Nació el 5 de noviembre de 1946 en San Isidro.En 1968 fue uno de los fundadores de la Junta Coordinadora Nacional y en 1972 participó de la fundación del Movimiento de Renovación y Cambio, liderado por Raúl Alfonsín. Hasta 1983 ejerció la profesión de periodista. Fue presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, reelegido
diputados por varios períodos y senador nacional. Un radical polémico y sin medias tintas
¿Qué pasó con el radicalismo desde el fervor de 1983 a la fecha?
Atravesó varias etapas y vicisitudes, sin duda la más significativa fue la 1983 a 1989. El radicalismo fue el protagonista principal, aunque no excluyente, de una época que fue la recuperación de la democracia y su consolidación.
El radicalismo con la conducción de Alfonsín llegó al poder con las ideas claras y con un proyecto estratégico que era la consolidación de la democracia. Encabezamos una transición no pactada, eso nos permitió llevar adelante los juicios a la Junta, la extradición de López Rega.
Nosotros teníamos muy claro que la democracia había estado amenazada y desestabilizada por la coalición de intereses corporativos, la corporación militar, la eclesiástica y fundamentalmente el rol que cumplía Estados Unidos, que bajo el manto de la seguridad nacional terminaba alentando los golpes de Estado.
Por lo tanto, enfocamos allí nuestro esfuerzo, desestructuramos la corporación militar, avanzamos en derechos civiles, sancionamos la ley de divorcio, pero todo esto lo llevamos adelante en una situación muy compleja porque estábamos sitiados por dictaduras e hicimos un esfuerzo para extender la democracia a América Latina.
Para esto dimos pasos decisivos para garantizar la paz, llevamos adelante el acuerdo con Chile. Esto dio paso a la integración, nace de allí la idea del Mercosur, del Grupo Contadora, en fin, en el campo de la economía tuvimos muchas dificultades por la herencia recibida, por el peso de la deuda.
De todas formas, el Gobierno de Alfonsín fue derrotado, pero nunca entregó las banderas. El golpe económico se produce porque nosotros no quisimos hacer lo que hizo después Menem.
Luego vino una etapa para el radicalismo de resistencia al modelo neoliberal, fue la etapa de la antipolítica. Durante mucho tiempo el radicalismo hizo una prédica en el desierto, Alfonsín era negado y a pesar de eso resistimos, creamos el movimiento de la democracia social para evitar una derrota cultural, algo que hoy estamos avizorando, por eso estamos creando en estos días el Movimiento Nacional Alfonsinista. Después vino la claudicación del Gobierno de la Alianza. Eso significó una enorme frustración no sólo para muchos radicales, sino para muchos hombres que se identifican con un pensamiento progresista y que se sintieron traicionados.
Eso impactó fuerte en el radicalismo, a mi me tocó defender los trapos en la campaña electoral de 2003, hubo radicales que creyeron que debían acompañar alternativas pasatistas como la candidatura de López Murphy o de Carrió y desde ese momento el radicalismo entra en una etapa de decadencia, se abandona el debate político, las decisiones se concentran en pocas manos, de algunos caudillos distritales y muchos de esos dirigentes fueron ganados por el oportunismo, a tal punto que algunos apoyaron a López Murphy y poco tiempo después apoyaron al kirchnerismo sin estación intermedia.
Conflicto de identidad
¿Esa fragmentación que sufrieron los dos partidos mayoritarios fue beneficiosa o perjudicial para la democracia?
Creo que la democracia se fortalece cuando existen partidos políticos fuertes. De todas maneras, así como la elección de 1983 fue una elección de ruptura con un pasado autoritario, también lo fue la elección de 2003, se rompió con el modelo neoliberal y se inició una etapa de una Argentina autónoma y de inclusión.
El radicalismo hace más de una década que carece de debate político, que pone por delante el tacticaje electoral y deja de lado la necesidad de formular un proyecto de país, se dejan de lado ejemplos como el Gobierno de Yrigoyen, Illia o Alfonsín, se pierde el relato histórico del radicalismo y el oposicionismo ciego con el que viene ejercitando la política desde hace unos años lo desliza hacia la centroderecha.
Y eso lo hace entrar en un conflicto de identidad porque el radicalismo no nació como una fuerza de centroderecha.
Esto ha hecho que muchos se alejaran de las filas del radicalismo, creo que hoy hay muchos más radicales raulalfonsinistas fuera del partido que dentro de él.
