La adicción al tabaco, una enfermedad mundial.
El 31 de mayo se celebró el “Día Mundial sin Tabaco”, promovido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) con la intención de generar conciencia acerca de los riesgos del cigarrillo y a la vez de motivar a su cesación”.
El tabaquismo es reconocido por la OMS como una enfermedad crónica adictiva. En medicina se llama “enfermedad crónica” a aquellas de larga duración y, por lo general, de progresión lenta. El tabaquismo, de hecho, es una de las enfermedades crónicas -y causa de muerte evitable- que más afecta a la población mundial, y por ello es importante generar conciencia sobre sus consecuencias, como así también ayudar a las personas a dejar esta adicción.
Una dependencia es un trastorno conductual, en el que está disminuido el control sobre el consumo de determinada sustancia; es decir, hay una necesidad y hasta compulsión hacia la toma periódica de esa sustancia. Dicho de otro modo, a la persona se le dificulta controlar su conducta, a pesar de querer dejar de consumir aquello que le genera la adicción.
Un cambio de vida
En este marco, el primer paso que debe dar aquella persona que quiere dejar de fumar es entender que tal decisión es el inicio de un proceso significativo de cambio, que necesita de una preparación adecuada y de acompañamiento profesional.
El dejar el cigarrillo es un “proceso de introspección” en el que hay que analizar por qué nos iniciamos a fumar y qué valor le asignamos al tabaco, como así también cuáles son las situaciones que nos hacen fumar más. Y, a la vez, esto nos lleva a poner en práctica la “autoeficacia”, encontrando la forma de resolver aquellos momentos difíciles en los que ya no contamos con el cigarrillo como bastón para calmarnos, estimularnos y acompañarnos.
En otras palabras, dejar de fumar no es un mero trámite, es un cambio significativo de vida. Permite recuperar la autoestima, y ensayar la propia capacidad de adaptarse frente al malestar que genera la falta de tabaco.
Las etapas del proceso
Debemos saber que sólo un 3% de los fumadores dejan de fumar sin ayuda, y persisten un año sin volver a consumir tabaco.
Entre el 97% restante las recaídas existen, y son la consecuencia del gran poder adictivo de la nicotina. No se trata de fallas por parte de quien fuma ni del terapeuta. Por ello, si bien esto suele llevar a la frustración e incluso a recurrir a soluciones mágicas, es necesario que entendamos que dejar de fumar es un proceso, en el que la recaída es parte del mismo, y que ésta no debería frustrarnos.
Las fases por las que pasa el fumador son: .
- Fase de precontemplación: hasta un 45% de los fumadores se encuentra dentro de esta etapa, en la que no se ha planteado dejar el cigarrillo porque aún no siente que le hará daño. La persona que está en esta fase fuma y se siente bien haciéndolo.
- Fase de planteamiento o contemplación: el fumador se plantea ya, aunque tímidamente, la posibilidad de tener que dejar de fumar porque ya no quiere depender más o reconoce que el tabaco le está generando algún tipo de daño. Hasta un 35% de fumadores se encuentra en esta etapa.
- Fase de preparación para dejar de fumar: en esta etapa es muy común que la persona comience a hacer algunos cambios, tales como reducir la cantidad de cigarrillos. Sólo del 20% al 30% de los fumadores se encuentra en este punto.
- Fase de acción: ocurre cuando la persona ya no sólo se plantea dejar de fumar sino que decide concretamente hacerlo, asumiendo lo que esto implica. Recurriendo incluso a ayuda profesional.
- Fase de consolidación o mantenimiento: es en la que se encuentran aquellos fumadores que llevan más de seis meses de abstinencia. Luego de 12 meses de abstinencia se considera que un sujeto es ex fumador.
La recaída que, como decíamos es más común de lo que pensamos, suele presentarse cuando pensamos que hemos controlado la situación y nos sentimos seguros de manejar al tabaco. La recaída no se supera evitando el primer cigarrillo, sino el segundo. Genera frustración pérdida de la confianza y temor a no lograrlo nunca.
La importancia del apoyo externo
Es bueno entender que puede haber realidades que entorpecen este proceso: existe una cuestión social que tiene que ver con observar a un tercero que dejó de fumar y subió de peso, lo cual suele ser una excusa para no dejar el cigarrillo; esto sucede especialmente en las mujeres. Otras causas que dificultan la abstinencia son el estar en compañía de fumadores poco colaboradores, sentirse ansioso, beber alcohol, tener una discusión y sentirse aburrido, entre otras”.
Las razones por las cuales habitualmente se recae suelen estar relacionadas a circunstancias negativas presiones laborales y situaciones de estrés en general, depresión, etcétera”.
Ante la falta de nicotina hay síntomas desagradables que puede atravesar la persona tales como la irritabilidad, la escasa tolerancia y hasta el llanto, las que son transitorias y pueden también ser atenuadas con la medicación apropiada. Debemos entender que todo esto es parte de la adaptación de vivir sin el cigarrillo e influye en el entorno familiar, social y laboral. Por lo expuesto es necesario anticiparse y solicitar la colaboración de un profesional”.
Para evitar la recaída, se recomienda: .
- No exponerse a situaciones de riesgo, al menos inicialmente.
- Buscar actividades nuevas, no sólo la actividad física sino otras que le resulten gratificantes.
- Si se le hiciera duro pensar en no fumar más, decir “sólo por hoy no fumo”.
- También es bueno diferenciar un desliz o tropezón de una recaída.
Si ya hubiese recaído, debería poner en práctica aquello de que “hasta de los errores se aprende”. No dejar que el temor le paralice, recurrir nuevamente por apoyo profesional y pensar que la suma de la perseverancia y la motivación serán, junto al tratamiento adecuado, la clave del éxito.
Dra. Raquel Pendito (MP: 12.760), neumonóloga responsable del Programa de Deshabituación Tabáquica de Sanatorio Diquecito