Licenciado en Enfermería y Pedagogía por la Universidad de Barcelona y doctor en Filosofía por Columbia (USA), José Luis Medina Moya pasó por
la UNVM donde dictó un seminario sobre “prácticas reflexivas”. El curso, coordinado por las licenciaturas en Enfermería, Psicopedagogía y Terapia Ocupacional estuvo dirigido a profesionales de la salud. A lo largo de cuatro jornadas, el disertante habló de “prácticas educativas de la coherencia”, instando a los docentes a tener la moral que
predican a sus estudiantes.
En una mesa de la cantina y rodeado por una veintena de mujeres hermosas, almuerza el doctor José Luis Medina Moya. Ha sido una jornada agotadora de seminario, pero el pequeño harem de educadoras que lo acompaña es un premio que compensa su labor intelectual. Sin embargo y contra todos los pronósticos de felicidad, el maestro está muy serio. De hecho apenas si sonríe cuando su compañera de mesa, la licenciada Marta Torre (una de las coordinadoras del evento), le hace algún comentario. Pareciera que su atención está puesto en otra parte. Trato de explicarme adónde, hasta que lo descubro: el televisor. Y es que en la pantalla gigante de la cantina, juegan Australia y Holanda, rivales directos de España en el Mundial de fútbol. Y un triunfo de los “canguros” le daría oxígeno a “la furia roja”. Pero el encuentro está empatado en uno y los “amarillos” no la pasan bien. De ahí la preocupación del único hombre de la mesa. Entonces, sin querer molestar los postres, la llamo a Marta con gestos y le digo que lo espero al maestro para la nota que habíamos arreglado; que no se preocupe por mí porque me sentaré en una punta de la mesa a mirar el partido. Marta le transmite el mensaje y el hombre asiente sin pronunciar palabra, con la cuchara de durazno al natural en la boca. Es en ese preciso instante cuando el árbitro marca penal para Australia. Y en medio del griterío de un comedor universitario sumado a una veintena de mujeres que no paran de hablar, los australianos ponen el 2-1 y los amarillos se abrazan. “¡Gol!” gritan todos en el comedor y también (aunque de manera mesurada) lo festeja el “profesor”. “¡Buenas noticias para España!”, le digo al hombre sin haber sido presentados. “Hombre, claro… Siempre y cuando hoy le ganemos a Chile…”. “Es que yo creo que van a ganar”, le respondo casi a los gritos. “¡También yo! Pero igual será difícil”. Minutos después, Marta nos presenta y nos damos la mano. “Nunca pensé que un doctor en filosofía fuera tan futbolero”, le digo. “Hombre, que uno sea un investigador no quiere decir que viva encerrado en un armario. Además, siempre voy a ver al Barça. Lo que no alcanzo a entender es el fanatismo que vosotros tenéis por el fútbol… Desde que llegué acá, es el Mundial las 24 horas del día…”. “¿Y eso en España no pasa?” -le pregunto-. “Pues allá se mira el partido de la selección y todo eso; pero luego la gente está metida en sus cosas… En cambio acá… vamos, que vosotros tenéis un fanatismo de la hostia…”.
No me queda más remedio que darle la razón, incluso reconociendo que a este humilde obrero de la información le cuesta no seguir hablando de fútbol y del Mundial durante todo el día, incluso con un entrevistado que vino a dar un fabuloso seminario sobre pedagogía de la salud. Entonces y casi como si el profesor me leyera la mente, me dice: “Y bien, ¿de qué vamos a charlar?”.
-Quisiera, antes que nada, un pantallazo del seminario que viniste a dictar. Y luego, que hablemos de Filosofía…
-Perfecto. Vamos por lo primero. El seminario consistió en pensar las prácticas pedagógicas desde una perspectiva muy sencilla: mostrar un modelo de práctica profesional para los estudiantes de la salud y la educación centrado exclusivamente en las necesidades de la otra persona, ya sea en las psíquicas o físicas. Este modelo pedagógico viene a decir algo así como: “Señores docentes, hagan ustedes desde la ética lo mismo que le piden a los estudiantes y entonces tendrán éxito pedagógico por una cuestión de coherencia”.
