Desde un punto de vista urbanístico, la contaminación visual es un tipo de trastorno callejero que parte de todo aquello que afecte o perturbe la visualización de sitio alguno o rompa la estética de una zona o paisaje, y que puede incluso llegar a afectar a la salud de los individuos o zona donde se produzca el impacto ambiental.
Ciertos elementos no arquitectónicos que alteran la estética, la imagen del paisaje tanto rural como urbano y que generan, a menudo, una sobreestimulación visual agresiva, invasiva y simultánea.
Dichos elementos pueden ser carteles, cables, chimeneas, antenas, postes y otros elementos que no provocan contaminación de por sí, pero mediante la manipulación indiscriminada del hombre (tamaño, orden, distribución) se convierten en agentes contaminantes.
A la superpoblación de señales, signos y símbolos se ha agregado recientemente el descuido por aquella cartelería que se deteriora por razones climáticas o por el simple paso del tiempo.
Villa María, concebida como ciudad que intenta atraer al turismo debería cuidar con más detalle su despliegue visual. Ya son muchos los espacios publicitarios en mal estado que no parecen interesar en nada a sus dueños.
La bienvenida permanente a los visitantes, y la autoestima de los propios villamarienses debe ser una preocupación relevante de autoridades, comerciantes y dueños de inmuebles.