Tal vez no exista una mejor definición del “punk” que el verso de Luca Prodan a la rubia tarada cuando le preguntó por qué te pelaste: “Por el asco que me da tu sociedad”. Así de simple y de contundente. Y es que en la Inglaterra de mediados de los 70 en donde el “no future” era el único horizonte para los “white trash” (“basuras blancas” hijos de obreros pobres) el asco pasó a ser la única reacción posible y el “do it yourself” (“hacelo vos mismo”) la única respuesta. Si la “intelligentsia” de un país había dejado afuera a una buena porción de su juventud, esos muchachos iban a ponerles el cuerpo a la adversidad como en un “scrum” contra el “establishment”. Si las instituciones edificantes decretaron que una generación quedase del otro lado de la pared, pues entonces esos muchachos se propusieron demolerla a martillazos; aunque no tuvieran la menor idea de lo que harían después entre los escombros. Si los nenes bien representaban la cultura, pues los muchachos marginados serían la contracultura. Y si los compositores de esos tiempos hacían canciones para virtuosos con letras de magos y hadas, ellos harían temas de tres tonos desafinados y contestatarios. Porque mientras los buenos chicos olieran al perfume de la rosa (flor nacional de Gran Bretaña) ellos olerían a podrido, que al fin y al cabo es lo que significa “punk”: basura, podrido, reventado. Bajo esa consigna vuelta manifiesto en la Londres del 76, cuatro pibes formaron “Sex Pistols”. Y tras el éxito descomunal de su hit “God save the queen” (“Dios salve a la reina”, primera estrofa del himno inglés) un año después la cantaban desde un bote en el Támesis, frente al Palacio de Westminster. “Dios salve a la reina/ ella no es un ser humano/ no hay futuro para el sueño de Inglaterra/ Dios salve a la reina y a su régimen fascista/ que te convirtió en un subnormal/ en una bomba de hidrógeno en potencia/ Dios la salve…”. Era el puntapié inicial de un movimiento que evolucionaría en lo musical y, pasando por bandas como The Ramones, The Clash y Joy Division, alcanzaría (acaso) la cúspide con Nirvana. En lo social sería determinante también, ya que se abriría en subgrupos como “dark”, “mod”, “new wave” y “thrash”; lo que hoy se conoce como “tribus urbanas”. El escenario social y musical de fines del Siglo XX estaba listo. Y hubiera sido impensado sin esos chicos feos, sucios y malos que desde un decadente pub inglés se habían propuesto romperlo todo.
Made in Argentina
¿Y por estas pampas qué pasaba? Apenas un años después del bochorno del Támesis, en 1978, un tal Pedro Braun escribía una carta a la revista “Pelo” diciendo ser “el primer punk argentino”. Poco tiempo después y bajo el nombre de “Hari-B”, Pedro fundaría “Los Violadores”, la primera banda de punk nacional con pegada masiva. Su hit,“Ultraviolento” (claro homenaje a la violencia de “La Naranja Mecánica”), tendrá en la voz de Pil Trafa el grito disconforme de toda una generación, esa que, harta de esperar, decía: “¿Y ahora qué pasa, eh?”. Pero lo decía con una vitalidad nueva, un grito amenazante que llegaba del Támesis al Río de La Plata. Ya no se trataba de “bardear” el Palacio de Westminster, sino de “derrumbar la Casa Rosada”.
Sin embargo, los inicios de esta historia (la de nuestros muchachos de campera, cresta y tachas) no había sido escrita todavía. Al menos no hasta la aparición de “Buscando un lugar” (Ediciones Intertextos, Buenos Aires, 250 páginas). ¿Su autor? Un porteño radicado hace 15 años en Arroyo Cabral, Fabio Morisetti. Pocas personas tan calificadas como él para contar el nacimiento y apogeo de una historia que va desde el “ataque del 77” de los Pistols hasta la “invasión del 88” del primer disco importante de punk-argento. Hete aquí su testimonio.
Derrumbando la Casa Rosada
-Contame cómo es que desde Arroyo Cabral nace el primer libro del “punk” nacional…
-En realidad antes había otros libros, como “Derrumbando la Casa Rosada”, de Los Violadores; “Gentes que NO”, de Franco Varise, o “Punk, la muerte joven”, de Juan Carlos Kreimer. Pero de la historia cronológica, este libro es el primero. Si te ponés a ver, que mi libro haya salido de acá tiene mucho de “punk”, por eso de hacer cosas desde lugares y canales no convencionales. Vos te preguntás por qué las primeras bandas argentinas fueron de Gerli, de la Sociedad Polaca de Buenos Aires o de un grupo de jóvenes cristianos...
