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22 de Abril de 2014
ENTREVISTA - LUCAS BASUALDO
Vivir para contarlo
Lucas Basualdo hace ocho años sufrió un accidente de aviación y salvó su vida por milagro. Hoy su silla de ruedas no es un obstáculo para practicar pesas y natación
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Lucas en la línea de partida de la Maratón de la UNVM, disputada días atrás

 

Entrevista Gustavo Ferradans
 
Lucas Basualdo tiene 33 años, nació en Silvio Pellico, pero vive en Villa María. Jugó al fútbol gran parte de su adolescencia, y hoy practica pesas en forma competitiva y natación como complemento de su entrenamiento, hace pocos días corrió su primera maratón. También forma parte del grupo que impulsa el proyecto para que se practique en la ciudad tenis adaptado. Todo eso pareciera algo común, si no fuera que Lucas se moviliza en una silla de ruedas.
Nació el 20 de febrero de 1981, se crió y estudió en Silvio Pellico, aunque ahora hace varios años está radicado en Villa María, “es por el tema del kinesiólogo, si no seguiría en el campo, en Silvio Pellico, aunque no puedo hacer el trabajo de obrero y tampoco es mucho lo que podría hacer en las tareas administrativas. Allá viven mis viejos y mi abuela materna, soy hijo único. Ahora estoy solo. Tuve una novia el año pasado, pero fue algo efímero. Empecé el año solo y ahora pretendo dedicarme a lo mío. Igual salgo con mis amigos, vamos a Jet-Set, o a Quinoto. Ando por todos lados. En esos lugares nos aceptaron y hubo una muy buena integración. En uno hicieron un ascensor y en el otro construyeron baños adaptados”, comenta el integrante de la Asociación Ruedas en Acción.
 
El accidente 
Su vida tuvo un cambio rotundo el 12 de marzo de 2006, cuando la avioneta Cessna 150 que piloteaba se estrelló contra el costado de una vivienda en barrio Carlos Pellegrini (de esta ciudad), impactando antes contra una camioneta, cuando intentaba un aterrizaje de emergencia. Tenía 24 años y viajaba junto a otro piloto de Marcos Juárez, Cristian Rodríguez (25), el que, producto de las lesiones recibidas, falleció una semana después. 
Lucas luego de varios días en terapia intensiva en un nosocomio de la ciudad de Córdoba inicio una lenta recuperación, y las lesiones en su columna le generaron una discapacidad motriz. Hoy va y viene por la ciudad todos los días en su “descapotable” (como llama a su silla de ruedas), le gusta el deporte y lo sigue practicando, dejando en claro que nada es imposible cuando uno se lo propone. 
 “Fue un accidente con algo de suerte para mí. La mayoría de los mismos son mortales y son muy pocos los que se salvan. Hacía desde 2003 que volaba y tenía más de 180 horas de vuelo. Para pilotear aviones se hace un curso de 40 horas y luego arrancás de cero sumando horas y sos piloto deportivo. No cobrás hasta las 200 horas, donde ahí rendís la primera licencia para ser piloto comercial, que te habilita para ser taxi aéreo, fotografía aérea, para transportar paracaidistas o ser aero-aplicador (fumigador) o apagar incendios. A partir de las 400 son instructor; después de las 800 sos piloto comercial de primera, que te habilita para trabajar en una aerolínea y a las 900 son Línea Transporte Aérea (LTA). Ahí sos un “capo-capo”, comenta Lucas.
 “No volví a volar, pero si lo hiciera lo haría como pasajero o bulto. Yo sé que me encantaría volver. Mi pasión es el deporte y el volar una de ellas. Creo que si volviera a volar me pasaría de vueltas y ahí terminaría con el “pijama de madera”, seguramente”, relata con un toque de humor negro, que también es habitual en su grupo de amigos “rengos”, como se autodefinen. 
“Solamente he volado con mi imaginación, pero no conozco ni siquiera el nuevo aeropuerto”, agrega.
 