Del lanzamiento del frente UNEN ¿qué piensa?
Creo que se vuelve a reiterar el tacticaje electoral. Esto no significa que dentro de UNEN no haya sectores progresistas, los hay, pero están en una franca contradicción con socios de ideas conservadoras que hoy son los que predominan en ese espacio.
No en la misma medida, pero esas contradicciones también se presentan en el oficialismo, no todos en el oficialismo están representando las ideas populares y progresistas.
Por eso estamos advirtiendo un escenario que pude implicar, si no reaccionamos a tiempo, una derrota cultural.
Hoy no veo un candidato presidencial, entre los que tienen chances, que exprese una ideología progresista. Y no quiero que el país se aleje de un rumbo general y dejemos de lado la posibilidad de construir un país industrial, soberano y solidario.
Hay que librar una batalla y avanzar en crear espacios de coincidencias, por eso me resisto a participar de un espacio que se define como antiperonista. El día que a mí me convenzan de que es más importante derrotar al peronismo que derrotar la pobreza, habré perdido mi esencia radical.
Sé que muchas de estas expresiones hace que algunos de mala fe digan que yo me he incorporado o acercado al kirchnerismo, algo que me parece paradójico en gente que ha estado con López Murphy y que ha hecho aventuras por fuera del partido con Carrió.
Incluso han acompañado a Kirchner en 2007 y hoy se ponen en un papel de radicólogos ortodoxos.
Yo no voy a dejar de ser radical para hacerme kirchnerista, pero tampoco voy a dejar de ser radical para hacer antikirchnerismo.
No me quiero parar en la vereda de los que fueron nuestros victimarios, en este caso los grupos concentrados. Creo que la democracia, como lo intentó Alfonsín y se sigue intentando en esta etapa, debe construir poder social para asegurar una distribución de los recursos.
¿Le han ofrecido un cargo en el Gobierno nacional como sostienen algunos?
No, de ninguna manera. Mire, yo no me defino como opositor porque creo que el radicalismo tiene suficiente historia como partido de gobierno, con Yrigoyen, Illia, Alfonsín como para disminuirse calificándose como partido de oposición.
Yo no soy oficialista, pero no soy opositor, porque el concepto de opositor remite a la idea de oponerse a todas las iniciativas que lleva adelante un gobierno.
Y en estos días, los interrogan a los llamados candidatos opositores sobre algunas medidas adoptadas por el Gobierno, por ejemplo, la estatización de las AFJP, YPF, la Asignación Universal Hijo y todos dicen que las mantendrían.
Entonces me pregunto por qué en su momento no las apoyaron, o es una hipocresía o es una contradicción.
Yo en su momento apoyé esas decisiones. Eso es lo que conscientemente o inconscientemente los lleva a pararse en la vereda de la centroderecha.
Si usted tuviera que hacer una lista con las deudas pendientes de la democracia, aparte de la pobreza, ¿cuáles serían prioritarias?
La pobreza estructural es la principal. Creo que hay que reforzar la educación, todavía hay altos índices de deserción, creo que tenemos que sentarnos a discutir una política de tierras, hay que rediseñar geopolíticamente la Argentina, hay que insistir en trasladar la capital, acentuar políticas de desarrollo en materia de infraestructura, pasar de la etapa del crecimiento con inclusión al desarrollo. Esto únicamente lo pueden hacer las fuerzas nacionales y progresistas.
La política y el marketing
Si usted tuviera que elegir un candidato presidencial del radicalismo, ¿a quién elegiría?
Lo que elegiría es la posibilidad de tener un partido que funcione, que replique lo que representaba en el pasado, una fuerza horizontal democrática, participativa, todo eso se ha perdido en el radicalismo.
Es la raíz de esta decadencia, no creo en los hombres providenciales, hoy el radicalismo no tiene liderazgos. No es lo mismo ser candidato que ser dirigente, candidatos puede haber muchos, el problema es ser dirigente, formar dirigentes.
Alfonsín, antes de ser candidato, fue un buen dirigente. Eso le cabe a muchas figuras del radicalismo.
Sabattini, antes de ser candidato, fue un buen dirigente. Lo que pasa es que hoy la política está tomada por el marketing y la democracia ha derivado de una democracia de partidos hacia una democracia televisiva y eso le da más significado a los candidatos que a los dirigentes, por eso estamos como estamos.
Entrevista: Nancy Musa
Fotos: Roberto Babalfi