Hace un tiempo comencé a recorrer los espacios del Area Cognitiva de la Fundación para el Progreso de la Neurología (Fupron), ubicada en calle Santa Fe 1224. El lugar alberga a adultos y adultos mayores con pérdida de sus capacidades cognitivas. Existen diferentes historias de vida y detrás de ellas, sus familiares, con la angustia de esposos y esposas, hijos e hijas.
El día comienza a las 8 con la llegada de los pacientes, allí se los recibe cada día con mucho cariño, se les prepara el desayuno y se los invita a acompañarlo con galletitas dulces o saladas. Siempre al lado de ellos está alguna de las profesionales.
En un principio, cuando recién ingresan, miran el lugar con desconfianza, creen que sus familias van a depositarlos en dicho lugar. Pero, al pasar las semanas, comprenden que sólo van a realizar el tratamiento que requiere cada uno; algunos van dos horas, ciertos días de la semana, y otros, cuatro horas diarias. El paso del tiempo hace que cada persona sienta a la institución como parte de su hogar y a las profesionales, sus amigas.
En cada uno de los talleres que se brindan se ubica a los pacientes en tiempo y espacio. Luego, comienzan las actividades, entre ellas arte, música, educación física, estimulación kinésica y cognitiva.
A medida que paso los días ahí con ellos, veo cómo trabajan con alegría, cómo cuentan tantas anécdotas, sus gustos, sus frustraciones y, lo más importante, la amistad que va floreciendo en ese ámbito, podemos llamarlo, educativo, donde aprenden unos de otros.
A veces no tienen ganas de trabajar, entonces se les proponen otras actividades, como cantar, bailar, juegos como el bingo, las cartas y siempre se les comparte algún mate. Son sus rostros los que demuestran lo contenidos que ahí se sienten.
A media mañana se vuelve a servir el desayuno porque es el horario en que algunos se van y otros llegan. Se los ve tranquilos mientras trabajan. Hoy la consigna fue “Malvinas, los recuerdos de aquella época”; algunos la cuentan de cerca, otros recuerdan el temor que había y las cosas que se hacían por los jóvenes soldados.
Ayer fue día de taller de música. Las mujeres bailaban al ritmo del tango. Algunas recordaban aquella época en que bailaban con sus maridos y llevan con elegancia a sus compañeras. Otras danzan sin importar el sonido, sólo buscan liberar el alma, disfrutando del ambiente generado por la música. Más tarde escucho cómo desafinan, ¡llegó el momento del canto! Pero antes escriben las letras de las canciones. Todos, a su manera, son ejercicios que generan bienestar y retrasan la enfermedad.
Hay días en que realizan educación física, se sientan en círculo para verse unos a otros las caras y realizan con delicadeza cada ejercicio acompañados de la radio. Los ejercicios son combinados con juegos. Todos son momentos de socialización que permiten generar largas charlas.
Hoy hablé con José, uno de esos tantos hombres que está orgulloso de sus hijos y nietos, que sabe que cada uno tiene su propia familia y que ha quedado solo en casa con su señora; él me expresó que “aquí” se siente contenido y entretenido. Para él se trata de una forma de seguir aprendiendo cosas nuevas. Cuando llega la hora de volver a casa pregunta: "¿Ya tengo que irme?".
Otros casos son muy distintos, están algo nerviosos y atentos por irse, cada vez que escuchan el timbre piensan que los buscan a ellos y si no, te dicen: “Espero que mi marido no se olvide de venir a buscarme”. Se trata del temor a ser abandonados y la fantasía de internación.
Una vez llegado el mediodía, es hora de regresar a casa; a muchos los viene a buscar el mismo remisero; otros se van acompañados de su enfermero, pero cuando ven una cara nueva se ponen nerviosos al desconocerla. ¡Hay tantas cosas que debemos tener en cuenta con ellos!
Cada día trae nuevos desafíos, en la medida en que los familiares que atienden a una persona con deterioro cognitivo (con algún tipo de demencia) tienen que enfrentarse a los cambios en el nivel funcional (y de capacidad) y en los nuevos patrones de conducta del paciente.
Por eso es importante incorporar el ejercicio dentro de la rutina diaria, mejorar la salud y también puede convertirse en una actividad importante que la familia puede compartir con ellos, como caminar, nadar, jugar tenis, bailar o trabajar en el jardín. Lo importante es mantenerlos activos mediante tareas simples y estructuradas que les puedan agradar, como por ejemplo:
-Comprar o anotar en la lista para el supermercado o despensa. Invítelo a que escriba la misma.
-Realizar ejercicio físico, como caminata, bicicleta y natación.
-Proponerle actividades que lo hagan sentir funcional en el ámbito del hogar.
-Realizar actividades recreativas.
-Crear una rutina estable y estructurada que posibilite la organización de su cotidianeidad.
-Recordar actividades que antes las realizaba por sí solo y que eran de su agrado, con fin de retomar alguna de las mismas, en compañía de otro adulto.
La cotidianeidad y la sistematicidad en la estimulación recibida es algo que se trata de incorporar desde el Area Cognitiva de Fupron y, mediante este relato, quiero invitarlos a conocer este hermoso lugar, desde donde se recibe a pacientes con deterioros cognitivos y demencias, donde se realizan talleres de estimulación cognitiva para adultos sin patología alguna y donde se brindan grupos de apoyo para familiares de la enfermedad de Alzheimer y alteraciones semejantes (ALMA) y talleres para ejercitar la memoria, entre otras actividades.
Desde Fupron se busca potenciar las capacidades de los pacientes, desde cada una de las actividades que se proponen, pero el sostén más importante es la familia, con la que comparten a diario sus vivencias.
Para finalizar, quisiera dejar una frase: “En la vejez no nos deben preocupar las arrugas del rostro, sino las del cerebro”.
Mayra Reynoso
Técnica Superior en Comunicación Social
Fundación para el Progreso de la Neurología (Fupron)