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12 de Mayo de 2014
Informe especial - Tercera parte - Tiros, violencia y droga
“Por cada quiosco de droga que se cierra, abren tres”
El abogado penalista Marcelo Silvano considera que el flagelo está presente en la mayoría de aquellos que delinquen, pero que sólo se la ataca en forma superficial
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Cómo abogado penalista, cuya tarea es “defender al que supuestamente cometió un delito”, según él mismo explicó, Marcelo Martín Silvano ha conocido en profundidad la realidad que hay detrás de aquellos que alguna vez robaron, mataron, portaron armas o cualquier otra yerba que lleva a una persona a tener conflictos con la Justicia.
Con ese bagaje y en relación a los tiroteos que se dieron la semana pasada en distintos barrios de la ciudad, asegura que la principal causante es “la droga barata que les quema la cabeza”, pero que también tiene mucho que ver “que no puedan conocer otra realidad y que les den un subsidio en vez de la posibilidad de dignificarse con trabajo”.
Además, el letrado se lamenta cuando cuenta que “sigue habiendo una gran cantidad de armas ilegales dando vuelta por la calle y a las cuales mucha gente tiene acceso” y considera que las largas penas en prisión no son más que una solución temporaria si no se les ofrece “la posibilidad de cambiar algo”.
-¿Qué hay detrás hechos como los tiroteos que ocurrieron la semana pasada?
-El mayor problema es la droga. La droga barata que consumen, sobre todo la gente de escaso nivel económico, que les termina quemando la cabeza. Cuando una persona actúa bajo esos efectos podés esperar cualquier cosa, con todo el riesgo que significa para la sociedad.
Pero acá el problema es estructural, no de barrio o de la ciudad, sino del país. Hay que empezar a educar a la población y darle una posibilidad de cambiar. Hay una política de subsidio en donde en vez de enseñarle a trabajar, darle un trabajo estable y dignificarlo, lo que hacemos es subsidiarlo. Entiendo al subsidio indiscriminado como una falta de respeto a la gente humilde. La gente necesita estar dignificada, no sólo que les den el dinero, y para eso debe obtener las cosas mediante su propio esfuerzo.
-Usted ha conocido más profundamente la realidad de la gente que está involucrada en un delito, ¿qué realidad esconde?
-Es una cuestión generacional y de educación. Es decir, a las posibilidades que se le dan a una persona desde niño.
Si vos tenés a tu abuelo que estuvo preso por robar, a tu papá preso por lo mismo y el único trabajo que viste hacer en tu casa es quitarle las cosas a la gente, ¿cuál es la posibilidad que te queda de hacer otra cosa?
Además, en el caso de los tiroteos, averiguá a quién le pegaron un tiro, quién fue el que disparó y fijate cuántos problemas de droga tiene y cuántas veces estuvo internado en el hospital por desintoxicación. El fácil acceso a la droga que tiene la gente que padece esa realidad es el problema principal, pero ¿a quién se detiene? Se para al quiosquero que vende dos ravioles para consumir o al que vende tres porros, en vez de parar al grande. Así, por cada quiosco de droga que se cierra, abren tres.
-¿Qué les dice a las personas a las que les toca defender?
-Yo les digo “loco, dedicate a laburar de albañil, vas a ganar más plata y a vivir más tranquilo”, lo que hacen no tiene sentido y uno se los trata de explicar. Que en el fondo ganan más trabajando que “laburando” en el delito, no les sirve absolutamente de nada porque después los detienen, caen frente al abogado y él se lleva más plata que todos los otros. Entonces, ¿para qué fuiste a robar si después le tenés que pagar los honorarios al abogado, que son carísimos?
-¿Y que respuesta obtiene?
-“Sí, doctor. Sí, doctor, tiene razón”. No dicen más que eso. Les digo “¡escuchame, sos un tonto bárbaro, por robar un par de zapatillas gastas 15 mil pesos en la defensa penal, por esa plata te hubieras comprado 100 pares!”. Pero cuando hacen eso no saben lo que están haciendo, porque están drogados. El consejo que damos los abogados, porque creo que todos lo hacemos, es más o menos el mismo.
-¿Tienen un acceso muy fácil a las armas?
-Lamentablemente tienen un gran acceso a las armas, porque sigue habiendo una gran cantidad de armas ilegales dando vuelta por la calle, no importa el barrio. En los barrios más complicados, como San Martín, San Nicolás, hay gente muy buena y muy trabajadora. Pero en materia de ilegalidad, el tema de las armas es una cuestión de oferta y demanda. Al haber oferta de armas ilegales, siempre va a haber alguien que las compre, como cualquier objeto robado.
Hubo una época en que se vendían muchos estéreos robados de autos y ahora prácticamente eso ya no pasa, porque por diferentes cuestiones dejó de ser un negocio y ya no se compran. Con el tema de las armas pasa exactamente igual, el problema es una cuestión de la gran oferta que anda dando vueltas en el circuito.
-¿Qué otra cosa influye para que actúen de esta forma?
-También hay una cuestión de educación en general por parte de la sociedad, en la cual la gente hace una gran distinción entre las clases. Hay gente que discrimina, por ejemplo, alguna parte de la fuerza policial. Ojo, no digo toda porque hay buenos policías, pero sí están aquellos que actúan de cierta manera que destruyen el autoestima a las personas. Es decir, el hecho de andar en una motito con una mochila y una gorrita ya te hace candidato número uno a que te detengan por contravención. Yo les digo que no usen más la gorrita porque la Policía, lamentablemente, hace abuso. La gente que más poder tiene hace abuso.
Entonces esa gente, con la educación que tiene, toma en su poder un arma y cree que puede pegarle un tiro al otro sólo por tenerla. Y eso significa que van a ir presos, que la familia se va a endeudar para poder pagar el abogado y no se dan cuenta de esas cosas. ¿Por qué? Porque la droga les quemó la cabeza. 
-¿El castigo de la ley sobre estar personas es suficiente para cambiarlos?
-Ahí entramos en la discusión si la pena de prisión sirve o no sirve o si produce algún resultado positivo. Con el tiempo nos hemos dado cuenta de que con poner penas altas no solucionamos absolutamente nada, porque en algún momento van a volver a salir en libertad y van a volver a cometer delitos. El tema está en darle una solución de fondo a esa persona a la que se encierra. Si no, lo único que se logra es sacar el problema de la calle durante dos o tres años, pero continúa, e incluso aparecen más, que cuando los metés presos salen los otros que habías metido antes. La solución es darle la posibilidad de cambiar algo.
-¿Y cómo cree que puede hacerse?
-El problema es no darle la posibilidad a la gente de trabajar. Que vean que con el tiempo van a poder hacerse su casa, criar a su familia, mandar los hijos a estudiar y poder tener un autito. El Estado se cansa de contratar personas y de dar subsidios, pero ¿por qué no le dan un subsidio a cada persona que sale de la cárcel?, no para que se quede en su casa mirando la televisión, sino para que trabaje para el municipio, que barra las calles, lo que sea. Que le paguen un sueldo, le ofrezcan atención médica y le mantengan ese trabajo durante seis meses o un año. Así después esa persona puede ir a buscar trabajo con el último antecedente de haber hecho algo y no sólo de haber estado preso. Ahora, si esa persona sale de la cárcel y va a buscar trabajo directamente, ¿vos se lo das? No se lo da nadie.
 
Damián Stupenengo

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