En pocos días se cumplirán cuatro décadas de aquella triste jornada de 1974. El resplandor del sol patrio del 25 de Mayo vence la oscuridad de la noche y en un departamento en Recoleta, ciudad de Buenos Aires, un hombre respira con dificultad. Está muy agitado, se pone de pie, nota que todo a su alrededor se mueve, la respiración se le entrecorta. Va en busca de un remedio, se da cuenta que debe llamar a Clarita que está en la cama dormida, pero la voz le abandona y el grito queda en mueca silenciosa. Ya no tiene fuerza para sostener su gruesa figura y cae. Con una mano rompe el vidrio de la ventana. El ruido interrumpe el sueño de su compañera Clarita que inmediatamente llega a su lado, pero Arturo Jauretche ya está muerto. Según Norberto Galasso en su libro “Jauretche. La revolución inconclusa 1955-1974” para entonces llevaba “consigo la carga de varios meses de intensa expectativa política, de tristezas profundas e indignaciones reprimidas”. Aunque el Gobierno nacional de entonces adoptó el silencio, diferentes sectores políticos reconocieron la tristeza que producía esa importante pérdida.
Arturo Martín Jauretche, tal era su nombre completo, había nacido en la localidad de Lincoln, provincia de Buenos Aires, el 13 de noviembre de 1901. Era uno más de diez hermanos criados en un hogar conservador. Como el mismo solía repetir, tenía los años del Siglo XX, pero aquella madrugada ya no pudo continuar la marcha de esa convulsionada centuria.
Radical y peronista
Junto a su amigo Homero Manzi conoció a Perón poco después del golpe de 1943. Lo entrevistaron en el despacho del Ministerio de Guerra y poco tiempo después tuvo una tarjeta que decía “audiencia permanente” y según dijera el mismo Jauretche “y todas las mañana conversaba con él (…) durante más o menos de un año tuve un contacto casi diario y largo con el entonces coronel…”. En esos encuentros Arturo le habló de todo aquello que desde hacía años venía predicando desde el grupo de Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA).
El que literalmente había visto morir a Hipólito Yrigoyen, en relación a aquellos inicios de Perón en la política argentina dijo “yo vi madurar su pensamiento. Aprecié su gran elasticidad, esa su actitud que yo diría periodística, para ver panorámicamente las cosas”. Junto a otros radicales fue fundador de FORJA donde rescataban posiciones del ideario de Hipólito Yrigoyen propiciando una línea de pensamiento nacional. Son conocidas las historias acerca de las visitas de Arturo Jauretche a Amadeo Sabattini en esta ciudad de Villa María. Vino a ejercer lo que había realizado con otros líderes radicales, un puente entre Perón y los hombres del partido de Yrigoyen. Sabattini, entonces exgobernador de Córdoba y líder de los intransigentes del radicalismo, lo recibió en nuestra ciudad. Las charlas se extendieron, incluso según le habría confiado Sabattini a Jorge Farías Gómez y éste a Félix Luna, todo desembocó en un encuentro de quince minutos entre el caudillo cordobés y Juan Perón. Los líderes no llegaron a un entendimiento.
Más allá de la suerte del diálogo con Sabattini, Jauretche resultó imprescindible a la hora de acercar hombres del radicalismo a las filas del movimiento que organizó Perón. Logró que fructificara la estrategia que él mismo había planteado en una de sus obras “radicalizar la revolución y revolucionar al radicalismo”, así se sumaron a la fuerza política naciente Hortensio Quijano, Juan I. Cooke y Armando Antille. Por su parte el médico radicado en Villa María, el político de raigambre yrigoyenista más importante del momento, se mantuvo en su lugar dentro de la Unión Cívica Radical.
Escritor de peso
La dilatada vida política de Jauretche, dio interesantes frutos imposibles de sintetizar en esta página, pero sí vale señalar que fue un intelectual que aceptó “ensuciarse” en el barro de la construcción del poder político, incluso llegó a ejercer un cargo como el de presidente del Banco Provincial de Buenos Aires. Su posición nacional lo llevó a renegar el europeísmo de los sectores altos de la sociedad. Como periodista y teórico, manejó una pluma interesada en que lo escrito fuera entendible para el hombre de a pie. Luego de sufrir un período de exilio, desarrolló un acercamiento al frondizismo que no tuvo muchas consecuencias como no fuera replegarse a desarrollar la reflexión y plasmar sus ideas en los que serían sus obras más populares como es el caso de “El medio pelo en la sociedad argentina” y “Manual de zonceras argentinas” que como todos sus escritos están atravesados por la cotidianeidad de su tiempo.
Aún resulta interesante leer sus libros pues, la mayoría, mantienen vivo el fuego que este difícil polemista sabía insuflarle a sus escritos. Sus conceptos aún son útiles para esclarecernos en cuestiones políticas y sociales. Con el paso del tiempo su figura ha crecido y merecido reconocimientos. Aunque su nombre en más de una oportunidad es utilizado como una suerte de estampita para testimoniar fingidas adhesiones a sus conceptos sin siquiera haberlo leído. Pero sin duda que para todos aquellos que quieran pensar lo nacional, liberados de ataduras colonialistas, resulta necesario recorrer la obra de este hombre que falleció hace 40 años.