Adriana Depetris tiene 53 años y es la directora del jardín de la Escuela Doctor José Bianco, en el que trabaja hace ya 32 años.
Arrancó “cuando era muy joven” y dice que trabajar con niños y niñas es su pasión, una de las razones que la lleva a levantarse feliz todos los días. Además es formadora de futuros maestros, porque se desempeña en el Profesorado de Nivel Inicial. Su hija Victoria continuará sus pasos, estando a punto de recibirse.
De la infancia de ayer y sus diferencias con la actual, de las problemáticas sociales que emergen en las aulas del jardín, de las nuevas tecnologías, de las nuevas familias y de otros temas dialogó con EL DIARIO.
El niño de ayer y de hoy. “Ahora hay que ser muy creativo, muy estudioso y estar muy adaptado a los cambios que se dan permanentemente para poder trabajar con los niños. Es importante asistir a todas las capacitaciones que te brindan como para que la propuesta educativa sea realmente interesante, porque hay que competir con todo lo que tienen a su alcance, como todos los medios de comunicación. Ahí está el desafío de la educación actual. Los niños de antes no tenían todo lo que tienen hoy pero contaban con mayor presencia de la familia, un mayor acompañamiento de los padres. Generalmente las mamás no tenían que trabajar. Casi todas eran amas de casa y podían dedicarles más tiempo, y de pronto todo lo que la escuela les brindaba les llamaba mucho la atención porque no existían demasiadas cosas. Hoy tienen intereses más diversificados. En la actualidad, los chicos trasladan el apuro de los padres, se vivencian situaciones agresivas que antes no se veían, agresión verbal o física, por ahí falta de respeto o no adaptarse quizás a normas o pautas. Hay bastantes problemáticas”.
Cómo se abordan esas cuestiones. “Desde el año pasado se intensificó a nivel ministerial la posibilidad de capacitaciones o jornadas propuestas para trabajar con la familia. La escuela sola no puede, entonces es necesario que la familia se acerque y que trabajemos juntos. Ante casos acentuados, lo primero que se hace es llamar a la familia, tratar de acordar acciones conjuntas, evaluar, reflexionar y que quede claro que todo lo que hacemos es en pos de lo mejor para los pequeños. Por ahí encontramos resistencia y por ahí encontramos que necesitan esto, que los acompañemos. También podemos recurrir al Equipo Profesional de Apoyo Escolar del Ministerio cuando las estrategias que desarrollamos no generaron avances, entonces nos asesoran y nos brindan nuevas armas para implementar.
¿Se acercan las familias? “Son pocas las que ofrecen resistencia. Es más, en la última jornada de Familia y Comunidad generamos un taller de padres sobre límites, que creo que es lo que más nos preocupa a todos, y demandaron más encuentros. Fue una jornada riquísima, de lectura de material en grupo, de contar cada uno su experiencia. Necesitaban seguir hablando de este tema fuera del horario escolar”.
Los límites. “Se disponen, primero, desde el amor. Y con firmeza, convencidos de que consideramos que es lo mejor y sosteniéndolo en el tiempo, que es lo cuesta a veces. En ocasiones dicen que la falta de límites se genera por un desacuerdo entre padres, porque uno dice una cosa y el otro otra, o porque como no están mucho tiempo en casa luego les cuesta ponerlos, dándose quizás un sentimiento de culpa.
Además de que educa, se trata de una muestra de amor. Nosotros estamos ante una persona que luego actuará en sociedad, en la que hay muchas reglas que cumplir. La falta de límites excluye”.
Cuando el problema en el niño o niña se mantiene constante. “Generalmente llamamos a la reflexión. Cuando se produce una situación, se lo pone al chico en el lugar del otro, se habla con el niño, siempre desde el diálogo. A veces se da la reflexión grupal. Existe un acuerdo de convivencia, en cuya confección todos participan”.
La infancia. “Tienen la pureza para ser lo mejor y de pronto somos los adultos los que los cambiamos. La problemática que uno puede detectar a sus 4 ó 5 años no es él, es lo que le pasa. Está atravesado por el contexto, fundamentalmente la familia. Eso es lo primero que los marca, lo que les forma su personalidad”.
Nadie nace “malo”. “Cuando hablamos con los papás el año pasado decíamos que hay que tener ojo con las palabras que decimos: Te portas mal, sos un nene malo. Eso deja huellas muy profundas. Tenemos que hablar de lo que pasa, dejando al niño de lado. No hay niños malos, sino niños que les pasan cosas, que no pueden resolver todavía”.
La demostración del afecto. “Nosotros hacemos abrazos masivos. Me encanta ser cariñosa y siempre lo he sido”.
Los cuentos. “Les sigue encantando escucharlos, eso no cambió con el tiempo. Soy narradora oral y me gusta mucho. En el jardín hay un momento literario todos los días, tenemos biblioteca de muchísimos ejemplares, todos los viernes se llevan uno y lo devuelven los lunes”.
Las nuevas familias. “No me ha pasado todavía tener a alumnos con dos mamás o dos papás, pero sí familias ensambladas. Esa es una diferencia con el niño de ayer: antes era muy raro que haya padres separados, hoy es menos común que los papás estén juntos”.
Inculcar valores. “Creo que ves al niño en jardín y anticipas lo que pasará con su vida escolar y las relaciones interpersonales. Es el nivel donde fundamentalmente y como base de todos los aprendizajes hay que rescatar la formación en cuanto a valores. Académicamente hay un montón de conocimientos y aprendizajes que por nuestra currícula hay que impartir, pero sin aquello no podés lograr todo eso”.
Diego Bengoa
Foto: Roberto Zayas