La vigencia de su visión traspasó los límites de su época. Decir que está en la
memoria de los cordobeses es una manera de remarcar que su figura histórica habita zonas mucho más amplias que la fijada por los límites de esta
provincia
Todo comenzó el 22 de mayo de 1930. Triste año para los sectores populares, pues el 6 de septiembre derrocaron el Gobierno liderado por Hipólito Yrigoyen. Con ese golpe se inició una práctica que se tornaría recurrente, cada tanto el denominado “partido político militar” consideraría legítima la toma del poder mediante el uso de la fuerza y la negación de la determinación popular. Pero fue en ese mismo año que, en Coronel Moldes, nació Agustín José. Que no sólo llegaría a ser secretario general de Luz y Fuerza, sino que se manifestaría como un claro líder de masas. Un sindicalista cuyo recuerdo puede llevarnos por muchos caminos, pero nunca hacia el del personalismo. Tal cual supo escribir Osvaldo Bayer en el suplemento de Las Madres del diario Página 12, en el año 2000, el recuerdo de Tosco nunca lleva hasta el culto del personalismo “porque no hacía milagros ni era el gran prometedor ni repartía pan dulce ni estampitas de Luján. El era lo que los demás resolvían -pero siempre dando su opinión- y luego se marchaba en la misma dirección. No dirigió, sino que acompañó las explosiones populares, aunque iba, claro, en primera fila porque allí lo querían ver los hombres y mujeres de buena voluntad”.
Claramente fue un líder que en lo referente al campo sindical debemos definirlo como antiburocrático. Para Tosco no había nada con mayor autoridad que la asamblea, incluso que la comisión directiva de un gremio, y siempre estaba dispuesto a escuchar y entrar al debate de ideas. Poseía facultad para leer el momento histórico que vivía y a la vez una reconocida capacidad oratoria para transmitir con claridad su visión. No entraba en inconducentes internas y sus palabras siempre fueron pronunciadas desde una posición clasista. A nadie se le escapa que fue una de las figuras más destacadas de aquella rebelión popular desarrollada en la ciudad capital de la provincia, conocida como el Cordobazo y que tuvo lugar el 29 de mayo de 1969.
Fue aquel un movimiento que hirió de muerte la dictadura de Juan Carlos Onganía que había derrocado al democrático Gobierno de Arturo Illia. El clima de esa rebelión también tuvo ecos en nuestra Villa María con manifestaciones de estudiantes y obreros. Así, por ejemplo, el 21 de mayo, el entonces combativo Sindicato Regional de Luz y Fuerza Villa María emitió un esclarecedor comunicado firmado por su secretario de Prensa, Jorge M. Bossi, y el secretario general Mateo Massanet. Días después también tuvo lugar una manifestación de alrededor de 400 estudiantes. Por otra parte, el historiador local Bernardino Calvo recordó que el propio Tosco, el 15 de septiembre de 1970, en oportunidad de ocupar una tribuna obrera en esta ciudad, señaló que esta localidad era la única del interior de la provincia que adhería a la mayoría de las protestas sucedidas luego del Cordobazo. Pasada aquella rebelión Tosco fue detenido y condenado, por un tribunal militar a ocho años de prisión. Pero la lucha que desarrolló el pueblo cordobés logró ponerlo en libertad. Estuvo preso en La Pampa y Rawson. Después del Viborazo volvió a prisión en Devoto y en Rawson. En ese tiempo que estuvo preso recibió solidaridad de no pocos villamarienses. En un discurso que pronunció en nuestra ciudad (del cual existe el audio) en el año 1972, Tosco dijo: “Yo recibí, estando en Devoto, cuando aún era posible establecer algún tipo de correspondencia, muchas cartas de aquí, de Villa María. De compañeros, de amigos. Recibí, también, periódicos donde se informaba de esta lucha, de la participación de la lucha del pueblo de Villa María en defensa de los derechos políticos, sociales y estudiantiles. Como soy cordobés y he estado, por mi trabajo, muchas veces aquí en esta misma ciudad, recordaba, evidentemente con cariño, estas expresiones humanas que llegaban y tocaban nuestros sentimientos y que nos daban las fuerzas espirituales necesarias para mantenernos indeclinablemente de pie aún en la cárcel, enfrentando todos los atropellos a que se ha visto sometido nuestro pueblo, especialmente desde el 28 de junio de 1966 en que un golpe militar fascista usurpó el poder prometiendo un régimen corporativo por un lapso, mínimo, de 20 años”. Como él mismo señala, Tosco caminó en más de una oportunidad las calles y habló a los trabajadores de esta ciudad.
Cuando regresó la democracia le ofrecieron ser candidato a presidente por la izquierda, pero consideró que no era oportuno. Luego del triunfo peronista de 1973, las cosas no fueron como pintaban, continuó su enfrentamiento con la derecha sindical y la persecución no se hizo esperar. En 1974 tuvo que pasar a la clandestinidad y en noviembre de 1975 falleció producto de una enfermedad infecciosa que podría haber sido mejor atendida si no hubiera tenido que permanecer en escondido de aquellos que lo buscaban y que lo habían amenazado con matar. Pero hasta el último de sus días se mantuvo fiel a sus principios. Conviene recordar aquellas palabras del “Gringo” que Adrián Jaime rescata en esa hermosa obra “Tosco, la calle tiene memoria”, “Yo no me planteo cómo tendré que morir. Creo que mi fin será consecuente con mi lucha, no sé en qué circunstancia. Lo importante es morir con los ideales de uno. Ahora, no me gustaría morir habiendo traicionado a mi clase”. Y nunca la traicionó, supo mantenerse en el camino que se había trazado. Y aún está en la memoria de los cordobeses, como faro que alerta acerca de los caminos que no benefician a la clase trabajadora. Sólo debemos mirar su historia y traer elementos para entender mejor esta época.