Quizás el intendente municipal más recordado por los vecinos de Villa María sea Salomón Deiver. Sobre él circulan innumerables anécdotas y la mayoría conoce las importantes obras que dejó para la ciudad. Cuando se repasa su primera intendencia (1940/1943) puede pensarse que la misma se desarrolló en un período de bonanza, pero la realidad fue otra muy distinta. En tiempo de escasez supo desarrollar acertadas políticas que permitieron mitigar las dificultades de ese momento histórico. Con palabras sencillas, pero de gran agudeza para describir la realidad, el intendente hablaba de dar trabajo y a la vez desarrollar obras en la ciudad. Tomamos aquí lo que pasó en 1942, uno de los años de esa intendencia.
Desocupación y pobreza
El año 1942 fue complicado en cuanto a lo social. Es testimonio de ello lo que dice el propio intendente Municipal Salomón Deiver en una nota fechada el 15 de octubre. La misma está dirigida a Angel Reales, administrador de las propiedades de Camilo Cuffia. Se le reclama el pago de deudas por tasas municipales. En esa misiva Deiver textualmente dice: “Lamentamos de verdad esta conminación por no ser usual en esta Intendencia para con el vecindario, pero las causas por la pobreza general por que atraviesa el vecindario”. En otro mensaje del intendente al Concejo Deliberante de la ciudad también se refiere a la situación social señalando que:“La falta de trabajo aumenta la pobreza excesiva de la población y hace que el Poder Público se vea abocado al serio problema de la ayuda a los necesitados, entre los que figura la Asistencia Pública, la distribución de pan, leche y algunas veces carne, como así pasajes de un punto a otro de la provincia que se entregan a los obreros para facilitarles la búsqueda de trabajo en otros lugares”. En otra parte del mensaje también alude a los costos que el municipio debía asumir por el “servicio de ataúdes que, muy raras veces, no pasa de tres o cuatro cajones por semana” para que los deudos de sectores pobres de la población pudieran despedir los restos mortales de sus seres queridos.
Para entonces Villa María, cuya población rondaba los cuarenta mil habitantes, aún peleaba con problemas de salud pública como la gran cantidad de ratas. Desde el municipio reiteradas veces, durante 1942, se pidió ayuda a las autoridades de la Defensa Agrícola, situada en Villa Nueva, para desarrollar campañas de desratización en esta ciudad.
Deuda y política de empleo
Pero quizás el problema más acuciante que Deiver recibió al asumir en mayo de 1940 la intendencia fue la gran deuda municipal. Pesada herencia de las administraciones anteriores. Para salir airoso de la situación el municipio desarrolló un gran trabajo financiero y lograr consolidar la deuda. Se emitieron bonos y poco a poco fue cancelándose la misma. Parte de esa deuda venía de la administración de Parajón Ortiz, y que no había podido solucionarse completamente en el período de Emilio Seydell que ocupó la intendencia por el lapso de cuatro años a partir de enero de 1936.
Por otra parte, como ejemplo para caracterizar las dificultades de ese momento histórico, puede recordarse que tanto para la compra de neumáticos como para la adquisición de combustibles existía la necesidad de contar con permisos oficiales que sólo se otorgaban dentro de cupos preestablecidos. Fue en ese contexto de escasez, pobreza, desempleo, importante endeudamiento municipal que el intendente Deiver encaró una serie de obras que son conocidas por toda la ciudad. Entre ellas la Gruta de Pompeya, el Zoológico, el Cristo Redentor, trazado de la costanera, arreglo en bulevares, arbolado de la ciudad, etcétera. Estas obras públicas no sólo tenían como objetivo las construcciones en sí mismas, para el intendente era una estrategia que permitía ofrecer trabajo a los desocupados de la ciudad. Lo que se dice una política de empleo que ocupara mano de obra villamariense.
Costanera
Las obras más importantes se encararon en la costanera, para lo cual debió trazarse parte de la misma, mantener litigios con vecinos que poseían terrenos cercanos al cauce del río Ctalamuchita (entonces denominado Río Tercero). Un detalle del nuevo trazado de la costanera que no suele ser recordado es el desarrollo de su arbolado que aún en la actualidad es disfrutado por los paseantes del lugar. En nota de Deiver al director de Agropecuaria provincial, agrónomo Pedro A. Velloso Colombres, fechada el 4 de septiembre de 1942, se deja constancia de la cantidad de plantas colocadas en Villa María: “20 mil sauces en las riberas del río tercero, 1.000 ligustros en la ribera del río, 1.050 plátanos en calles de la ciudad, 600 paraísos en parques, 300 ombúes, en parques gruta de la Virgen de Pompeya” Fuera de eso el municipio declara que entregó tres mil plantas para que fueran colocadas por los vecinos. Si bien se entiende que desde la Intendencia puede haberse aumentado las cantidades para mejor impresionar al funcionario provincial, los datos que se recogen de otras fuentes confirma la importante cantidad de árboles colocados en la ciudad. En especial los sauces a la vera del río.
Cerca de la costanera también se erigieron las casas para obreros que construyó el municipio. Gracias a mensajes que Deiver remitió al Concejo Deliberante como así a entidades de otras ciudades que se interesaron por ese pequeño plan de vivienda que supo encarar el municipio, podemos acceder a las condiciones de pago que se fijó para las “viviendas baratas para obreros” realizada con fondos municipales. Así el 23 de octubre respondiéndole al presidente del Centro Comercial de Rafaela, Deiver señala que las mismas habían sido levantadas en terrenos de propiedad municipal de 11 metros de frente por 22 de fondo y que “las ventas son efectuadas a 30 años de plazo, con una amortización de $5 mensuales sin interés”.
Ante todas estas acciones Deiver no sólo logró el reconocimiento público, sino que sus obras fueron altamente valoradas. En el caso de la costanera el nuevo trazado recibió gran afluencia de vecinos. Así lo señaló el propio Deiver una nota al Concejo Deliberante escrita en diciembre de 1942: “Vuestra Honorabilidad habrá palpado con profundo reconocimiento, cómo la ciudad de Villa María admira la obra social y edilicia realizada con el embellecimiento de las riberas del Río Tercero desde el puente Vélez Sarsfield hasta el Cristo Redentor. La afluencia de público es cada día más numerosa, contándose ya por millares los días sábado y domingo los que se cobijan a la sombra de los 40.000 sauces plantados en toda la zona indicada”. El intendente Deiver había logrado que la ciudad volviera a enamorarse del río.