Juan Bacci recibió el alta definitiva en su tratamiento por adicciones y anoche fue uno de los protagonistas del acto de graduación de Casa Esperanza de la Asociación Nazareth de Villa María. No obstante, dijo que existe un sentido de pertenencia con la institución y que continuará asistiendo.
En diálogo con EL DIARIO, valoró que con cinco hombres más "hayamos podido salir de algo de lo que muchos no salen, o no saben cómo salir".
"Cuando estaba enfermo no conocía la vida como la que tengo hoy. Pensaba que la vida era eso, la enfermedad. Creo que esto tiene que servir para que la gente vea que hay muchos que están dispuestos a ayudar", expresó.
"Ni yo ni los que me conocen daban un centavo de que podía salir de esto", confió. Pasó nueve meses internado en la sede de Cañada de Gómez y durante su primer año y medio en tratamiento "tenía la idea de que volvería a las drogas", porque "no le había cerrado las puertas". ¿Cómo se las cerró? "Trabajando en solucionar cosas que a uno le duelen. Duele revolver, pero si se resuelven, ya podés caminar hacia adelante. De lo contrario estás atado", subrayó.
"Hoy no me molesta decir que soy adicto. Al contrario, siento orgullo porque pude salir. A la sobriedad no la cambio por nada. No la negocio. Ni aunque me vinieran a decir que puedo entrar al recital del Indio Solari en el Coliseo iría, porque sé que puedo perder", confió, explicando que en algunos ambientes puede verse tentado a volver a consumir (aclaró que esto depende de la persona, que no necesariamente hay una vinculación entre el recital y la droga).
"En cuatro años logré más que en 28 años de vida", remarcó Juan. "En mi caso, Dios estuvo siempre presente, sino estaría muerto. Y con el apoyo de mi mujer pude recuperarme. Tengo tres hijos, mis últimos dos nacieron cuando estaba en tratamiento. Me encontraba internado y vi crecer la panza de mi compañera, y fui papá nuevamente antes de que me viniera de Cañada de Gómez", relató.
"Estoy aprendiendo a ser padre. Tengo un nene de 13 y estoy aprendiendo desde hace tres. Con la enfermedad, se dejan de lado muchas cosas. No estuve en su infancia y eso es parte de consecuencias que hoy estoy pagando", describió.
"Era un cachivache, un trapo de piso. Nadie daba nada por mí, pero pude. Todavía no creo lo bien que me siento y no tengo ganas de consumir. Los pensamientos malos están, pero existe la voluntad de no caer en lo que es malo. La vida siempre es solucionar problemas, hoy estoy bien para poder encararlos", cerró.
La unión de todos
Los jóvenes graduados de Casa Esperanza contaron que entre todos se fueron acompañando durante sus respectivos tratamientos, pasando mucho tiempo juntos, en donde se aconsejaban y dialogaban sobre diversas situaciones personales.
Franco se manifestó preocupado por el descenso en el inicio de consumo de la población. "Vemos que el promedio de edad de los que llegan es de 16 años", indicó. Juan coincidió pero consideró que "es positivo que se acerquen a pedir ayuda antes, no como yo que perdí muchos años de mi vida". Y pidió que "los padres presten atención y soliciten ayuda".