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7 de Abril de 2014
Opinión sobre los linchamientos - Crimen y asesinato por mano propia
“Se impone una sentencia sin la mediación del debido proceso”
Integrantes de la Juventud Peronista Descamisados redactaron un escrito para reflejar su punto de vista sobre los episodios de violencia contra delincuentes, que en los últimos días fue tema de discusión en todo el país. Hoy publicamos la primera parte del mismo
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Los hechos han dado qué hablar y han instado al debate. Lo cierto es que toda problemática social, por más obvia que aparente ser, inclusive la inseguridad, los “ajusticiamientos”, merece ser debatida, discutida, cuestionada desde múltiples ángulos, es sano y propio de una sociedad democrática, que así sea y contribuye a la búsqueda de soluciones consensuadas. 
En sí lo que desde la criminología mediática se ha denominado como "ajusticiamiento por mano propia” constituye en realidad un delito criminal por mano propia. Se impone una sentencia a una persona sin la mediación del debido proceso. 
Estos linchamientos pueden ser abordados desde diversas perspectivas.
Comenzaremos por alegar que la venganza no es legal en nuestro país. Esta aseveración que es concreta desde la óptica legal parece redundante. No lo es. Es algo que esta socialmente asumido desde lo jurídico pero no desde lo ideológico. Los hechos delictivos son entendidos por muchas personas desde la noción vindicativa. No se piensa en cómo evitar un delito, cómo evitar que el hecho violento en sí, por ejemplo, que un asesinato, se efectúe, en el sentido preventivo, sino que se piensa en cómo vengarlo, es decir, en cómo el actor del delito, “paga” su crimen. 
“Quien las hace, las paga” dijo el diputado del Frente Renovador Sergio Massa hace unos días, refiriéndose a los hechos por todos conocidos. El “pago” es una categoría utilizada en la ciencia económica, lo cual presume un costo, precio o valor de cambio. En el acto vindicativo, se “cambia” el valor de la vida de la víctima, por la del victimario. El victimario paga con su vida, lo que “vale” la vida del víctima. El hecho de que, según muchas personas, la vida de un ser hermano, un ser querido, un familiar, un amigo, un vecino, tenga un “precio” fijado, de que esas vidas puedan “pagarse” con otra vida, constituye una perversidad que resulta en absoluto preocupante ya que indica que la vida no es suficientemente valorada. 
Al parecer, la vida de un ser querido tiene un precio, no es única ni indispensable, puede cambiarse. De más está decir que esta perversidad se agudiza cuando es considerado que debe pagarse con la vida, una cartera, ya sea, con la del victimario autor del robo o con la de la víctima, que pone en juego su vida en defensa hasta las últimas consecuencias de una cosa material. Asignamos un valor sentimental, simbólico, de amor, a las cosas, a la esfera de lo cósico, como si éstas tuvieran vida propia. Nos equivocamos. Es aún peor. No es que las cosas tengan vida propia de por sí, tienen la nuestra, representan nuestra vida, en los hechos mismos, depositamos nuestra vida en ellas. Arriesgan su vida quienes delinquen por conseguirlas, arriesgan su vida quienes enfrentan la muerte por defenderlas. 
Nada de lo que afirmamos es nuevo o emprendedor desde lo teórico-filosófico. Estamos en pleno Marx, en el Marx del fetichismo de la mercancía, en el Gyorgy Luckacs marxista de la cosificación de los seres humanos a la cual refiere en su Historia y Conciencia de Clase. También en Nietzche y Heidegger, incluso, en Freud, y obviamente, en Focault. 
 
¿Cómo evitarlos?
 
Decíamos que no se piensa en cómo evitar la intención o acción de delinquir, sino, en todo lo concerniente a cómo vengar un crimen cuando el daño o lesión ya está hecho. No hay prevención del delito. La otra noción también posterior al crimen es la de castigo, la cuestión punitiva. Pero antes de referirnos a ello es preciso hacer una diferenciación. Lo dicho hasta ahora no incluye arriesgar la vida en defensa propia o en defensa de otro. Efectivamente, enfrentar un peligro con el objetivo de salvar mi vida o la de otra persona no merece crítica alguna. No se intenta “cobrar” venganza, no hay deseo vindicativo, no es un enfoque posterior sino anterior al hecho, se intenta, evitar un asesinato, que el mismo no suceda, no se efectúe, ante una agresión concreta.
Refiriéndonos ahora sí a la noción de castigo, es decir, punitiva, debemos marcar que tenemos diferencias con algunas concepciones extremas de los garantistas. Seríamos hipócritas en afirmar que la función punitiva, que la noción de castigo, debe abolirse o erradicarse cuando hemos afirmado nuestro total acuerdo y compromiso militante con la frase “Juicio y castigo a las Juntas”. Pero ante un hecho delictivo el castigo no puede efectuarse por particulares sino por las autoridades pertinentes, mediante el debido proceso y con las debidas garantías, porque la pena debería cumplirse, consumarse (no pagarse), no en función a un particular (venganza), sino en función a toda la sociedad, es decir, en tanto produce un daño social, lesionando las reglas básicas que posibilitan la coexistencia con nuestros semejantes. 
La pena no paga, o no debería (ya veremos esto) pagar la vida de la víctima, sino que debería cumplirse en función de, mediante las instituciones legítimas, condenar el hecho ante los ojos de la sociedad, la sanción o castigo cataloga y valora (condena, marca) ante la sociedad el hecho delictivo en cuestión. El caso de la usura, la corrupción económica, la especulación ilegítima, la evasión impositiva (los llamados delitos de “guantes blancos”, ya veremos esto también), puede resarcirse a las víctimas con indemnización económica a particulares, (cosa justa, el criminal “blanco” no paga con la vida el robo de algo material, lo paga o repone también con algo material), pero merece también una sanción, pena, castigo o condena a los ojos de la sociedad en el mismo sentido antes explicado.
Juventud Peronista Descamisados
 
Fotografías: 1) Los linchamientos tomaron trascendencia en medios de comunicación de distintos países
2) En algunos lugares, vecinos colocaron carteles intentando amedrentar a los delincuentes

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