La renovación de sectores de la ciudad que hasta hace tiempo estaban en las sombras, la colocación de grandes cantidades de luminarias y la cada vez más expansiva urbanización hacia todos los márgenes de la ciudad ha puesto en peligro de extinción a esos espacios de amor pasajero denominados Villa Cariño.
No la están pasando bien los amantes de las contorciones y los vidrios empañados; de los tapizados acariciando pieles y de las fundas de cuerina transpirando cuerpos, encontrar un lugar para amar en un auto en Villa María es cada vez más difícil.
La ciudad tenía rincones ubicados a la vera del río o en sus cercanías en donde se respetaba la presencia de un auto estacionado en la penumbra. A una distancia estratégicamente lejos de una luz para que no se logre divisar lo que acontece en el interior, pero prudentemente cerca como para sentirse seguro.
Hoy ya no están. Un lugar clásico estaba detrás del predio del SUOEM, antes que el municipio extendiera la costanera del barrio Santa Ana. Hoy está muy iluminado, pero los autos se le siguen animando.
Detrás del Sport Club la urbanización se ha llevado por delante la privacidad que ofrecía esa parte de la costanera. El municipio embelleció el lugar con parcelas de estacionamiento que, de madrugada, cada tanto albergan a alguna que otra pareja desinhibida.
El sector popularmente llamado como Puerto Madero y su extensión por la costanera por detrás del Centro de Empleados de Comercio se encuentran en un intermedio, puesto que si bien también fueron beneficiados por la colocación de luminaria no es ta extrema como en otros sectores.
De los lugares que sobreviven se pueden destacar dos, pero que en el mapa de los puntos estratégicos para hacer el amor en el auto están catalogados como peligrosos: uno está en un extremo de la ciudad, el denominado Arenero es, si se quiere, de los pocos lugares que aún guardan esa esencia que mezcla adrenalina y placer.
Pero, como desde siempre, la escasa iluminación no lo convierte en un lugar seguro para poner el freno de mano.
El otro está en el barrio Barrancas del Río, allí donde termina la nueva costanera se abre paso un camino de tierra de unos 200 metros de extensión y con apenas dos postes de alumbrado público, pero que genera recelo entre quienes no desean correr grandes riesgos en cuanto a seguridad.
Ante esto, el amante de la fragancia en la guantera se vio obligado a ser más corajudo y ha encontrado alternativas por los barrios. Cuadras sin demasiada luz y estacionarse frente a una construcción, una vivienda con evidentes signos de abandono o lacrado, en donde haya un cartel de “se vende”, son las estrategias que mantienen vivo este arte.