En esto de mirar el pasado e ir armando una historia de nuestra ciudad y zona no son pocos los hallazgos que sorprenden, tornándose necesario el compartirlos con los lectores. En esta oportunidad rescataremos un reportaje incluido en un número especial de la prensa escrita local aparecido cuando Villa María, en 1967, cumplía cien años de existencia. Se trata de una publicación de 65 páginas de tamaño tabloide editadas por El Popular y el periódico Opinión que se tituló “Villa María en su Centenario”. Junto a una serie de notas, que reflejan datos oficiales acerca del Gobierno del entonces comisionado municipal Julio Nóbrega Lascano y reseñas de instituciones, aparecen artículos relacionados con la historia local y algunas incursiones literarias de villamarienses que ofrendaron sus letras a tan importante acontecimiento en la vida de la ciudad. Pero lo que nos interesa rescatar en esta oportunidad es un breve reportaje a una mujer que para entonces contaba con más de noventa años de edad. Nos parece interesante pues por una parte se trata de algunos recuerdos de quien vivió en Villa María cuando la población tenía pocos años de existencia. Por otro lado está la cuestión de género, pues no abundan las visiones de las mujeres a la hora de recoger recuerdos de los primeros pasos de nuestra vida comunitaria.

 El referido reportaje se tituló “Cien años no son tantos…”  y la entrevistada fue María de las Mercedes Fernández de Cabrera quien dijo haber nacido en Villa María el 27 de febrero de 1874 “en el sector del barrio Los Parques (actual General Paz) que entonces era una gran barranca bordeando el río”. Esta afirmación no sólo señala que en aquella época, en ese sector de la localidad existían viviendas a la vera del Ctalamochita, algo que no es rescatado en la mayoría de los libros de historia local. Incluso debe caerse en la cuenta de que la zona señalada por María quedaba fuera del plano oficial de la localidad. Otro detalle que revela esa frase de doña María es la existencia de las barrancas que, aclaramos, luego fueron afectadas por el trabajo de las empresas que sacaron arena de esos lugares.  

Durante la entrevista la humilde mujer le mostró al periodista sus documentos personales diciéndole “aquí los tiene, han sido sacados del archivo parroquial de Villa Nueva que era donde registraban a las personas. Mi padre se llamaba Bautista Fernández, nadador conocido. Mi madre fue Inés Flores. Mi madrina Camila Bonetto”.

También enseñó sus pertenencias. Entre ellas una de profundo sentido religioso. Según el artículo que nos ocupa María dijo “esta Virgen, señor, fue salvada de una inundación por mi padre. La trajo de Villa Nueva en una balsa que había hecho con el cuero de un potro y yo la conservo; todos los días le prendo velas. Ella es protectora”. Luego, ante el requerimiento del periodista, respondió que sí era católica. “Claro. Aún recuerdo los sermones del padre Anselmo Chianea en la iglesia que teníamos en donde ahora está ubicada la Municipalidad, frente a la plaza Independencia (en clara referencia al antiguo edificio del municipio en calle Mendoza, al lado del actual Palacio Municipal). El cura Chianea solía decir: ´Echense mujeres´, rezábamos. Luego nos discurseaba: ´una cabra sube a un horno: LA PROVIDENCIA, ¿han visto cómo la yegua a los dos años aleja al potrillo?: LA PROVIDENCIA…”.

Esta María, de condición mucho más humilde que la hija de quien fue dueño de estas tierras y decidiera fundar una localidad al paso del ferrocarril. Una María, como tantas otras del pueblo que contribuyeron (y contribuye) a engrandecer la ciudad. Esta María, decíamos, también en aquel 1967 trajo a su memoria otras imágenes del pasado. Así fue que dijo “recuerdo porque me quedó grabado el fusilamiento de un hombre que había cometido un delito. En ese entonces no se andaba con chicas, al que las hacía se las cobraban. Yo vi cómo las crecientes de 1890, 1904, 1917, tuvieron a maltraer a los vecinos de Villa María. También presencié los pasos de los indios prisioneros trasladados al Tucumán. Iban con sus mujeres, robadas algunas, jergas, sogas, plumas. Los llevaban en vagones del ferrocarril. Pude también ser testigo de los estragos del cólera en 1908”.

 Esta mujer de pueblo, también recordaba que le había gustado “andar con el tranvía a caballo que solamente costaba 30 centavos la ida y vuelta”. Incluso había conocido vecinos renombrados de la ciudad, así nombró a “don Nabor Pedraza, Marcelino Arregui, Joaquín Pereira, Silverio Bermúdez, Alejandro Voglino, Bernardo Fernández”. En cuanto a cómo era Villa María alrededor de 1900, María dijo que era “medio monte, con chañares, algarrobos, pájaros, animales…”.

 Esta mujer que decía que a los 15 años, allá por 1889, ya armaba sus propios cigarrillos para fumar. En 1967, cuando el reportaje, decía seguir fumando y tomando vino en la comidas, aunque ya sólo le quedaba un diente, su estado de salud era bastante bueno. “Lo único (decía) es la jaqueca que de tanto en tanto me molesta. El doctor Capriotti que me ha atendido me dijo que no me prohíba de nada. Que fume, que tome vino y coma nomás ¡qué buen doctor!” Seguro en la ciudad aún queda algún descendiente de esta mujer que compartió sus recuerdos con los lectores, pues para el centenario de la ciudad declaraba tener  “cerca de 25 nietos y más de 20 bisnietos”.  Entonces vivía en una casa, adentro, con galería y pisos de ladrillo y mosaicos en el corredor y patio de tierra. Fue en esa vivienda, ubicada en España 667, donde respondió las inquietudes del periodista que la describió como una “anciana criolla” que hablaba sin titubeos.