-¿Fuiste parte de la movida de Buenos Aires?
-En realidad no. Las bandas que reseño tocaron hasta fines de los 80 y en ese entonces yo apenas tenía 14 años, así que no las pude ver. Pero las escuché toda la vida. De hecho, el “punk” y el “heavy” son los únicos estilos que escucho.
-¿Por qué el libro va del 78 al 88?
-Porque abarca desde su nacimiento con aquella carta de “Hari-B”, hasta “Invasión 88” que es el primer disco compilado con bandas nacionales. Hasta ese entonces, el punk era un movimiento muy pequeño, pero ese disco lo hizo mucho más visible y también masivo. Había bandas como “Attaque 77”, “Flema” o “Comando Suicida” que luego se volvieron íconos.
-¿Qué particularidades tiene el “punk” argentino respecto al inglés?
-Algo muy curioso, porque mientras en Inglaterra los primeros “punks” eran proletarios, en nuestro país fueron chicos de clase “media alta”, nenes bien pero inconformistas que tenían acceso a un vinilo importado, a una música que acá no se difundía ni a palos. A partir de la democracia, la movida empieza a proletarizarse y en Gerli aparecen los primeros “skinheads” (cabezas rapadas) con una visión muy politizada de la música. En la Capital, la cosa se divide entre “anarcoquilomberos” que quieren romper todo y “anarcopacifistas” que apelan a la no violencia.
De “Sumo” y “Los Violadores” a Marcelo Pocavida
-Sin ser un grupo punk, “Sumo” contribuyó a popularizar el movimiento, ¿no creés?
-Totalmente. Y es que al principio, “Sumo” tocaba en lugares chicos como el Café Einstein, de Omar Chabán y Katja Alemann, junto con bandas re marginales como “Geniol con Coca”. En esos recitales, además de música, había actores y performers. Alejandro Urdapilleta, Humberto Tortonese o Batato Barea. Ellos se subían al escenario y se mandaban un monólogo en medio del recital. Y es que en esos momentos, el punk aglutinaba todo lo que fuera antisistema.
-¿“Los Violadores” son el primer referente a nivel nacional?
- Sí, porque su “hit” “Ultraviolento” fue un emblema, y ellos fueron sin duda la primera banda punk que sobresalió. Hari-B, Stuka, Gramática, Pil Trafa…
-Las primeras bandas inglesas eran musicalmente muy limitadas, ¿eso se replicó acá?
-Por supuesto. “Los Violadores”, por ejemplo, son los primeros en hacer temas de tres tonos con letras contestatarias. Además, en cada recital se armaban unos quilombos descomunales. Y eso también era como en Inglaterra. Y es que una de las características del punk como cultura iba más allá del refinamiento musical.
-¿Cómo es eso?
-En esos tiempos en el país vos tenías a tipos como Spinetta o Charly que eran músicos virtuosos, casi intangibles. Pero llega el punk y cambia todo. Porque de repente “tu héroe” es el tipo que te escabiaba una birra en la esquina con vos, tocaba tres tonos igual que vos, pero se animaba a subir a un escenario y gritar lo que vos querías gritar. A partir del punk, el artista ya no era el “grosso” de oído absoluto, sino el que se animaba, el que “lo hacía por él mismo”.
-Sin embargo, el punk tampoco se quedó en tres tonos…
-El punk ha evolucionado muchísimo en estos casi 40 años. Hay quienes creen que sólo es una música cuadrada como “The Ramones” o “Sex Pistols”, pero el abanico se fue abriendo hacia el “dark” con “The Cure” o el pospunk con “Joy Division”, “The Smiths” o Iggy Pop. Y acá pasó lo mismo. Además, las bandas surgen de los lugares más impensados. “Morgue Judicial” sale de la Asociación Cristiana de Jóvenes; “Antihéroes”, de la Sociedad Polaca… Y también tocaban en los lugares más impensados: el Einstein, el Parakultural, el restaurante “Le Chevalet”…
Un repaso por los entrevistados del libro de Fabio nos muestra testimonios preciosos, como los de Sergio Epilepsia, de “Mutantes”; Jurek Szwedo, de “Antihéroes”; Marcelo Pocavida (cantante y performer); Gary Castro de “Perdón Amadeus”; Sergito Anticristo, de “Comando Suicida”. También de Adrián Yanzón (“Los Pillos”), Pablo Salomone (“Parálisis Infantil”), Chipo (“Doble FuerSSa”) y por cierto notas a escritores especializados como Flavio Katzev (autor de “Amantes subterráneos, el rock under de los 80”) o el periodista radial Carlos Subosky. En cuanto a grupos, además de los citados, se reseña Attaque 77, Massacre Palestina, Los Laxantes, Los Testículos, Todos Tus Muertos, Animal, 2 Minutos, Silencio Total, Enema, Los Corrosivos... Pareciera que no falta nadie. Y casi que es así.
