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13 de Abril de 2014
NOTA Nº 367, escribe Jesús Chirino
Huelga del servicio doméstico en Bell Ville
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En el año 1929 el Gobierno nacional estaba a cargo del radicalismo, el mismo partido político que entonces gobernaba el municipio de Bell Ville donde ejercía la titularidad del Poder Ejecutivo local, el caudillo Arturo Mattersson. El historiador local Bernardino Calvo, apoyándose en lo escrito por la licenciada María Cristina Vera, supo publicar en El Diario los principales hechos relacionados con la huelga del personal de servicio doméstico producida aquel año en esa localidad. Entonces Bell Ville contaba con unos 15 mil habitantes, población similar a la de Villa María.
 
Trapos ventilados
 El antecedente más cercano en relación a la legislación referida a la prestación del servicio doméstico, se había producido en 1928, cuando el 28 de diciembre de ese año se fijaron mejoras salariales, se estableció el descanso diario, la obligación patronal de proporcionar un alojamiento higiénico a la vez que se establecieron normas para los menores de 18 años. En esa época el sueldo mínimo estaba alrededor de los treinta pesos mensuales, suma que se acompañaba con el alojamiento y la comida proporcionada por la parte patronal. Vera, citada por Calvo, señala que en aquel tiempo “la situación económica y social del servicio doméstico era lamentable”.
A principio de agosto de 1929 las trabajadoras “del servicio doméstico” elevaron un petitorio de condiciones mediante el cual reclamaron un salario mínimo de sesenta pesos, un límite de 10 horas diarias de trabajo con dos horas al mediodía e igual lapso de tiempo a la noche para comidas, el descanso semanal y “un mejor trato” en general. En la imprenta de la familia Dauría trabajaba un hombre procedente de Capital Federal llamado Lorenzo Luna. Fue él quien impulsó el movimiento popular reivindicador de los derechos de esas mujeres trabajadoras. El diario cordobés “Los Principios”, de orientación católica conservadora, registró que el 4 de agosto se desarrolló un acto en la plaza céntrica de Bell Ville. El encuentro tenía como objeto solidarizarse con las empleadas del servicio doméstico. Según la publicación en aquel “mitin” una de las oradoras realizó un discurso algo fuerte, se “explayó en insultos y groserías que causaron indignación del vecindario”. Días después se produjo un incidente que llevó a que la ropa sucia del jefe político fuera exhibida en una vidriera de la céntrica calle Córdoba. Todo se había iniciado cuando el día 14 una lavandera había retirado ropa para lavar del domicilio del jefe político. Cuando esta mujer se trasladaba de regreso a su casa, para poder allí lavar la carga fue interceptada por un grupo de huelguistas. La llevaron hasta el sindicato y le retiraron las prendas. Luego la dispusieron en la vidriera de la calle más transitada de la ciudad. Al dueño de aquella ropa no le causó mucha gracia esa original forma de protesta y señalando de “agitadoras” mandó a detener a las responsables de ese hecho.
 
Represión policial y logros
Las huelguistas fueron logrando apoyos en la capital provincial, por una parte la Unión Provincial de Obreros se expresó en contra del duro trato que la Policía le daba a esas mujeres, por otra parte sectores de la prensa señalaron el desmedido uso de fuerza que los agentes practicaban con las trabajadoras. En la ciudad de Bell Ville se produjeron varias reacciones contra el movimiento huelguístico, por una parte sectores oficialistas, incluida la Policía, ejercieron presión para que la familia Dauría suspendiera a Luna, principal promotor de la protesta. En tanto los comerciantes organizaron una comisión para defender sus propios intereses. Otros vecinos le solicitaron al presidente de la  xenófoba, racista y nacionalista Liga Patriótica, Manuel Carlés,  “una filial de la mencionada liga para el pueblo, con el objeto de contrarrestar los efectos de los elementos perturbadores que llegaban a la ciudad con el fin de agitar el ánimo de los trabajadores belvillenses”. Pero a pesar de todos los esfuerzos, el movimiento continuó su camino reivindicatorio y sumando adhesiones. Se dieron diferentes situaciones. Como, por ejemplo, el 19 de septiembre el Sindicato Femenino de Empleadas Domésticas pidió permiso para efectuar un acto en la principal plaza. La Policía dijo desconocer la entidad y diciendo que no se había pedido permiso a tiempo negó el mismo. Pero igual se desarrolló el anunciado  mitin.  El sábado 21 se produjo la detención de varias mujeres que recuperaron la libertad el lunes siguiente. La orden de detención surgió porque un grupo de trabajadoras volvió a quitarle unos atados de ropa de los patrones que llevaba otra lavandera. Entre las mujeres que actuaron de esa manera, defendiendo el cumplimiento de la huelga, Calvo menciona a Crescencia González, María Oliva, Inés Roldán y Dominga y Lorenza García. Si bien esta vez el juez dispuso la libertad, pocos días después en un documento firmado por la Comisión de Apoyo y Marta Tibes, secretaria del Sindicato Femenino, se reclamó por la libertad de otra cinco compañeras.
A dos meses de iniciado el conflicto se desarrolló un paro general. El volante de la época que convoca al mismo, realizado por la Federación Obrera Comarcal de Bell Ville que tenía su local social en la calle General Paz, está dirigido “al pueblo obrero de Bell Ville” para informarle acerca de “la reacción policial y sus abusos” en esa localidad. En el documento queda claro que la Federación se dirige a una clase social determinada, no sólo por hablar del “pueblo obrero”, sino que también a los “hombres, mujeres y niños pobres” planteando que “el proletariado” de esa localidad debería “decretar la huelga general contra la reacción policial, contra la dictadura de Julio Muga, y por el triunfo de las huelguistas femeninas”. “Compañeras, compañeros: la burguesía y la Policía quieren hundir a las Obreras del Servicio Doméstico, con los abusos descargados, quieren matar el movimiento viril de las mujeres Obreras que cada día marcha con mayor éxito, camino del triunfo”.
Las mujeres continuaron con su lucha y lograron que un grupo de treinta y cinco familias firmaran el petitorio que fijaba mejores condiciones laborales. Esto no se habría logrado sin el esfuerzo y la lucha de aquellas mujeres organizadas en una entidad gremial. 
 

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