La Cámara del Crimen de Villa María le impuso ayer la pena máxima a un octogenario que mató a su esposa en la vivienda que ocupaban en 9 de Julio 369, en el centro de la ciudad, luego de mantener una violenta discusión por cuestiones de dinero.
Juan Atilio Pagliarone, de 85 años de edad, fue declarado culpable del “homicidio doblemente calificado, por el vínculo y por el uso de un arma de fuego”, de Rosa Ramona Santopolo, de 76, con la que estaba casado en segundas nupcias.
El proceso oral y público se abrevió porque Pagliarone admitió ser el autor del hecho, aunque sin explicar los motivos que lo llevaron a terminar con la vida de la mujer ni mostrarse arrepentido por el irreparable daño causado.
Por el contrario, el anciano se manifestó imperturbable durante el lapso que permaneció en la sala, ya que antes de los alegatos fue retirado por pedido de él mismo. Más aún, el juicio (que estaba programado para las 9) dio comienzo a las 10.25 ya que Pagliarone se negaba a participar del debate, poniendo como excusa razones de salud.
En silla de ruedas
Luego de ser revisado en la Alcaidía de Tribunales y de constatarse que estaba en perfectas condiciones y podía ser de la partida, el confeso homicida fue llevado en una silla de ruedas hasta el recinto ubicado en el quinto piso y permaneció allí apenas 20 minutos, durante la primera parte del juicio.
Tras declarar sobre condiciones personales y reconocer -con llamativa frialdad- que había matado a la mujer con la que había estado casado 13 años, Pagliarone fue llevado nuevamente a dependencias de la planta baja, donde aguardó que las partes pronunciaran sus alegatos, y volvió a la sala de audiencias a las 11.30 para la “última palabra”.
Sin agregar nada a lo poco que ya había dicho, el femicida sólo debió esperar hasta las 13 para escuchar la sentencia condenatoria dictada por los jueces técnicos, luego de reunirse apenas una hora y media con los jurados populares que participaron de las deliberaciones.
“Agresivo y manipulador”
Al elaborar sus conclusiones, el fiscal Francisco Márquez delineó una impactante radiografía de la personalidad de Pagliarone en base a los testimonios de la causa, en los que fue descripto como un hombre “frío, calculador, agresivo y manipulador”.
El acusador público señaló que, al momento de conocerse en un baile en el Salón de Ruiz, el anciano y Santopolo eran viudos. El es oriundo de San Antonio de Litín (nació allí el 17 de julio de 1928, por lo que en 16 días cumplirá 86 años) y estuvo radicado en Cintra mucho tiempo, hasta que se vino a vivir a Villa María en 1988, luego de que su primera esposa se suicidara, arrojándose a un aljibe.
En tanto, la víctima estuvo casada por espacio de cuatro décadas y enviudó a los 60 años. Era dueña de cuatro casas y un par de campos.
Un jugador empedernido
Tras conocer a Pagliarone, Santopolo decidió casarse por segunda vez. Pero al cabo de un tiempo la relación comenzó a deteriorarse, sobre todo porque él demostró ser un jugador empedernido que por la mañana se iba a un bar a jugar a las cartas por dinero y de noche concurría al casino con el mismo objetivo, para lo cual le exigía 300 pesos diarios; caso contrario, se ponía muy agresivo.
Esta situación de violencia verbal llevó a la mujer entablar conversaciones con una abogada local a fines de 2012, con la cual acordó que iniciaría los trámites de divorcio ni bien concluyera la Feria Judicial de enero.
Sin embargo, durante la siesta del 5 de febrero de 2013 y tras la enésima discusión por cuestiones de juego, Santopolo se negó a darle dinero y recibió como respuesta tres balazos calibre 22, uno de los cuales la alcanzó en el flanco izquierdo del tórax (a la postre, la herida que le causó la muerte), y los restantes dieron en la rodilla derecha y el antebrazo izquierdo.