Sanar con humor
“Al humor negro, con mis pares lo tomamos muy a risa, es algo que para nosotros es liviano pero notamos que al resto de la gente le choca. Entre nosotros nos hacemos bromas muy oscuras y la gente se queda mirando y no sabe si reirse o darte un correctivo. Siempre digo que el reirse es la mejor forma de aceptarse a uno mismo, sea como sea, riéndose de uno mismo. Es una forma de aceptarlo, si bien es un cambio que tuvo un cierto proceso y duelo. Me miraba en las fotos y me chocaba verme en la silla. Eso cambió cuando empecé a frecuentarme con otros pares, otros rengos, otros colegas de rueda, y ahí nos fuimos curando; si bien algunos nacen con una silla de ruedas y otros la adquirimos con el tiempo. Muchos tuvieron gran parte de su vida de bípedos y luego en un abrir y cerrar de ojos se encontraron sentados hasta la eternidad, salvo que la ciencia invente algo para restituir todo lo roto. Esa fue mi curación y creo que fue mutua. Fue una suerte de terapia, nos fuimos ayudando y acompañando”.
El accidente provocó un cambio rotundo en su vida: “Se te cambia la vida, los parámetros y las circunstancias y también los objetivos. Yo tenía una vida casi hecha, yo me veía laburando en una aerolínea, con familia, viajando a cualquier parte del mundo llevando gente y encima cobrando para hacerlo y viviendo un poco en cada ciudad. Tuve que cambiarlo, y poner las ruedas en la tierra y que quedara como un pensamiento casero y a partir de ahí darle otro enfoque y ver qué alternativas me presenta la vida”.
 
La ciudad
“Yo hago entre 20 y 40 cuadras por día en mi ‘descapotable’, y en ese trayecto me encuentro con más de seis autos tapando una rampa. Al principio me enojaba, me enervaba la sangre, quería prenderlos fuego. ¿Dónde está la educación vial? Primero que nada no se puede estacionar en una esquina, salvo estar cinco segundos para subir o bajar a alguien. Pero estar varios minutos no podés, aparte está pintado de amarillo, y hay una rampa. ¿No lo ven?  Ahora me quedo esperando y no digo nada, sólo los miro. Cuando se dan cuenta piden disculpas. Esto me ha pasado por distintas ciudades del país. Pero acá, hace un tiempo me pasó algo único, fue en la esquina 9 de Julio y Corrientes. A una persona que estaba en un Peugeot 206 le pedí si podía mover el auto, que obstaculizaba la rampa y cuando pasé me insultó porque no le pedí disculpas. Me di vuelta y le dije ‘¿usted se da cuenta lo que hace?’. Fue la primera vez que alguien me insultaba por hacerle mover el auto, siendo que él estaba mal estacionado”.
Luego comentó: “En el Sport mejoraron la rampa de la entrada. Hicieron más baños adaptados. Con la pileta climatizada que se está construyendo van a incorporar un vestuario adaptado, de a poco nos empiezan a ver y Villa María se va integrando. Falta un poco más de concientización en la gente”.  
 
Era arquero
“Fui arquero. Atajé en todas las inferiores del Deportivo Silvio Pellico, empecé en novena y terminé en cuarta. Después me vine a terminar la secundaria acá y dejé un tiempo. Luego jugué en Unión Social de Alto Alegre, atajaba en reserva y era suplente en Primera del ‘Mono’ Zabala. Debuté en reserva frente a Española, en la primera fecha del torneo, donde ambos debutábamos en el torneo de la liga. Casi debuto en Primera, porque hubo un penal y a Zabala no le sacaron tarjeta roja, por último recurso. El árbitro se apiadó. Terminamos perdiendo 10 a 1. Estuve cerca de un año y medio. Luego terminé la secundaria y me fui a vivir a Córdoba y no seguí jugando, ‘colgué’ los guantes”.
A mediados de los ´90 estuvo a un paso de irse a Newell’s. “En 1996, tenía 15 años, y pude irme a Newell’s, pero mi vieja no me dejó. En ese tiempo era visto como una travesura irse a jugar a esos clubes, no es un negocio como lo es hoy. De esa camada de jugadores que se fueron estaba Mauro Rosales. El entrenador Marcelo Alamo me había dado la posibilidad de probarme. Ese día había como seis arqueros de acá y quedé yo. Me salieron todas, durante dos prácticas, ese día estuve muy bien de reflejos y Alamo me quería llevar. Por entonces mi sueño era como el de Maradona, llegar a Primera y jugar en la selección. Me encantaban Navarro Montoya y Luis Islas. Los miraba mucho y le copiaba las técnicas, quería ser como ellos”, señaló.
 
