Decepcionado
He leído atentamente el extenso comunicado del Colegio de Abogados, publicado el 30 de marzo en la página 71, en este mismo medio. Debo decirles que me sorprendí con tanto palabrerío, y especialmente cuando hablan de honestidad y transparencia… Yo les preguntó: ¿dónde está el respeto, la justicia y la dignidad que estos señores dicen profesar?
Hace cuatro o cinco años atrás, presenté una queja contra la doctora “Silvia Falces”, por el mal desempeño en una demanda laboral, por lo cual, durante cinco años, nunca me sacó una audiencia, siendo que yo, cada quince días me presentaba en su estudio y esperaba en cada ocasión más de una hora, y hoy, gracias a esta “doctora”, jamás pude cobrar un peso de esa demanda laboral.
Debido a esta falta de ética profesional, llevé mi queja al Colegio de Abogados, cuya comisión integraba el señor Parola, entre otros. Luego de exponer mi caso, en una reunión, me hacen salir, y reciben a la doctora Falces.
Después de un rato, me anuncian que me notificarían, de lo que se decidiera en esa reunión. Lamentablemente, debo decir, que jamás recibí respuesta alguna.
Ahora yo me pregunto: ¿será porque esta doctora estaba en la Comisión del Colegio de Abogados? ¿Será porque somos de clase social humilde? ¿O estarían haciendo diferencias en cuanto al “color de piel”?.
Señores del Colegio de Abogados: ¿qué calificativos, les corresponde a ustedes, cuando no dan respuesta al reclamo de un laburante?... ¿Será que algunos de sus colegiados, son intocables?
Hugo González
DNI 10.984.083
Cuestión de expectativas
La estrategia aparente fue darle un poco de oxígeno, en primer lugar, a la Balanza Comercial que parecía empeñada en volverse deficitaria, y después a quienes producen, o mejor dicho comercializan, bienes transables y commodities -léase, entre otros, los productores de soja- pero, el diagnóstico parece haber sido equivocado y esto es un impedimento fáctico para dar una solución eficiente al problema. La devaluación del 22/23 de enero y su consecuente corrida cambiaria sólo encendió más la desconfianza y desató expectativas inconvenientes. Las medidas de política monetaria que se tomaron tendientes a atenuar las consecuencias monetarias dieron resultados parciales pero son un paliativo porque no resuelven problemas de fondo. Respecto a la inflación, la brusca reducción en la masa monetaria posterior a la devaluación fue efectiva, pero estas medidas sólo lograron secar la plaza para evitar la fuga de capitales que se venía dando. Luego, continuó la expansión del circulante y esto, está dicho casi por unanimidad en la bibliografía económica, es el principal motor del aumento de precios. Pese a todo, las Reservas Internacionales del BCRA no dejan de caer y esta semana perforaron el piso de U$S27.000 millones. Otra vez, la restricción monetaria operó como paliativo.
Todo esto debe ser contemplado en un clima de alta incertidumbre. El Gobierno consideró necesario revisar los índices de crecimiento económico que, además de ser información importante para la institucionalidad del país, son el parámetro más importante para el pago de intereses de algunos Títulos Públicos. Técnicamente, cambiar la base de cálculo de un índice puede ser útil para actualizar la serie, pero lo que no puede pensarse es que los acreedores que compraron bonos bajo ciertas condiciones, ante tamaña modificación que, casualmente reduce el retorno de dichos bonos, no se sientan estafados. Grosero error de “gestión de expectativas” cuando se pretende volver a los mercados internacionales de crédito para tapar el bache fiscal de un presupuesto cada vez más deficitario.
Como si todo esto fuera poco, la incertidumbre que generó la devaluación respecto al futuro económico hizo que, poco a poco se acumulen “expectativas especulativas”, caldo de cultivo para que, quienes exportan no lo hagan esperando una nueva devaluación -por considerar que a $8/U$S la divisa aún es barata- y quienes importan se apresuren a tratar de hacerlo para evitar aumentos. Resultado: el saldo comercial se resiente aún más y, otra vez, se produce una dinámica de “expectativas autocumplidas”. Así, el tipo de cambio, más temprano que tarde, va a tener que reflejar esta percepción generalizada. Los costos agropecuarios han aumentado notablemente a raíz de la devaluación, aumentaron los combustibles y ya se están desregulando las tarifas por lo que, las presiones sobre los costos empresarios no cesan. Si agregamos las retenciones y la alta tasa de presión tributaria, la especulación con la producción es inevitable y se vuelve racional. Nadie vende ahora lo que cree que va a valer más a futuro.
El manejo de las expectativas se ha vuelto un factor decisivo en la política económica y deberían tomarse medidas que den certidumbre a la producción y que le permitan ampliar sus márgenes. El sector agropecuario hoy está preso de las retenciones que repercuten directamente sobre sus cuentas. ¿No debería reconsiderarse la posibilidad de flexibilizar el esquema de retenciones para oxigenar al campo ampliando sus márgenes y “desahogando” la Balanza Comercial?¿No sería ésta una medida más eficiente que volver a devaluar? De este modo se conseguiría dar competitividad a la producción agropecuaria sin mayores “efectos inflacionarios generalizados” y marcando un horizonte más claro de cara a 2015. La producción de trigo posiblemente se estabilice si se vislumbran cambios positivos al respecto y ayudaría a generalizar una percepción más positiva del futuro mediato. Es una cuestión de expectativas.
Juan Ignacio Lozano
Lic. en Economía