Quien ha tenido la posibilidad de asistir al estreno de “Calígula” el domingo pasado en un Teatro Verdi totalmente colmado ha podido comprobar el gran salto cualitativo que ha plasmado la asociación civil Quijotada con esta nueva puesta.
En el año que celebra su 15º aniversario, la entidad ha demostrado con creces que, con denodados esfuerzos y empeño colectivo, se puede ofrecer una obra artística con perfil profesional.
Luego de varias temporadas de musicales representados con mímica sincronizada a cargo de alumnos e intérpretes vocacionales, esta vez Quijotada se animó a montar la pieza de extensa duración, cantada en vivo y con nexos o puentes entre cuadros actuados sobre visos teatrales. Además, los actores principales se han formado con cantantes líricos y se ha invertido en una mejor escenografía, vestuarios y aspectos técnicos (como micrófonos inalámbricos) que adornan el resultado final del montaje. En rigor, aquella asociación que había nacido por ímpetu de un docente (Raúl Pussetto) y un puñado de niños y adolescentes de diferentes condiciones sociales, hoy emerge como un elenco de sobrado potencial en las tablas.
Prueba de ello son los responsables protagónicos de la puesta dirigida por Marcos Frassetto. Por caso, Marcos Ribone, que hace las veces de Quereas (jefe de la guardia pretoriana), quien se luce magistral en su reflexión solitaria previo a asesinar a Calígula; Pablo Bonetto (a cargo del aparentemente “bueno y tonto” tío Claudio), quien regresara a Quijotada luego de varios años para esgrimir uno de los papeles más aplaudidos, y, por supuesto, el joven Luciano Bévolo (Calígula), quien se roba la obra subrayando una soberbia performance, con diversos matices de temperamento y sin fisura alguna.
Respecto al entramado argumental de la pieza, adaptada y suavizada en pasajes sexuales de la original firmada por Pepe Cibrián y Angel Mahler, ahonda en las distintas facetas del poder absoluto, extremado por los escabrosos delirios y excesos del emperador que llega a entronizarse como un dios. La trama cuela reflexiones sobre la malversación de la política en su relación con la masa (“cómo el pueblo no tiene una sola cabeza para cortársela”, dice Calígula), un amor incestuoso con su hermana (a cargo de Camila Felipe), una posesión erótica de su guardia (el poder sobre la integridad de las personas) y un germen de revolución: el esclavo (por Pablo Guillermone), que al perder absolutamente todo, no teme al rey. “Aquel esclavo era el hombre más libre que he conocido”, confiesa el tirano.
Juan Ramón Seia