No falta el cordobés al que se le hinchaba el pecho por creerse que nuestra provincia era la única que albergaba sierras, y que cae en estado de depresión al darse cuenta que San Luis también tiene. Ni hablar ahora que se entera de que la misma Buenos Aires disfruta de las suyas: las Sierras de la Ventana, una cadena montañosa ubicada al sudoeste del distrito más grande del país, y que encima son muy bonitas “Pará, pará, por qué no me arrancas el corazón y se lo tirás a los perros, por Dios”, exclama el fanático y exagerado amigo, completamente fuera de sí. Mejor no avisarle de los montañonones que hay en Mendoza, y en San Juan, y en La Rioja, y en Catamarca, y en Tucumán, y en Salta, y en Jujuy, y en Neuquén, y en Río Negro, y en Chubut, y en Santa Cruz, y en Tierra del Fuego. Se le va a venir el Valle de Calamuchita abajo, muy abajo.
Estas Sierras de la Ventana se alzan cerca de la población homónima, dentro del Parque Provincial Ernesto Tornquist. Lucen casi 200 kilómetros de extensión y están compuestas por distintos cordones y cerros, entre ellos el Destierro Primero, el Cura Malal Chico y el Cura Malal Grande. La falta de onda de los nombres es una de las preocupaciones cardinales de los administradores del lugar, quienes estarían pensando en cambiarlos por “Alegría”, “Jajaja” y “Alejandro Sabella”, respectivamente.
Pero en verdad, el cerro que destaca es el que bautiza a toda la cosa: el Ventana, que se llama así por el hueco que hay en su cima, y que permite ver el espléndido paisaje circundante de ondulaciones y roca como si se tratara de un inmenso tragaluz. Tiene casi 1.200 metros de altura, apenas unos menos que el más grande de la cadena, el Tres Picos. “¿1.200 metros? Qué montañita de morondanga. Ni se le arrima al Champaquí”, dice con júbilo el personaje del principio, y se va contento y feliz. Evidentemente, está muy mal de la cabeza.