El objetivo de alcanzar el título universitario está más cerca para 49 estudiantes de la Universidad Nacional de Villa María (UNVM) que, por diferentes motivos, se alejaron de los claustros cuando les faltaba muy poco para terminar la carrera.
Es el caso del matrimonio formado por Micaela y Gerardo, una pareja de estudio y de vida que por largos años postergó la realización del trabajo final de Ingeniería en Alimentos y finalmente pudo presentarlo.
El estímulo que implican las becas del Plan Estratégico de Formación de Ingenieros (PEFI), instauradas el año pasado desde la Secretaría de Políticas Universitarias de la Nación, no es menor.
Se trata de un mecanismo mediante el cual los alumnos que adeudan una o dos materias o sólo el trabajo final de la carrera cuentan con talleres, apoyos de docentes y demás instancias para que, pese a estar insertos ya en el mercado laboral, puedan cumplir con los requisitos para obtener el título de grado. Estos alumnos tendrán un año para culminar sus carreras y como estímulo recibirán una prestación de 25 mil pesos una vez alcanzado el objetivo.
Los cuarenta y nueve alumnos que se presentaron para ingresar al programa en la UNVM pertenecen a las carreras de Ingeniería Agronómica y en Alimentos. Sus historias son diversas, pero con puntos en común. La gran mayoría dejó los claustros porque comenzó a trabajar en industrias, en puestos en los que eran necesarios los conocimientos adquiridos.
Tal es el caso de Gerardo y Micaela, que terminaron de cursar y rendir todas las materias de Ingeniería en Alimentos hace diez años, en 2004.
Ambos se insertaron en industrias lácteas y comenzaron una vida común que incluyó matrimonio, un niño que hoy tiene tres años y otro que llegará en pocas semanas.
En el medio, muchos desafíos: “Siempre surgía el tema de la casa, la compra de un terreno, edificar después; se amplió la familia, ocurrieron muchas cosas que siempre postergaban la realización de la tesis”, analiza Gerardo.
“Haber cursado cinco años con las materias al día y no recibirnos es una pena”, enfatiza Micaela con sus más de siete meses de embarazo.
El objetivo que se plantearon cuando comenzaron a diagramar su trabajo final fue presentarlo antes de julio. Lo cumplieron en mayo.
Gerardo reconoce que durante estos diez años la cuestión de cumplimentar el trabajo para alcanzar el título quedó postergada, pero no olvidada.
“Teníamos otras prioridades”, recuerda y destaca que al comienzo de su vida laboral lo más importante era lo económico por sobre lo profesional.
Ahora, con la casa finalizada y la familia encaminada, se dan el tiempo para pensar en reforzar ese aspecto.
Y el título no es menor. Les ofrecerá a ambos mejores posibilidades en industrias que reclaman graduados en ingeniería.
El PEFI se propone alcanzar la mayor tasa de ingenieros por habitante de Latinoamérica, incrementando los graduados para llegar al 2016 con un nuevo profesional cada cuatro mil habitantes, lo que supone diez mil nuevos profesionales por año.
Un objetivo familiar
El entorno familiar no dejó de alentar a este joven matrimonio a concretar el sueño del título universitario.
“Mi papá fue el primero que empezó con ‘recibite, recibite’, yo lo entendía, obviamente, y personalmente también me quería recibir”, cuenta Gerardo.
Para los dos, el título será un plus. Gerardo continúa en una industria láctea de la región, donde se desempeña actualmente como supervisor.
“Tengo que tener contacto con gente que viene de afuera, con auditores que vienen de Europa, entonces se necesita que tenga el título”.
En el caso de Micaela, la maternidad la decidió a dejar el trabajo en las industrias para volcarse a la actividad de forma autónoma, realizando pruebas de laboratorio y asesoramiento a diferentes firmas, combinados con la docencia.
También para ella sería un importante avance la graduación.
“El programa es una ayuda, un incentivo”, destaca Micaela, “pero lo que a uno más le incentiva es poder decir ‘voy a tener mi título finalmente’”.
La futura ingeniera resaltó la importancia del apoyo que brinda la universidad, con talleres para elaborar los proyectos y con una apertura para adaptarse a la situación particular de cada uno de estos 49 estudiantes próximos a recibirse.
Para concluir, los reporteados coincidieron en destacar la flexibilidad para entablar el diálogo que propone la UNVM a través del Instituto AP de Ciencias Básicas y Aplicadas, más aún cuando muchos de los docentes con los que cursaron su carrera ya se han acogido a la jubilación.