Un apasionado
“Soy un apasionado por los deportes. En la escuela jugaba en los intercolegiales y me gustaba ver en televisión un programa que pasaban que era ‘Deporte en acción’, con Nicanor González del Solar. Y ahora que tengo tiempo, hago pesas, natación, el otro día corrí mi primera maratón y ahora estamos con un proyecto para jugar al tenis”, dijo.
 
Natación como complemento
“Jorge Costa me ofreció hacer natación, pero no como parte de mi rehabilitación, sino como deporte competitivo.  Fui a la Escuela Villamariense, yo sabía flotar, pero me están reeducando con la parte de la brazada. Voy diariamente desde 2009, voy casi todos los días. Eso me mantiene en estado”, comenta. “No compito, pero lo hago como complemento”, aclara.
 
Pasión por las pesas
“A fines de 2010, participé de una Clínica de rugby en silla de ruedas en Chapadmalal, a la que me invitaron. Esa especialidad la juegan solamente los que tienen sus cuatro miembros afectados, que son cuadripléjicos o tienen una parálisis cerebral. Yo soy amigo de los jugadores del seleccionado argentino, los conocí en Rosario a mediados de ese año y luego me invitaron a otra clínica en Chapadmalal, a fines de ese año”, comenta Lucas. 
Luego agrega, “ahí me presentaron a Matías Bernatene, que era el entrenador del seleccionado argentino de pesas olímpico y paraolímpico. Ahora lo remplazó otra entrenadora, pero Matías me dio la posibilidad de que en 2011 me fuera a Mar del Plata. Me entrené todo ese año allá, estaba 20 días allá y el resto del mes acá. Cada vez que viajo, voy solo para no tener que esclavizar a nadie a que me ayude, sólo pido que me ayuden a subirme al colectivo. Al principio no me gustaba, porque soy muy independiente y hay cosas que puedo hacer solo. Pero no me queda otra. Encima peso como 90 kilos y soy largo, mido 1,90, se necesitan dos personas para ayudarme”.
“He competido en torneos de las dos federaciones nacionales, la Alianza Powerlifting y la FEPOA, pero la más fuerte es la Alianza. Tengo 15 ó 20 competencias al año. Pero voy a unas 10 ó 12. La primera de este año fue este sábado. Y ahora espero poder participar del Sudamericano y el Mundial que se realizará en Villa María en septiembre”, destacó. 
“Gracias a las pesas conocí todo el país, de punta a punta, desde Río Gallegos hasta Humahuaca. 
Conocí parte de la costa atlántica, Cataratas del Iguazú, Buenos Aires, el norte del país. Mientras llegue el colectivo yo voy”, dijo Lucas
“Siempre participo en torneos de fuerza en banco. No sólo compito en torneos paraolímpicos, sino también convencionales. Oscar Soria me abrió las puertas en 2011. Fui a su gimnasio y me dijo ‘empezá mañana’; él me prepara los planes y me ayudan sus hijos Facundo y Federico para pasarme la barra. Ahora estoy levantando 120 kilos, bajé un poco. La parte paraolímpica tenemos como una camilla de una plaza donde extendemos las piernas y no es tanto como en el banco tradicional, que estás suelto. En la camilla uno tiene más estabilidad. Adaptarme al banco de convencionales fue todo un proceso”.
“Mi meta es estar en un Juego Parapanamericano o en un Paraolímpico. Para los Parapanamericanos del año próximo tengo pocas chances porque ya se completaron las plazas. Me prepararé para el siguiente. Tengo tiempo. Y veré en qué deporte. Competir en un torneo de ese nivel, debe ser único en el mundo. Si me dieran la posibilidad por supuesto que voy. Es muchísimo el apoyo que hay por parte de la Secretaría de Deportes de la Nación”.  
 
