Acorralado por las abrumadoras pruebas en su contra, José Alberto Rosales optó ayer por confesar que había querido asesinar a su exconcubina la madrugada que le asestó cuatro puñaladas en distintas partes del cuerpo, luego de que ella se negara a mantener relaciones sexuales.
Así, este albañil de 47 años pudo acceder a una condena sensiblemente inferior a la que posiblemente le habrían impuesto si no admitía su responsabilidad en el sangriento episodio ocurrido el 9 de julio de 2012 en barrio Florida de Villa Nueva.
La definición del juicio oral y público, que había comenzado el lunes, se precipitó luego de que el abogado defensor de Rosales, Marcelo Martín Silvano, le advirtió que las pruebas en su contra lo llevarían inexorablemente a una sanción mucho más severa, ya que el fiscal de Cámara, Francisco Márquez, tenía pensado solicitar una pena de 12 años de prisión.
Muy complicado
En rigor de verdad, a medida que los testigos del hecho prestaban declaración en la sala del quinto piso de Tribunales, la situación procesal del agresor se fue agravando cada vez más y “la gota que rebasó el vaso” fue el testimonio de la propia víctima, Marisel Mabel Domínguez, quien dejó plenamente al descubierto la violenta personalidad de su expareja.
En efecto, el comparendo de Domínguez fue lapidario, aunque previamente no menos contundentes habían sido las declaraciones de su hijo mayor, Fernando Iván Bernardi, y de la novia de éste, Jésica Tamara Chiechi.
También puede decirse que la suerte de Rosales ya estaba echada desde el miércoles, cuando en la segunda audiencia de este proceso penal otro hijo de Domínguez, Juan Ignacio Ruiz, de tan sólo 15 años, relató con claridad meridiana cómo se produjeron los hechos que derivaron en la salvaje agresión perpetrada por su padrastro en la vivienda que por entonces ocupaba la familia, en Deán Funes 1360 de la vecina ciudad.
Durante buena parte de la jornada de la víspera pudo advertirse que Martín Silvano procuraba hacerle entender a su defendido que los testimonios que se iban produciendo lo complicaban cada vez más, pero Rosales mantenía su decisión de “pelear hasta las últimas consecuencias”.
Sin embargo, fue una hermana del acusado quien terminó convenciéndolo para que asumiera su responsabilidad y reconociera los hechos que se le atribuían, accediendo de esa manera a la condena de ocho años que, tras varias negociaciones, le había ofrecido el fiscal Márquez al abogado defensor en un acuerdo de partes. Claro que para que ese acuerdo prosperara, Rosales debía confesar que había querido dar muerte a su expareja.
De todos modos, cabe señalar que se trata de una condena más que importante, sobre todo si se tiene en cuenta que el delito de “homicidio simple” es castigado con prisión de ocho a 25 años.
En definitiva, Rosales recibió una pena equivalente al mínimo que prevé la legislación para un homicidio, pero por un hecho de “tentativa” de ese mismo delito.
La confesión
“Me hago cargo de los hechos”, balbuceó escuetamente Rosales cuando el presidente del tribunal, René Gandarillas, le preguntó qué iba a decir, luego de que el defensor informara que su cliente había decidido declarar, anticipando una confesión que se dilató más de la cuenta.
Apenas media hora antes, Marisel Domínguez había testimoniado de manera clara y contundente sobre la agresiva personalidad de su expareja, con quien convivió casi 12 años y de cuya unión nació una niña.
La víctima relató cómo habían sucedido los hechos y, si bien dijo que no recordaba algunas circunstancias posteriores al brutal ataque, señaló que todo se desencadenó cuando Rosales entró a su habitación y le dijo que quería tener sexo con ella.
La agresión
“Le dije que no reiteradamente, hasta que en un momento me arrancó la bombacha y luego sentí que me clavaba algo en el cuerpo”, señaló Marisel con voz firme. Fue entonces cuando recibió puñaladas en ambos costados del tórax (una cerca del corazón y otra le perforó un pulmón) y en la rodilla derecha, que le provocó graves daños en los meniscos y los tendones, a tal punto que aún hoy, a casi dos años de ataque, sufre una incapacidad permanente para caminar.
La mujer, de 41 años, también dio cuenta de las sistemáticas agresiones físicas y verbales que padeció durante buena parte del concubinato e incluso fue víctima de varias amenazas telefónicas por parte de Rosales, con insultos incluidos, ya encontrándose en la cárcel.
Los alegatos
A la hora de los alegatos y tras la confesión del acusado, el fiscal Márquez enfatizó que Marisel está viva “gracias a sus hijos y a los médicos del Hospital Pasteur”, aunque ponderó puntualmente la actitud del menor Juan Ignacio Ruiz, quien pese a ser prácticamente un niño (al momento del hecho tenía apenas 13 años), fue determinante para evitar que Rosales continuara apuñalando a su madre.
Es que Juan Ignacio no sólo empujó al agresor cuando estaba sobre Domínguez, con una mano sobre el cuello y en la otra empuñaba la cuchilla con la que la estaba agrediendo, sino que auxilió a su progenitora practicándole respiración boca a boca hasta que llegó una ambulancia y la Policía.
Por su parte, Martín Silvano adhirió al pedido del fiscal e incluso agregó como último detalle un recorte de EL DIARIO en el aparece una carta que Rosales envió desde la cárcel y que fue publicada el 11 de agosto de ese mismo 2012.
En dicha misiva, el agresor le pidió perdón públicamente a su expareja por lo que había hecho y expuso su arrepentimiento por el grave daño causado a ella y a toda la familia e incluso a sus propios padres y hermanos.
La condicional
De no mediar otras circunstancias, José Rosales podría llegar a obtener la “libertad condicional” cuando complete las dos terceras partes de la condena impuesta (es decir, cinco años y cuatro meses), a mediados de noviembre de 2017.
Sin embargo, como el albañil tiene otra causa judicial pendiente por una serie de amenazas en perjuicio de la mismísima Marisel Domínguez, habrá que esperar que se realice el juicio correspondiente para saber si se le impone una sanción que le impida alcanzar aquel beneficio excarcelatorio.