La historia de Fabricio con el violín podría contarse a través de dos libros, el que siempre quiso escribir y clausuró hace más de diez años, y el que nunca se imaginó que compondría y que acaba de ver la luz. Acaso porque su historia es parecida a la de tantos hombres, Fabricio encontró su equilibrio a mitad de camino entre el ideal y el realismo, entre el sueño de la primera juventud y las prioridades de la madurez, entre el romanticismo del cuerpo y el clasicismo del alma, entre el azar del mundo y la necesidad del espíritu.
Este violinista que alguna vez se perfilaba como una promesa nacional, tuvo que dejar el “alto rendimiento” por inesperados problemas físicos a fines de los ´90. Sus codos y sus vértebras le dijeron “basta”, como una rodilla rebelde que retira a un futbolista brillante. Y así, con sólo 18 años, el pibe que la “rompía” en las clases del eximio Szymsia Bajour y se había perfeccionado en Alemania (por esa época ya tocaba un 75% de las posibilidades ontológicas de su instrumento) tuvo que dejar los ensayos exhaustivos. Y junto a eso, su sueño de interpretar a Bach en el más alto nivel y convertirse “oficialmente” en lo que siempre sintió ser, un “mensajero del músico más expansivo del universo”. Esa clausura implicó, desde entonces, centrarse en el estudio de la fisioterapia para resolver su problema (que aún persiste pero no lo pudo sacar de conciertos locales y provinciales). También implicó el abandono de una biografía sobre Bach que había empezado a bocetar y el abrazo a la docencia como un destino, esa a la que Fabricio se consagraría en cuerpo y alma.
Pero a Valvasori no le alcanzó “sólo con dar clases”. Hombre de empresas desmesuradas, no podía entender que en la pedagogía de su amado instrumento no existieran libros para profesores que pretendieran formar alumnos en, por lo menos, el 60% de su competencia. Había, sí, manuales para principiantes o libros para virtuosos pero nada para el grueso nivel intermedio. Al menos no lo había en nuestro país ni en nuestra lengua. Y así, un apunte que Fabricio escribiera para sus alumnos apenas ingresado al conservatorio se convertiría con el tiempo en el boceto de un libro prodigioso; ese que demoró once años en terminar y que consta de 504 páginas, 50 capítulos, 390 ejemplos musicales, 271 fotos, 63 gráficos, 12 tablas, 247 notas al pie y 6 apéndices. Y sobre todas las cosas, cuenta con la pasión casi religiosa conque este docente que se declara “sin religión” lo escribió, como si trazara un compendio para él mismo cuando recién empezaba a tocar; para ese chico de la tapa que es él mismo en el año 1985 y que (el maestro ya lo sabe) vivirá para el violín.
El joven virtuoso que salió lesionado de las grandes ligas una tarde del Siglo XX le dejó su lugar al profesor obsesionado por el arte de enseñar del Siglo XXI. Y desde ese nuevo puesto en la cancha, Fabricio la siguió “rompiendo”. Hizo de su vida una misa pasional como las de Bach, en donde cada rosario de sonidos es una invitación al vía crucis personal, a entregarse en cuerpo y alma a una vocación y a un destino.
De las biografías de Bach a la pedagogía musical
-Entonces, ¿empezás a escribir tu libro hace más de diez años y casi sin darte cuenta?
-Técnicamente sí, porque en 2003 entré al conservatorio y para dar unas clases sobre los “golpes de arco” preparé un apunte. Ese fue, podríamos decir, el primer boceto, unas 17 páginas que luego amplié a 40 y se volvieron uno de los capítulos del libro. Pero creo que a esta iniciación a la música la empecé mucho antes, en el ´97, cuando tuve que hacer la tesis para Collegium (Córdoba) sobre el violín. Tuve que leer un montón de bibliografía, mucha de la cual no estaba en castellano. Incluso mi viejo me ayudó un montón traduciéndome el libro de Carl Flesch del italiano. Con esa tesis empecé a aprender muchísimo, sobre todo acerca del modo de enseñar mediante la descripción.
-También pusiste en práctica innovaciones pedagógicas tuyas…
-Sí, porque a los 20 años empecé a darle clases a un chico de 4 años de Córdoba. Aproveché esa experiencia para meter ideas mías que consigno en el libro. Hoy, ese chico de 4 años tiene 21 y está tocando en un altísimo nivel en los Estados Unidos. Se llama Jeremías Francisco Sergiani Velázquez y es uno de los mejores violinistas del país.
-Se dice que si un alumno no supera a su maestro, ese maestro ha fracasado...
-Por eso estoy más que contento, porque hoy el “Jere” me pinta la cara y hasta me podría dar clases a mí (risas).
-Al principio soñabas con escribir una “vida de Bach” ¿no es así?
-Era mi obsesión. Hasta que un día en Córdoba me topé con una biografía escrita por un organista y musicólogo alemán, Christoph Wolff, decano de la Universidad de Harvard. La obra se llamaba “Bach, el músico sabio”. Y hojeándolo descubrí con alegría y desilusión a la vez, que el autor había pensado los mismos pasos que yo, los mismos cuadros, mapas y una recopilación fabulosa sobre el músico más expansivo del universo. Así que simplemente lo compré y el sueño quedó trunco.
-También tocabas sus obras todo el tiempo…
-Por esa época yo profesaba el más grande y ferviente fanatismo hacia Bach, hasta el punto que creía ser un verdadero “mensajero” de sus notas divinas, un “mensajero más” de los tantos Mensajeros de Bach que ha dado la historia. Y sí, adonde iba tocaba y difundía su música…
-Pero dejaste de lado Bach y volviste a leer pedagogía para escribir tu libro…
-¡Claro! Y eso fue porque tuve necesidad de una apoyatura más completa. Empecé en el 2008, conseguí más de 20 libros y los resumí. Pero como todos eran muy complejos o muy básicos, necesité buscar un punto intermedio para armar esta enseñanza. Así que un día me dije: “Ahora voy a hacer de cuenta que no leí nada y voy a describir todo desde cero, desde el momento en que un alumno viene por primera vez y le enseño desde cómo afinar el violín”.
