Por Pepo Garay
Especial para EL DIARIO
Los Reartes viene a aportarle a la columna vertebral de Calamuchita el toque distinto. El de lo viejo, porque a los típicos paisajes serranos que colindan con la ruta provincial 5, le agrega lo singular de su historia, de comechingones, asentamientos españoles y tiempos de postas de carreta, todo un tesoro que se conserva en el aire y que da muestras concretas en el pequeño pero vital casco del centro y sus adyacencias.
Lo bueno viene en frasco chico dicen, y aquí, a 185 kilómetros de Villa María y sólo 7 de Villa General Belgrano, la regla se cumple bien cumplida. Se trata de un par de cuadras, de una calle-museo que exhibe en su seno lo añejo del pueblo, una grata sorpresa para el viajero que en las delicias del valle sólo había vibrado con cerros y ríos. “Y no se vaya a creer, también tengo de eso amigo”, dice Los Reartes, que a fines prácticos quiere ir por partes.
Viaje al pasado
La comuna tiene 2 mil habitantes, la mayoría repartidos en los barrios nuevos, manzanas bien acomodaditas de casas sin ambiciones y patios anchos, varias cabañas para el que quiera estirar los pies. Pocos viven en el propio núcleo, el que nació en 1573 con la primera repartija de tierras entre los españoles, los indios celando en el derredor de la estancia “Nuestra Señora de Copacabana”, propiedad de un tal Rearte. Desde entonces el lugar fue punto estratégico para comerciantes, misioneros y gauchos bravos que se movían de norte a sur de la provincia y allende. Incluso para soldados unitarios y federales durante la Guerra Civil. Ya en el Siglo XX la aldea sacaba pecho por contar con Correo y Juzgado de Paz. Hasta que la construcción de la ruta 5 repartió las cartas de nuevo, dejando al poblado fuera del camino, aislado, acariciando sus nostalgias y la pureza del mapa.
Aquel semblante se aprecia de lleno en la antes referida avenida San Martín. Casi nulo el movimiento, lo bien que se ajusta al entorno de los antiguos inmuebles, como las casonas de adobe (levantadas a mediados del Siglo XVIII) y sobre todo la Pulpería Don Segundo Sombra, tan emblemática con los ladrillos vistos y gastadísimos. El cantero central de la avenida alza los ánimos de ayer con farolas y jarrones, lo mismo que el paso de algún paisano a caballo, signo de las profundas raíces gauchas de ésta parte de Calamuchita.
A la vuelta nomás, está la Escuela Pedro Palacios (fines del Siglo XIX), y la plazuela de La Virgen dejando sitio a la pintoresca Capilla Inmaculada Concepción (levantada en las proximidades del 1820). Ya más alejadas, otras joyas históricas cooperan en el labrar del legado local: los morteros de los comechingones (huecos en roca y al aire libre realizados alrededor del 1500 por los primeros habitantes del valle), el Corral de Piedra (1780) y el Arco de Capilla Vieja.
El río, cuándo no
Desde el no muy lejano cerro Negro, baja el río que lleva el nombre de la localidad, a la que regala una preciosa costanera, la clásica, la de las arboledas, piedras, arena, y lo prístino del agua, a tono con las ondulaciones de las colinas cercanas. Playas cómo La Curva, Tranquila y La Fontana hacen buenos balnearios en verano y buenos paseos en invierno. Baja la corriente tambaleando, se junta adelante con el río del Medio y se va a dormir al cercano Dique Los Molinos. Ese tono serrano, claro, también corresponde a Los Reartes.