Los jóvenes que limpian vidrios de automóviles en las esquinas de Villa María dijeron ayer a EL DIARIO que sólo dejarán de realizar esta actividad en la calle cuando se les brinde la posibilidad de “un trabajo digno”.
Contaron que, cuando se les presenta la oportunidad, incursionan en otros rubros, principalmente el de la albañilería, pero una vez que cesa ese trabajo, vuelven a las esquinas. “Es mejor estar acá que salir a robar”, remarcaron al unísono.
De acuerdo a sus palabras, los villamarienses son solidarios y muchos les entregan dinero a cambio de que ellos limpien los parabrisas.
Apuntaron que las mujeres son más generosas que los hombres, y en cuanto a las edades no hay mayores diferencias. Dejaron entrever, por otro lado, buena onda y comunión con los taxistas.
Para los pibes con los que habló este matutino ayer a la mañana en la esquina de bulevar Alvear y Sarmiento -frente a la Estación Terminal de Omnibus- es incorrecta la campaña ideada por la Municipalidad “No a la moneda”, que persigue desalentar a los ciudadanos a darle plata a los chicos para no estimularlos a seguir en la calle. “Nosotros estamos acá porque no tenemos laburo, ¿qué quieren, que robemos?”, coincidieron.
Jhonatan Ligorria tiene 22 años y desde sus 8 realiza esta actividad, siempre en esta esquina. “No me interesa el Lavadero Nuevo Sol. Me han querido llevar pero pagan poco”, dijo en alusión a ese espacio impulsado por el Gobierno y que se ha cooperativizado.
“Volví porque estaba laburando de albañil en el Hospital Villa Nueva pero se terminó la obra. Fueron dos meses y estuve otros dos meses en la Terminal, de peón de albañil, algo que me gusta”, contó.
Vive en barrio Florentino Ameghino, en la casa de su hermana. Ha dejado la escuela, porque no le agrada, aunque aventuró que podría retomar sus estudios en segmento nocturno.
Todos los días llega aquí a las 8.30 y se queda hasta las 20.30, consiguiendo 100 pesos diarios en promedio.
“A nosotros la gente nos deja laburar bien”, sumó Santiago Ríos (20), refiriéndose a esta actividad en la calle. “Si nos dan un trabajo digno yo me voy de acá, creeme que me voy de acá”, añadió Darío Montenegro (24).
“Siempre dicen que te van a dar cosas, que te van a ayudar, lo dicen en EL DIARIO pero nosotros no vemos nada de eso”, concordaron los entrevistados.
Los primeros diez días de cada mes son claves para recaudar, porque reciben muchos billetes de parte de los conductores de vehículos. Viernes y sábados al mediodía son los picos; creen que es porque muchos vecinos cobran por semana y reciben el pago esos días. Lo máximo que les otorga la gente son 100 pesos (por persona). “El que menos tiene es el que más da”, recalcaron.
Señalaron que no hay competencia entre los grupos que copan distintas esquinas y que se conocen entre todos. Algunos estaban frente a la ESIL.
“Quería dejar de limpiar, pero tuve un accidente en la moto y no puedo hacer mucho esfuerzo, entonces acá la piloteo”, develó Santiago. Darío, en tanto, estuvo “laburando en panadería y albañilería, porque no tengo problemas en trabajar, y si no sé de algo busco aprender”. Cursó hasta tercer año del Nivel Medio y desertó “por mi situación económica; tenía que laburar, quiero terminar la secundaria pero en este momento no puedo”.
Santiago tampoco finalizó el cursado y anhela hacerlo, para dedicarse a la computación, rubro que conoce “mucho y que me gusta”. “Dejé la Escuela del Trabajo porque eran muchas horas y laburaba, estaba muy cansado y no podía hacer las dos cosas, los domingos estaba acá hasta tarde y al día siguiente me costaba levantarme”, justificó.
Un párrafo aparte merece la mirada del grupo sobre el accionar policial, marcada largo tiempo por la controversia. “Dejaron de molestarnos, nos dejan estar tranquilos, ya nos conocen y no hay problemas”, valoraron.
D. B.