-Por eso proponés “una guía posible para profesores principiantes”…
-Es que al libro lo van a poder leer anticipadamente quienes por primera vez vayan a dar clases. Hay muchos violinistas que saben todo lo que yo explico pero eso no quiere decir que lo sepan enseñar.
-También te sirve a vos para tus clases, ¿no?
-Sí, porque muchas veces las clases son demasiado breves para explicar un tema como el de los golpes de arco que te contaba. Y a la vez son temas fundamentales que se necesitan expandir.
Un homenaje a la enseñanza
-Me decías que la bibliografía para aprender violín es muy compleja o muy inicial, ¿a qué se debe que falte lo intermedio?
-Tiene que ver con cierto “celo” por la transmisión del conocimiento de maestro a alumno; pero también conque un violinista se dedica a la enseñanza inicial o entra a tocar en una orquesta. Y si das ese salto, quizás le resulte tedioso explicar cosas para los niveles intermedios ya que está haciendo lo más lindo que se puede hacer con un violín que es tocar. Describir cada paso es sumamente largo, detallista, quisquilloso…
-¿Querés decir que si hubieras seguido tocando en el nivel de tus 18 años no te hubieras sentado nunca a escribir este libro?
-Probablemente no. O a lo mejor hubiera hecho como los demás, dedicarme a enseñar desde un nivel alto para arriba. Pero no, el libro está pensado para tocar desde cero hasta un 55% ó 60%, tomando como un 100% a los grandes virtuosos como David Oistrakh o en Argentina a Xavier Inchausti. La meta fue llenar ese bache.
-¿Qué tiene tu libro que no tienen los otros que leíste antes de escribirlo?
-La profundidad y la continuidad. Muchos de estos veinte libros son tipo vademécum, como recetarios para lograr tal o cual técnica. En cambio yo me explayo y hablo constantemente de David Oistrakh, de Sarah Chang, de Julia Fischer, y los remito a un video de esos grandes maestros. Esa unión de la teoría con la práctica no está en ninguno de los otros libros.
-¿Y los “defectos” de los violinistas?
-¡También! Muchas veces critico algunas posturas pero digo que tal violinista virtuoso las usa. Eso quiere decir que hay cosas que no son malas “per se” pero sí para ser estandarizadas. Muestro constantemente la excepción y la regla. El libro tiene una actitud abierta porque si todos tocaran de la misma manera ¡sería aburridísimo!
De y para maestros argentinos
Entre la veintena de libros que Fabricio ha coleccionado en estos años, se cuentan algunos títulos criollos: “La dinámica del violinista” de Carlos María Ramos Mejía, “Cuando tocar el violín se convierte en Arte”, de Narciso Benacot, “Ayudando a doña Memoria”, de Lara Perea Muñoz, “Técnica integral de violín”, de José Bagnati y la “Iniciación al violín en grupos”, de Ljerko Spiller, uno de los primeros violinistas que vino de Europa. Entre todos estos libros, asoma la tapa del nuevo hermano de camino en esta colección pedagógica, el único ejemplar que por ahora le han dado a Fabricio (el resto se está vendiendo en la Feria del Libro de Buenos Aires).
-¿Qué lugar ocupa tu volumen en medio de esta galería nacional?
-Yo no hubiera podido escribir mi libro sin haber leído antes todos estos. Y lo mismo les pasó a maestros como Benacot o Bagnati. Es raro, pero en los conservatorios hay muy poco de los maestros argentinos y casi nada que sea un reflejo de la actividad pedagógica. Este libro pretende reflejar esa actividad y a la vez homenajear su enseñanza. Quería reunir lo que más pudiera, plasmando la realidad del que enseña.
-Decís en un texto “el libro daría nacimiento a la formación docente para violinistas, materia inexistente pero imprescindible en este campo de la enseñanza”…
-Parece una paradoja pero es así. Cuando existía el profesorado de violín, teníamos pedagogía y didáctica general pero no del violín. Este libro pretende dar inicio a la pedagogía específica del instrumento porque en Argentina no existe y estaría bueno que existiera. Desde ahora los maestros podrán contar con un corpus de conocimientos ordenados para luego ampliarlos en la dirección que necesiten.
-¿Qué expectativas tenés para con el libro?
-Me gustaría mucho organizar una jornada pedagógica para presentarlo y venderlo, invitando a todos los conservatorios de la provincia (Córdoba, Cruz del Eje, San Francisco, Río Cuarto, Marcos Juárez, Bell Ville) al de Villa María, que sería la sede. Me gustaría que vinieran profesores del método Suzuki, alumnos de todos lados y que hablemos de música. Ojalá que lo pueda hacer a fines de mes. Esas son, al menos, las expectativas “oficiales”…
-¿Por qué? ¿Hay otras expectativas “no oficiales” también?
-Sí, los ecos inesperados que pueda generar el libro. Hace unos días, me comentaron que la directora del método Suzuki de Córdoba compró un ejemplar en la Feria de Buenos Aires. Esa mujer me adoraba como a su hijo menor. A eso me lo dijo una de sus hijas. Y por lo visto, no se olvidó nunca de mí. Creo que con eso ya me doy por hecho ¿Qué otra cosa le puedo pedir al libro que el amor vuelva de manera tan maravillosa?
Iván Wielikosielek