"Tengo a mis padres, a otros familiares y a muchos amigos en La Playosa. Y a los años que viví en Villa María los recuerdo como una etapa muy importante... Te diría que fueron los mejores de mi vida, aunque hoy vivo muy feliz aquí. La calle Mendoza al 700, en casa de la inolvidable Stellita Seco, fue tan importante en mi formación, en mi crecimiento, que lo valoro como un espacio único...", dice Marcela.
Exalumna del Instituto Secundario Bernardino Rivadavia, refiere que conserva “muchos amigos desde esa época”.
“Hace poco estuve de festejo con todos los compañeros por los 30 años de egresados. Fue muy divertido, emotivo; la nostalgia nos llevó por los caminos del recuerdo, sobrevinieron muchas anécdotas, las risas y todo lo que pasa cuando te juntas con viejos amigos. El Rivadavia me dejó una marca imborrable; me encantaría un colegio así para mis hijos”, comenta.
Marcela habla con mucho entusiasmo de todo lo que le tocó vivir en Villa María, pero cuando habla de Stella Seco, ya fallecida, se refiere a ella con un enorme cariño que se le nota en el brillo de sus ojos marrones: “Fue como una madre; estaba en todos los detalles. Se levantaba antes que yo y me preparaba el café con leche acompañado de tostadas, mermelada, manteca y hasta los famosos ‘rosarinos’ de la panadería de los Casasnovas...”.
"Después de ese desayuno, me iba muy contenta caminando una cuadra y media hasta el colegio. Recuerdo ese camino, lo hice durante cinco años... Las calles eran de tierra, todavía, ¿te acuerdas, Ricardito?" (así me llama desde siempre la hermosa morocha playosense, que fue vecina de mi madre cuando vivió allí en la esquina de "La casa de los leones", como se la conocía a la que es hoy una casa de velatorios en Mendoza y Moreno.
Y repasa: "Don Elvio con su almacén, los Coria que estaban empezando con la pinturería y tu mamá Sarita, a quien no olvidaré mientras esté en este mundo. Era una señora encantadora y muy divertida. Siempre tenía una palabra de amor para mí y para todos. Me aconsejaba siempre que estudiara, que el futuro llegaría... Lo contenta que estaría Sarita con este encuentro que estamos teniendo. Vos, visitándome aquí en mi casa, tan lejos pero a la vez tan cerca, ya que parece que nos hubiésemos visto ayer y el cariño está intacto”, me dice con tanto cariño y afecto que es a mí al que ahora se le llena el corazón de orgullo.
En su hermosa casa de Suances, en Cantábria, cerca de Santander, entre mates y galletitas, me repasa el tiempo posterior. "Me casé con Daniel Malatan, mendocino y odontólogo, y nos vinimos a vivir aquí, donde tuvimos tres hermosos hijos: Alvaro que tiene 22 años, Carlos de 18 y el menor, Ignacio, de 13”, dice con alegría de madre.
Daniel es un tipo macanudo, hiperactivo, simpático y motoquero, que ama viajar, aunque también le gustan los autos antiguos (los restaura).
Junto a Marcela me llevó de paseo por la ciudad, caminamos por la playa de Santander, charlamos y antes de la despedida ambos me invitaron a regresar: "Nuestra casa está abierta; siempre serás bienvenido”.
Marcela me regala una frase más todavía: "Cada vez que vuelvo a la Argentina -y voy seguido ya que tengo mis padres en La Playosa- tomo el auto y voy a ver a mi íntima amiga Marcela Della Rosa y ahora también te visitaré a ti, ya que te debo una visita”.
Hacía muchos años que no la veía. La tuve de vecina en la villamariense calle Mendoza y también la tuve de vecina en Río Cuarto, ya que en algún tiempo mi actividad en el tenis me llevaba al Club Atenas. Agradezco entonces doblemente este trabajo, que me regala la hermosa posibilidad de reencontrar a mucha gente que quiero y compartir sus historias con ustedes.
Hasta la próxima, que será en Varese, al norte de Italia, desde donde les contaré qué es de Claudio Terrestre, "el Travolta de Kabranka".
Un abrazo a todos los lectores de EL DIARIO.
*Productor y conductor del programa “De aquí, para allá”, de Canal 9 Mirate, y colaborador de EL DIARIO, desde Europa