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La narradora recreó obras de Dolina, Lojo, Rago y una de su autoría |
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“Anabella, lo hicimos”, expresó con voz entrecortada por la emoción Alicia Perrig, mientras dirigía su mirada a la directora de la Biblioteca Moreno.
Aludía a la feliz culminación del ciclo de siete martes dedicados a la narración oral, por donde desfilaron numerosos especialistas en el tema, locales y foráneos.
“Mil y una noches en la biblioteca” cerró anteanoche con el estreno de “Historias de amor”, un espectáculo de Perrig, el noveno que arma con narraciones orales.
“El duelo o la refutación del horóscopo”, de Dolina, junto con “Malena”, de la uruguaya Ada Vega -que describe una leyenda en torno a la mitológica cantante de tango- y con “Otra historia del guerrero y la cautiva”, de María Rosa Lojo, compusieron parte destacada del recital de la narradora local, poseedora de una enérgica y clara voz, con la que también cantó pasajes musicales.
También dejó el breve “Duda tardía”, de Walter Rago, “Facundo y el Moro”, de la mencionada Lojo, y finalmente “Bodas de oro”, de su propia autoría.
En las distintas narraciones, Perrig sobrevuela por dispares épocas y situaciones, con el hilo conductor del amor.
Desde la cruenta y verídica historia de la cautiva Dorotea Cabral, cuya vida transcurrió en parte en nuestra región, hasta la apacible ancianidad de Angelita y Nando -que pasan su aniversario de bodas vigilando cada detalle de la higiene del hotel que los cobija hasta que, exhaustos, se quedan dormidos- los relatos mantuvieron atentos al público, que en buena cantidad se llegó al auditorio de avenida Sabattini.
Es que, como comentó una semana antes Claudio Ledesma, otro narrador: “Hoy más que nunca la narración oral tiene relevancia, precisamente por los avances tecnológicos: ante el bombardeo de imágenes, la narración propone volver al espacio interior”.
De todas maneras esta disciplina, que parece sencilla, tiene detrás toda una técnica que hay que aprender y desarrollar. Y que demanda descubrir en el aspirante a narrador al niño que alguna vez fue, y que no teme dedicar tiempo a disfrutar con un cuento, y que permite lograr en quien escucha, que las imágenes literarias retornen después, una y otra vez a su conciencia.
En definitiva, un portentoso ejercicio para nuestra adormecida imaginación.
Juan Carlos Seia
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