La miastenia gravis es una enfermedad neuromuscular autoinmune y crónica caracterizada por grados variables de debilidad de los músculos voluntarios del cuerpo. La denominación proviene del latín y el griego, y significa “debilidad muscular grave”.
Debuta con un cuadro insidioso de pérdida de fuerza, que rápidamente se recupera con el descanso pero que reaparece al reiniciar el ejercicio. Suele iniciarse en los músculos perioculares pero puede afectar a cualquier músculo de nuestro organismo.
La característica principal de la miastenia gravis es una debilidad muscular que aumenta durante los períodos de actividad y disminuye después de períodos de descanso. Ciertos músculos, tales como los que controlan el movimiento de los ojos y los párpados, la expresión facial, la masticación, el habla y la deglución a menudo se ven afectados por este trastorno.
En los casos de extrema gravedad los músculos que controlan la respiración tales como los intercostales y los del cuello pueden verse afectados generando dificultad respiratoria y riesgo para la vida del paciente.
Durante las crisis miasténicas los pacientes suelen llegar a ser internados en Unidades de Terapia Intensiva ya que muchas veces, debido a la gran debilidad, requieren ventilación asistida por un respirador artificial.
Causas
La enfermedad es causada por un defecto en la transmisión de los impulsos nerviosos hacia los músculos, en el lugar llamado sinapsis. Esto es debido a la presencia de autoanticuerpos que bloquean esta normal comunicación, generando una dificultad en el paso de la información.
En la miastenia gravis, los anticuerpos bloquean, alteran o destruyen los receptores de acetilcolina en la unión neuromuscular, lo cual evita que ocurra la contracción muscular. Estos anticuerpos son producidos por el propio sistema inmunitario del cuerpo. Por ende, la miastenia gravis es una enfermedad autoinmune, porque el sistema inmunitario, que normalmente protege al cuerpo de organismos externos, se ataca a sí mismo por error.
El timo, órgano situado en el área superior del pecho debajo del esternón (hueso en el centro del pecho) desempeña un papel importante en el desarrollo del sistema inmunitario durante la etapa fetal. Sus células forman una parte del sistema inmunitario normal del cuerpo.
La glándula es bastante grande en los niños, crece gradualmente hasta la pubertad y luego se reduce en tamaño hasta ser remplazada por tejido graso con la edad.
En los adultos que padecen de miastenia gravis, el timo es anormal, y es allí donde se formarían los autoanticuerpos dañinos.
Síntomas
Un paciente con miastenia llega a la consulta médica presentando:
•Cansancio agudo, falta de fuerza muscular
•La caída de uno o ambos párpados (ptosis)
•Visión doble (diplopía) a consecuencia de la debilidad de los músculos que controlan los movimientos oculares
•Marcha inestable o irregular, debilidad en los brazos, las manos, los dedos, las piernas y el cuello
•Dificultad para sonreír y gesticular
•Dificultad para deglutir alimentos
•Dificultad para respirar
•Trastornos en el habla (disartria). La voz sale como "gangosa" en consecuencia de la falta de fuerza en las cuerdas vocales, la lengua, etcétera.
Diagnóstico
El diagnóstico se basa en: un correcto interrogatorio, un examen neurológico exhaustivo, análisis de laboratorio, un electromiograma con estimulación repetitiva (estudio de los nervios y músculos) y la demostración de patología en el timo mediante estudios como tomografía del tórax.
Tratamiento
En la actualidad casi todos los pacientes pueden reanudar una vida normal con un tratamiento adecuado. El mismo se basa en el uso de fármacos con diferentes mecanismos de acción.
Anticolinesterásicos
Son aquellos que inhiben la colinesterasa, enzima que degrada la acetilcolina, permitiendo que la misma permanezca más tiempo en la terminal sináptica y así logrando mayor fuerza muscular. La mayoría de los pacientes experimenta al menos una mejoría parcial, aunque muy pocos una mejoría completa.
Timectomía
La timectomía o extirpación quirúrgica del timo es otro de los pilares fundamentales en el tratamiento de la miastenia gravis, debido a los resultados y eficacia. Está indicada en todos los pacientes con miastenia generalizada entre la pubertad y los 55 años como mínimo, y aún no hay consenso en su uso para otros grupos de edad, o en pacientes con debilidad limitada a la musculatura ocular. Debe llevarse a cabo en un hospital con experiencia en esta técnica quirúrgica.
Inmunosupresores
El uso de fármacos inmunosupresores (sobre todo corticoides) se ha demostrado eficaz en el tratamiento de la miastenia gravis. La elección del tipo de fármaco debe estar basada en el balance riesgo-beneficio, así como en la urgencia del tratamiento. Es útil establecer un planteamiento a corto, medio y largo plazo debido al riesgo de su uso y a las reacciones adversas.
Para conseguir una mejoría inmediata en el caso de crisis miasténicas se puede realizar plasmaféresis, que es una especie de recambio del plasma, o administrar inmunoglobulinas intravenosas obtenidas a partir de derivados de la sangre de donantes.
Terapias de apoyo
Además del tratamiento médico, es imprescindible brindar al paciente apoyo psicológico para que le oriente y ayude a entender estos cambios violentos en su estado, entender los mecanismos de la enfermedad y la aceptación de la misma. Básicamente es poder disponer de un espacio de contención y de ayuda que aporten a la mejoría.
Hay fuertes evidencias para presumir que el desencadenante de este síndrome es justamente un evento emocional y/o estresante que ha vivido la persona y que actúa como disparador sobre la base de una predisposición genética.
El paciente miasténico no sólo debe realizar terapia psicológica sino que además debe evitar situaciones estresantes que puedan empeorar su miastenia. Por ejemplo: discusiones, peleas, disgustos, situaciones límites, estrés laboral, fatiga excesiva.
Actividad física
Es recomendable realizar ejercicio físico de acuerdo a la capacidad del enfermo y evitar fatigar demasiado los músculos. Si la enfermedad es más avanzada y no puede hacer ejercicios de la manera convencional, puede recurrir a la asistencia de un profesional (kinesiólogo) quien lo ayudará a realizar ejercicios que estén a su alcance para no perder el tono muscular. Los médicos por lo regular NO recomiendan más de 30 minutos de ejercicio físico.
La enfermedad genera debilidad y si a eso se le suma sedentarismo e inactividad el cuadro empeora notablemente, pero cabe mencionar que si se siente muy fatigado el paciente puede tener una recaída, por lo que los ejercicios hay que hacerlos de manera moderada.
Por eso es importante incorporar todos los recursos mencionados para lograr una mejoría constante y una mejor calidad de vida, no olvidando que muchos pacientes pueden llegar con los años a una curación total o a un control adecuado de su enfermedad.
Dr. Sergio Vesco
Neurólogo MP 25185
Director médico de la Fundación para el Progreso de la Neurología (Fupron)