En rigor de verdad, Pagliarone disparó contra su esposa en seis oportunidades mientras ella corría por la casa despavorida, tratando de evitar ser masacrada. Los tres primeros proyectiles se incrustaron en una pared, un mueble y una puerta y los restantes en la humanidad de Santopolo.
Cuando llegó la Policía, el homicida estaba en el baño. “Ya va… me estoy lavando las manos”, le dijo al oficial que segundos después lo detuvo. Y al momento de ser esposado, le confesó: “Me puse muy nervioso y la maté”.
Para el fiscal Márquez, Pagliarone dio muerte a su esposa “sin piedad, a la carrera, como si fuera una liebre que va por el campo”, y al repasar el resultado de la pericia psicológica a la que fue sometido, dijo que “se advierte una ausencia total de sentimiento de culpa” por parte del imputado, mientras que la pericia psiquiátrica determinó que comprendió la criminalidad del acto. O sea, no está loco.
A su turno, el abogado defensor Gabriel Cagnolo (de Noetinger), sólo se limitó a adherir plenamente al alegato del fiscal y a la pena requerida por aquel para su cliente.
Seguirá alojado en la cárcel local
Si bien Pagliarone es un anciano y está en condiciones legales de solicitar la “prisión domiciliaria” (beneficio que suele concedérsele a los mayores de 70 años), es muy difícil que se le otorgue, al menos en lo inmediato.
De todos modos, la Defensa hará el planteo en los próximos días y será el juez de Ejecución Penal, Arturo Ferreyra, quien deberá evaluar si es procedente, para lo cual se analizarán diferentes aspectos, como su conducta carcelaria, su perfil psiquiátrico y su estado de salud general.
El más breve
Desde que se puso en práctica en la provincia de Córdoba la modalidad de juicios por jurado, el de ayer fue el proceso penal más breve realizado en Villa María.
En efecto, en los últimos ocho años, seis personas (cinco hombres -incluido Pagliarone- y una mujer) recibieron la pena máxima en el Palacio de Justicia local en juicios que se llevaron a cabo con la intervención de jurados populares, y sólo uno (el de ayer) se sustanció bajo la modalidad de trámite abreviado, es decir sin receptarse testimonios y tras la confesión lisa y llana de los hechos por parte del acusado.
En un breve repaso de aquellas perpetuas impuestas desde la vigencia de la Ley Provincial de Jurados Populares, empezamos por la condena aplicada a Ariel Luis Roa el 8 de mayo de 2006, en el que fue el primer proceso oral de este tipo realizado en esta ciudad, por el cruento asesinato a puñaladas de la remisera Graciela del Valle Saine, ocurrido el 23 de abril de 2004 en Villa Nueva.
Luego pasaron poco más de seis años sin condenas de esta naturaleza hasta mediados de 2012, año en el que en tan sólo seis meses se aplicaron tres sanciones similares.
El 26 de junio de aquel año se condenó a Franco Ezequiel Moreno por el “homicidio calificado por alevosía” de Pablo Ezequiel Centeno, quien fue apuñalado el 5 de marzo de 2011 en barrio San Nicolás de esta ciudad.
El 13 de septiembre de ese mismo 2012, se le impuso la pena máxima a María Soledad Oliva Paradela por el “homicidio doblemente calificado, por el vínculo y por alevosía, reiterado” de sus dos pequeños hijos, a los que había degollado en su casa de Villa Nueva el 16 de diciembre de 2010.
El 5 de diciembre de 2012, Daniel Rafael Andrada fue condenado por el “homicidio calificado por alevosía” de quien era su concubina, Susana Esther Medina, a quien ahorcó con un cable en la vivienda que ocupaban en Pampayasta Sud, el 2 de marzo de 2011.
Y el 5 de septiembre de 2013, Cristian Sebastián Moschitari recibió la pena máxima por el “homicidio calificado por alevosía” de su expareja, Claudia Analía Rodríguez, a la que asesinó a mazazos el 29 de septiembre de 2011 en la vía pública, en uno de los crímenes más atroces de la historia policial villamariense.