El viajero prefiere ir por tierra. Pero hay periplos en los que obligatoriamente debe escoger otros escenarios. Si quiere ir a Asia, por caso, tendrá que trasladarse por aire o por agua. “Mentira, porque puedo alquilarme un trineo y unos 5 ó 6 perros de esos que tienen un ojo de cada color, esperar al pleno invierno, cuando se congela el Estrecho de Bering, y cruzarlo vía Alaska, entrar por Siberia y si me pinta bajar hasta Corea del Sur y clavarme un chancho con confites adentro, o algunas de esas porquerías que comen allá”, retruca él. Qué tipo tan pavo.
En fin, que sí, que si uno quiere ir desde América hacia otros continentes, el 99% de las veces lo hará en avión. Y el grueso de ellas, en un Boeing 747, una de las aeronaves comerciales más vendidas del mundo, y probablemente la más usada por las aerolíneas. Haga la prueba: si usted tiene la suerte de no ser periodista, y por lo tanto ganar un sueldo digno que le permita comprar un pasaje aéreo intercontinental, fíjese en el apartado “avión” de su billete. Seguro que dos de cada tres veces le aparece la palabra Boeing, que es la empresa que lo fabrica, y el 747, que está espectacular para jugarlo a la quiniela.
Esta máquina infernal (que no se enteren los del Opus Dei) se empezó a construir a mediados de los 60 y en el año 1969 hizo su debut oficial. Desde entonces, cubre los cielos del globo entero, conectando los destinos más impensados y lo más importante, a las personas. De paso, también tritura pajaritos con la ferocidad de sus turbinas y contamina la atmósfera de una manera fabulosa. Todo lo bueno tiene algo de malo, ya lo dicen el Yin y el Yang.
Otro de los puntos a destacar del bicho en cuestión es que fue el primer avión comercial de fuselaje ancho. Es decir, el primero en extender su anchura al punto tal de tener que utilizar dos pasillos, lo que aumentó de forma considerable la cantidad de pasajeros por aparato. Gracias a ello, el Boeing 747 puede albergar a más de 500 viajeros en cada vuelo. La mayoría va maldiciendo el escasísimo lugar que los malditos ingenieros dejan para estirar los pies.