-¿Pensás que se ha perdido la coherencia en los docentes? ¿A qué creés que se debió?
-Se debió a que los maestros enseñan del modo en que les enseñaron a ellos, y no como les dijeron que tenían que enseñar. Por ejemplo, les dijeron que había que ser atento y educado con los niños, pero el profesor que tuvieron no era ni atento ni educado con ningún niño. Y, curiosamente, los docentes de hoy reproducen el modelo de ese profesor y no su prédica. Y aquí es donde viene la práctica reflexiva. Aquí es donde ayudamos al profesional a examinar los resultados de sus propias acciones para, una vez considerados, tratar de mejorarlos.
Para recuperar los valores de Occidente en una sociedad pragmatista
-Sos pedagogo, licenciado en Enfermería y doctor en Filosofía ¿qué vino primero?
-Primero fue la salud. Yo estudié Enfermería y empecé a dar clases tempranamente. Pero como me di cuenta de que no sabía enseñar, me matriculé en la carrera de Pedagogía de la Universidad de Barcelona, y luego en Educación. Una vez graduado, conseguí una beca del Gobierno español y me fui a los Estados Unidos, donde hice una formación para profesionales de la salud. Pero cuando volví a España, me vi en la necesidad de progresar en mi línea de educación e hice el doctorado de Filosofía entre Barcelona y Columbia.
Y en el momento en que Medina Moya me cuenta esto, Holanda empata el partido. Entonces el doctor en filosofía, pasa de la alegría dionisíaca a la aceptación estoica. Su cara se vuelve tranquila, sin contradicciones ni expectativas.
-¿Y qué elementos te aportó la Filosofía a la hora de enseñar?
-Sobre todo, aprendí a pensar. Ser consciente de cómo relacionás unas ideas con otras y saber si tus conclusiones entran en contradicción o no con tus premisas, eso es aprender a pensar. Y sólo lo consigues mediante el contacto con titanes del pensamiento. Ellos me dieron una base muy importante para articular propuestas pedagógicas con una base filosófica y moral.
-Es interesante lo que decís, porque en este modelo de pensamiento capitalista se nos dice que Filosofía y Moral no necesariamente son compatibles, siendo que cada sistema de pensamiento implica, sí o sí, una ética…
-Efectivamente. La moral no es solamente confesional. Y si bien toda teología implica una ética, al mismo tiempo toda filosofía sin connotaciones religiosas o metafísicas conlleva también una ética. Y en algunas ocasiones lo hace explícitamente, como en el caso de la “Etica a Nicómaco”, de Aristóteles, que es la base de los valores universales de Occidente. Y a esa base ética hay que tratar de recuperarla cada vez más. Sobre todo en este mundo neoliberal y pragmatista que ha reducido la ética a la eficacia empobreciendo enormemente el pensamiento en todos los campos disciplinares.
-Esta recuperación de la ética de la cual hablás, ¿tiene que ver con esta vuelta a la coherencia que desde las prácticas reflexivas se le reclama al docente; con ese “predicar con el ejemplo?”
-Necesariamente. Y en este aspecto, el “conócete a ti mismo” de la filosofía griega es fundamental para un educador. El poder calibrar adecuadamente los vaivenes emocionales y cognitivos de los alumnos, el poder comprender ese titubeo y esa euforia del no saber, pasa primero por conocerlo en uno mismo y después en los estudiantes.
Educación multicultural
-En ciudades como Barcelona, donde los colegios suelen tener alumnos de otros países ¿se deben aplicar prácticas docentes especiales?
-Totalmente. Además, yo creo que la multiculturalidad que hay en las grandes ciudades como Barcelona, es una bendición para todos. En estos contextos se produce un enriquecimiento tremendo de todos los participantes. La antropología y la sociología lo ha demostrado. Sin embargo, siempre hay dos actitudes muy frecuentes ante la inmigración, y ambas no son del todo deseables.
-¿Y cuáles son?
