Es bien conocido que el aumento de peso de la población mundial ha ido acrecentándose de manera preocupante en las últimas décadas. Pero por qué poblaciones muy diversas tienen similar porcentaje de sobrepeso? Por qué países tan distintos como EE.UU. y Bolivia, una ciudad del interior argentino o una isla del Pacífico tienen, como muchísimos otros lugares, el mismo nivel de obesidad?
A qué se debe este fenómeno? Numerosas evidencias confirman la teoría de Neel que sostiene que el ser humano cuenta con un genoma (un conjunto de genes) de tipo atesorador o ahorrador, preparado para sobrevivir a períodos de escasez alimentaria por medio de su habilidad para almacenar grasas. Durante cientos de miles de años de evolución, el ser humano, primeramente cazador y luego cazador-recolector, ha desarrollado la capacidad de almacenar la energía como grasa, como un mecanismo de supervivencia del más apto en medio de un ambiente de frecuentes hambrunas y condiciones climáticas hostiles. Así, quienes eran capaces de atesorar más energía estaban mejor preparados para sobrevivir a la inevitable hambruna próxima. Pero este genoma estaba preparado para una alimentación baja en calorías y grasas, rica en fibras y sin productos refinados, en humanos muy activos físicamente. Actualmente, la fácil adquisición de alimentos hipercalóricos e industrializados y el generalizado sedentarismo, actúan como principales factores ambientales para que los genes ahorrativos se expresen, generando por tanto una mayor susceptibilidad a la obesidad y su mantenimiento.
La obesidad sería entonces la respuesta esperable y “natural” del genoma humano a un cambio en el medio, con disponibilidad de comidas y sedentarismo obligado. (Neel, 1963, 1998, Genotipo ahorrador).
Si bien la sobrealimentación y el sedentarismo no son las únicas causas involucradas en la expresión del genoma de la obesidad, sí son decisivas. Es evidente que la vida urbana implica un sedentarismo obligado ya que la vida cotidiana no sólo no lleva a la actividad sino que en la enorme mayoría de los casos la obstruye. Las modificaciones en el hábito de comer, como el envío de comida a domicilio, el consumo de comidas no elaboradas en la casa, la falta de reunión en torno a la mesa familiar y la comida en soledad, también influyen en el acrecentamiento de la epidemia.
Sabemos que el sobrepeso y la obesidad son base de otras enfermedades, pues se comportan como factor de riesgo para el desarrollo de diabetes, dislipidemias (colesterol y triglicéridos altos), aterosclerosis, hipertensión arterial, ACV, entre otras. Es por ello que su aumento impacta directamente en el avance de estas patologías.
La prevención sigue siendo el pilar fundamental para disminuir el porcentaje del sobrepeso y la obesidad sobre todo direccionada a la infancia y grupos poblacionales de riego, apuntando a la batalla contra el sedentarismo y enseñando las normas adecuadas de la alimentación normal (completa, moderada, baja en grasas, azúcares concentrados y sal) y placentera. Pero una vez diagnosticado el sobrepeso se requiere realizar acciones a nivel personal para disminuirlo, relacionadas con cambios en el estilo de vida, sobre todo a nivel alimentario y de actividad física. Cambios todos que deben ser mantenidos en el tiempo y constituirse como un nuevo modo de comportamiento.
La vulnerabilidad genética que predispone a la obesidad es parte de nuestra biología y responde a una evolución de millones de años, pero queda claro que este aspecto que induce la ganancia de peso se ve potenciado y se expresa cuando otras variables entran en juego. El proyecto será entonces, actuar sobre ellas para prevenir el aumento del sobrepeso y la obesidad y sus variadas complicaciones.
Lic. María Angeles Bailone
Nutricionista
MP 2131
Fundación para el Progreso de la Neurología (Fupron)