-¿Cómo fue que concertaste tantas entrevistas?
-Las redes sociales me ayudaron muchísimo. Hay mucha gente que está viviendo en el extranjero y concertábamos notas a las tres de la mañana por diferencia horaria. ¡Yo estaba dormido y hablando con locos en España, Estados Unidos o Israel! Te puedo decir que faltan dos testimonios claves, el del cantante de “Enema” con quien es difícil hablar porque está medicado, y Patricia Pietrafiesa, que hoy en día es la bajista de “Kumbia Queers” y está siempre de gira. Pero hay casi 60 notas que hice a lo largo de nueve meses.
-Patricia Pietrafesa, también se dedicó a lo que podríamos definir como el formato literario punk, o sea, los fanzines…
-Sí, ésa es la marca registrada del mundo del punk y ella y Marcelo son los grandes exponentes. Hace poco, salió un libro de Patricia llamado “Resistencia”, que es la recopilación de todos los fanzines publicados entre el 84 y el 2001. Pura literatura subterránea…
-¿Qué me podés decir de Marcelo Pocavidas?
-Que le dediqué un capítulo entero de mi libro. Marcelo es un tipo que lleva 30 años en el punk y con sólo dos discos editados ya tiene cinco documentales hechos en su honor. El tipo es un ícono, sigue haciendo lo mismo que hace 30 años y nunca se interesó por la faceta comercial. Además, agregó un concepto escénico muy importante, el del “horror show”, por ejemplo, lo asesinan en una silla eléctrica en cada función. Marcelo es un tipo que nació en el “under” y sigue en el “under”. Por eso es un ícono punk.
-¿Los punks no perdonan a los que triunfan comercialmente?
-Pasó con Attaque 77. Podemos discutir años si ahora hacen punk o no, pero al principio sí lo hacían; en épocas de “Dulce Navidad” cuando cantaban con Edda Bustamante. Después evolucionaron. ¡Pero ojo, porque el concepto del “punk” no es el de hace 30 años! Antes, el punk era anarquismo, ambientalismo y proteccionismo animal, pero hoy en día es sólo un estilo musical. Ahora un pibe que sale de un recital de “2 Minutos” se come una hamburguesa en un McDonald’s. ¡Y eso antes hubiera sido una herejía!
-Como toda literatura punk que se precie, tu libro tuvo una tirada muy pequeña…
-De momento hicimos 60 ejemplares de los cuales 20 estuvieron en venta en la presentación. ¡Ahora sólo quedan tres ejemplares en “Librelibro” (Mitre esquina Mendoza)! La editorial que me lo publicó es muy chica y muy punk también. Su editor, Hernán Cassabella, se la jugó por mi trabajo. El loco todavía sale a vender por Buenos Aires con la mochila al hombro. Y es que hoy una librería porteña te saca el 30% o el 40% del valor de tapa. Y dejarle esa comisión a una empresa no es muy punk, ¿no?
- ¿Y Fabio Morisetti? ¿Es muy punk o no?
-Yo me sentí punk toda la vida. Y aunque ya no ande con campera de cuero sigo siendo rebelde, sólo que a la rebeldía la canalizo de otra forma. Hay un tema de “La Renga” que se llama “Rebelde” y que me identifica. Dice “soy el que nunca aprendió cómo debe vivir el ser humano”. Siempre estás al revés. Si vas a una fiesta y te pasan Arjona te sentís mal. Si vas a una reunión casi siempre pensás diferente. No encajás en ningún partido político, en ninguna tendencia. Y yo me siento así. No rompo nada, pero me encierro a escuchar mis discos de punk en casa. ¡Tengo más de dos! Pero también me encierro a leer porque me encanta la literatura y la soledad. Y hoy, que te guste la literatura, es ser más punk que cualquiera.
Iván Wielikosielek