luego perderse en caminos de tierra y espectaculares panorámicas de las sierras, hasta llegar a Cuesta Blanca. Allí, le surge al viajero un nuevo surtido de hechizos por descubrir.
