Escribe:
Dr. Carlos Navarro (*)
En los 95 años trascurridos desde la creación de la carrera de Bioquímica en la Universidad de Buenos Aires, a propuesta del doctor Juan Antonio Sánchez, la actividad desarrollada en los laboratorios de salud ha tenido un crecimiento sostenido y también grandes trasformaciones, provocadas particularmente por el gran desarrollo de la ciencia aplicada a la tecnología que ocasionó lo que hoy se denomina la “reingeniería del laboratorio”, pasando del trabajo artesanal a la automatización hasta la robotización del proceso analítico, con un incremento impensado en la capacidad de producción.
Esta producción no es otra cosa que información que el médico utiliza para decidir respecto al tratamiento y seguimiento de las enfermedades y también para recomendar a las personas atendidas conductas saludables en la prevención y promoción de la salud.
Este marco histórico nos brinda una gran oportunidad. La misma consiste en dejar de producir sólo resultados y avanzar para que el profesional bioquímico se convierta en el consultor y asesor por excelencia de todo lo vinculado a la práctica bioquímica.
La dinámica propia del conocimiento nos obliga a la capacitación continua y el nuevo saber debe contribuir en mejorar la salud de las personas.
Si somos capaces de transformar los resultados en informes y, sobre todo, de vincularnos y comunicarnos con los demás integrantes del equipo de salud humana, podemos decir que estamos transitando un buen presente y avanzamos hacia un futuro promisorio, siempre y cuando comprendamos que la clave está en el conocimiento propio de la disciplina, ya que éste es el que jerarquiza toda actividad.
Esta jerarquía se logra exponiendo dicho conocimiento ante las personas atendidas en los laboratorios de salud y también ante los demás integrantes del equipo de salud humana, donde tenemos que integrarnos recordando aquel viejo concepto de la Organización Mundial de la Salud (OMS): “El equipo de salud es definido por la OMS, en 1973, como una asociación no jerarquizada de personas con diferentes disciplinas profesionales, pero con un objetivo común, que es el de proveer en cualquier ámbito a las personas la atención más integral de salud posible”.
Desde nuestras entidades profesionales nos relacionamos y vinculamos contractualmente con los financiadores (obras sociales, institutos, prepagas, PAMI) con el propósito de lograr el reconocimiento por parte de las autoridades como sector de gestión privada integrante de un “sistema de salud público” único, ya que la salud de la población es una sola y debería ser de interés público, donde el Estado debería comprometerse con la situación de todos los sectores que la componen y no sólo cuando hay conflictos salariales o por insumos en el sistema de gestión estatal (hospitales municipales, provinciales o nacionales).
Se puede decir que la cobertura del sistema de prestaciones en la República Argentina, a través de la seguridad social, está por encima del 60% de la población, que tiene acceso a los laboratorios mal denominados privados; si consideramos conceptos de público, queda claro que el sector de gestión privada es más público que el de gestión estatal, también mal denominado público.
La Superintendencia de Servicios de Salud es el ente nacional que debería regular la relación entre las obras sociales de carácter gremial y prepagas.
Sin embargo, por vigencia del Decreto Nacional Nº 9 del año 1993 (marco legal que permitió la aparición y desarrollo de intermediarios denominados gerenciadores) que desreguló todas las actividades, dejó librada la salud a la oferta y demanda.
Por eso, ante los reclamos sectoriales por mejoras en los valores de las prácticas bioquímicas o por acortar los tiempos de pagos realizados por las obras sociales, habitualmente la Superintendencia de Servicios de Salud responde: “Arreglen con los financiadores. Ustedes son privados”.
Con la Administración Provincial del Seguro de Salud (Apross) se mantienen negociaciones permanentes, ya que la inestabilidad económica de los últimos tiempos, con incrementos en insumos y consumibles necesarios para desarrollar la actividad, requiere de la actualización constante de los recursos destinados a las prestaciones brindadas a los beneficiarios del sistema.
Con respecto al PAMI, el mayor logro está sustentado en la recuperación de los convenios directos a través de las entidades profesionales, ya que la eliminación del sistema de gerenciadoras intermediarias en el año 2005 ha permitido recuperar un ingreso importante a los laboratorios que antes se llevaban quienes administraban los recursos que el Instituto Nacional destinaba para el pago de las prestaciones.
No menos importante es la participación de la entidad nacional Confederación Unificada Bioquímica de la República Argentina (CUBRA) en la comisión conjunta creada para resolver todo lo vinculado a las prácticas bioquímicas en el ámbito de PAMI Central.
(*) Presidente de la Federación de Bioquímicos de Córdoba y secretario de Asuntos Profesionales del Círculo de Bioquímicos de Villa María y la Región