Escribe: Rubén Rüedi *
El 2 de mayo de 1808 la península ibérica se estremece cuando el poderoso Ejército napoleónico ingresa a paso de vencedor, invadiendo España con la excusa de avanzar sobre Portugal.
Es entonces cuando el pueblo español se levanta en armas e inicia una lucha de liberación nacional que, además de buscar expulsar al invasor extranjero, manifiesta su descontento contra el absolutismo monárquico imperante durante el reinado de Carlos IV.
El rey cautivo de Napoleón, había asqueado a su pueblo con su vida disoluta y su esposa libertina. María Luisa, prima carnal del rey por línea paterna, protegía al influyente Manuel Godoy, primer ministro de la Corte, muchacho apuesto y supuesto amante de la reina. La protección de María Luisa de Parma hacia el joven Godoy no tuvo límites. Dicen que los calores de la señora del rey prodigaron al galán cuantiosa fortuna e inmune poder. En medio de las revueltas el pueblo español aclamaba como rey a Fernando VII, hijo del monarca por entonces destituido y diferente en sus estilos.
De este lado del mar
Esta convulsión política y social, como no podía ser de otra manera se trasladó a América. La resistencia española, a Napoleón y al absolutismo, se había organizado en juntas populares. Estas inspiraron a los americanos a desplazar a los virreyes y constituir juntas, como en España, para extender el proceso revolucionario allí iniciado.
Por entonces, estas tierras ya no eran colonias sino provincias de España. Fue entonces que el 25 de Mayo de 1810, a orillas del Plata una pueblada obligó a renunciar al virrey. En su lugar, una junta popular se hizo cargo del Gobierno manteniendo al Cabildo y a la audiencia en sus funciones.
De esta manera, estallaba una revolución democrática heredada de la propia España pero, que a su vez tenía sus orígenes en la Revolución Francesa de 1789. Se trataba de un levantamiento contra la corrupta y arbitraria monarquía de Carlos IV. Un sistema opresivo; viciado de inequidades y deshumanizado. Mientras tanto, la prenda de unidad de tanta sublevación era Fernando VII, también prisionero de Napoleón pero quien se había manifestado contra sus propios padres y la Corte.
La otra historia
Fue el inefable Bartolomé Mitre quien instaló el mito de la Revolución de Mayo como revuelta contra España, cuando en realidad fue un levantamiento contra el absolutismo monárquico. El “constructor” de la historia argentina, pretendía con esta felonía justificar la línea anglófila iniciada con Bernardino Rivadavia y sus genuflexiones hacia el imperio británico. Línea ideológica continuada por el fundador de La Nación y sus exegetas.
Juan Bautista Alberdi escribía: “La revolución argentina es un detalle de la revolución de América, como ésta es un detalle de la de España, como ésta es un detalle de la Revolución Francesa y europea”.
Por su parte, Manuel Ugarte, decía: “En ningún caso se puede decir que América se emancipó de España. Se emancipó del estancamiento y de las ideas retrógradas que impedían el libre desarrollo de su vitalidad. ¿Cómo iban a atacar a España los mismos que en beneficio de España habían defendido, algunos años antes, las colonias contra la invasión inglesa? Si el movimiento de protesta contra los virreyes cobró tan colosal empuje fue porque la mayoría de los americanos ansiaba obtener las libertades económicas, políticas, religiosas y sociales que un gobierno profundamente conservador negaba a todos, no sólo a las colonias, sino a la misma España. No nos levantamos contra España, sino a favor de ella y contra el grupo retardatario que en uno y otro hemisferio nos impedía vivir”. Esta reflexión del pensador de la Patria Grande es más que elocuente.
Cambio de rumbo
En la Plaza del 25 de Mayo de 1810, Domingo French, quien fuera el primer cartero de Buenos Aires y luego de las invasiones inglesas teniente coronel, junto al empleado estatal Antonio Beruti se desplazaban entre la gente allí convocada. French y Beruti identificaban ideológicamente a los presentes, mientras repartían pequeñas estampas con la efigie de Fernando VII.
Se iniciaba una guerra civil entre absolutistas monárquicos y liberales democráticos inspirados en los Derechos del Hombre de la Revolución Francesa. El principal referente de esta causa fue Mariano Moreno y su "Plan de Operaciones" el programa revolucionario.
Moreno sostuvo el monopolio del comercio exterior, el control de cambios y el tráfico de oro y divisas, la expropiación de las grandes fortunas improductivas, el monopolio estatal de la industria minera y también la función del Estado en el desarrollo de la industria, la agricultura, la educación técnica y la navegación.
Era demasiado para los "cavallistas" de entonces y Mariano Moreno desapareció en las profundidades marinas.
Cuando restituido en el trono de España en 1814 Fernando VII traiciona la voluntad popular restaurando el absolutismo, la revolución democrática en América se vuelve independentista aferrada a sus principios.
De continuar unida a España, la Patria Grande hubiera caído en el absolutismo retrógrado al que combatían sus hombres más esclarecidos. Por eso, recién el 9 de Julio de 1816 se declaró la Independencia.
*Miembro del Centro de Estudios Históricos, Políticos y Sociales “Felipe Varela”, dirigido por Norberto Galasso