-Por un lado, hay un respeto por las diferencias del extranjero pero sin intentar el contacto entre culturas, lo que inevitablemente produce ghettos. Por el otro lado está la aculturación, es decir, la asimilación de la cultura recién llegada por la cultura dominante. Y ahí se produce una pérdida enorme de valores. Cuando estuve en los Estados Unidos, vi que los muchachos hispanos de segunda generación en Nueva York renegaban de su cultura de origen porque lo anglosajón era lo dominante. En ambos casos, no hay avances en términos de sociedad.
-¿Y cuál sería la propuesta más recomendable a la hora de alojar culturas diferentes?
-Lo ideal, a mi juicio, sería el mestizaje; es decir que hay que avanzar un paso adelante en una suerte de “melting pot”, donde habría ganancias sí o sí de los dos lados. El mestizaje no te da pérdida de tu propia identidad pero asimila cosas de la otra. Sería un paso más evolutivo en el desarrollo de las sociedades. Sin embargo, esto no es lo que está pasando en Europa. En Francia, por ejemplo, acaba de ganar las elecciones el Frente Nacional, que es la ultraderecha fascista y xenófoba, ese populismo que atenta contra la multiculturalidad. Y eso es grave.
-En Cataluña, sin embargo, hay una mentalidad muy abierta en cuanto a la aceptación de otras culturas. La prueba es que ha recibido a pakistaníes, africanos, árabes y latinos sin problemas…
-Eso se debe a que en Cataluña, las políticas de integración están muy avanzadas. Allí se mantiene la identidad pero desde una escuela multicultural, afortunadamente. Y el hecho de haber recibido tanta inmigración nos ha jugado a favor, como el hecho de haber pertenecido a un país cuya hegemonía fuera siempre la española y no la catalana. Creo que estamos acostumbrados a ser un país de acogida, no sólo de extranjeros sino de personas de las zonas menos favorecidas de España. En el interior de Cataluña, por ejemplo, hay sitios donde el 40% de la población es extranjera pero todos hablan catalán. Se sienten perfectamente integrados y esa integración ha pasado por la lengua, no de manera impositiva ni autoritaria sino como vehículo de integración social.
Holanda está inclinando la cancha y el gol está al caer. Medina Moya se ha “quitado las gafas” para ver mejor pero se las ha vuelto a poner. Y entonces me doy cuenta de que tiene un gran parecido con el escritor chileno Roberto Bolaños, muerto precisamente en Barcelona a principios de este siglo. Se lo comento. “Pues sí, ya van muchos que lo han dicho”. Su respuesta no es muy entusiasta. Acaso porque le he nombrado a un “poeta chileno”. Y lo que menos espera Medina Moya en el día de la fecha es “poesía chilena”, sobre todo en un campo de fútbol. Como el tiempo se nos va le hago la última pregunta.
-¿Qué me podés decir de la educación argentina?
-Que hay algo que me parece muy bien de vuestro país y es la financiación universitaria vía impuestos, para que los estudiantes no tengan que pagar en la universidad. En España, por ejemplo, los alumnos pagan un 25% del costo real de la matrícula, y no te digo en Chile, donde los altos precios de la educación son un escándalo moral. Vamos, que la equidad en el acceso a la educación que vosotros tenéis es admirable y…
Pero cuando José Luis dice esto, Holanda mete el tercero y termina el partido. “Escándalo Moral- Chile- Alto Precio”… A todo esto lo dijo el doctor. Y cuando horas más tarde la selección trasandina elimine a la española, pensaré que esas palabras sueltas fueron un oráculo. Pero tras el gol, José Luis volvió a limpiarse los anteojos, sin rencores.Y si no ¿cómo va a enseñar la tolerancia o la aceptación de la adversidad? De todos modos, este no parece ser el Mundial que más le interesa a Medina Moya sino el otro, el de la educación globalizada en un mundo capitalista y pragmático. Y en ese partido acaba de convertir el primer gol, el que más se grita: “Etica 1 Eficiencia 0, desde afuera del área, el Güaje Medina Moya, autor de la conquista”.
Iván Wielikosielek