Tenis adaptado
“Hace un tiempo estamos intentando acá con los dirigentes del Sport Social Club y con la Municipalidad, de conseguir dos sillas para tenis. Hay otra chica de Villa María que es Mayra Sánchez, que quiere empezar. Estamos con eso. Habíamos empezado con tenis de mesa, pero no hay posibilidades de dejar las mesas armadas, porque está siempre ocupado. Son muchos los que juegan tenis de mesa en la ciudad pero no tenemos un espacio físico para dejarlas permanentemente”, destaca. 
“Ahora estamos viendo si se concreta el proyecto del tenis adaptado. Veremos si podemos tener esas sillas, que son diferentes, más aerodinámicas, con ruedas inclinadas, y empezaremos. Yo siempre fui fanático y veremos en qué deporte puedo participar de uno de esos torneos, si en pesas, tenis o atletismo”, añadió.
 
Su primera maratón 
“El otro día participé de la Maratón de la Universidad Nacional y me dejó una sensación hermosa. Salí primero y terminé último, pero no me importó porque la terminé. Fui contra mí mismo. Mis compañeros de categoría contaban con sillas adaptadas y yo con la convencional. Era como competir un Fiat 600 contra una Ferrari.  Cuando hice la segunda brazada, ellos ya estaban cerca de las compuertas. Imaginate, yo no había terminado de pasar el Polideportivo y ellos ya habían llegado a la bajada Entre Ríos. Ellos corrían en sillas aerodinámicas que pesan unos cinco kilos y están hechas para ese deporte y yo lo hacía con la ‘descapotable’ que uso a diario para movilizarme por todos lados. El primer tramo, hasta el Rosedal o hasta el Cristo Redentor, me dejaron los brazos molidos. Luego el acostumbramiento le ganó al cansancio. Cuando terminé, sentía que podría haber hecho una vuelta más, me quedaban energías. Tenía la adrenalina a flor de piel. Luego estuve hablando con Carola Doñate (entrenadora de la UNVM), para ver si iniciamos un primer proyecto  de atletismo adaptado desde la Universidad y yo ser un poco el impulsor. Ahora me tengo que juntar con la licenciada Daniela Dubois, de Bienestar Social”.
 
Me gustaría correr un Ironman 
“Hace poco miraba en YouTube un video, en el que un padre competía junto a su hijo que sufre parálisis cerebral, en el Ironman de Hawaii, y me dije ‘si él pudo, ¿por qué yo no?’. El padre ha corrido triatlones y ahora lo hizo en uno de los más exigentes como el de Hawaii. Llevaba a su hijo en una silla. Ya hizo tres Ironman. Suena utópico, pero tal vez un Medio Ironman lo puedo hacer. Estuve conversando con Martín Capriotti, que hizo varias de esas pruebas, me contó cómo era esa prueba, que es durísima”, destacó. 
“Dejame agradecer a Jorge Costa, a Oscar Soria, Roberto Castellari y a Fernando Badrán por todo lo que me ayudan para que pueda practicar estos deportes”, concluyó.
 
Frases
“El accidente me cambió todo. Yo tenía una vida casi hecha, me veía laburando en una aerolínea y  viajando a cualquier parte del mundo. No volví a volar”
“Yo hago entre 20 y 40 cuadras por día en la silla, y en ese trayecto me encuentro con más de seis autos tapando una rampa. Al principio me enojaba. ¿Dónde está la educación vial?”
 “Yo era arquero, y en 1996, estuve a un paso de ir a Newell’s, pero mi mamá no me dejó. Tenía sólo 15 años. El que fue del grupo que pasamos la prueba con Marcelo Alamo, fue Mauro Rosales”
“En la maratón, mis compañeros de categoría contaban con sillas adaptadas y yo con la convencional, mi ‘descapotable’ con la que ando todos los días”
 
“Soy un apasionado de los deportes. Ahora que tengo tiempo, hago pesas, natación, el otro día corrí mi primera maratón, quiero jugar al tenis adaptado y correr un Medio Ironman”
 

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