“Los pueblos que olvidan sus tradiciones pierden la conciencia de su destino”.
La frase que inmortalizó Nicolás Avellaneda sirve como preludio exacto a una pequeña historia local protagonizada por los descendientes de la familia Cabrera-Fernández, protectora por años de una reliquia religiosa de unos 300 años de antigüedad.
Durante la jornada de ayer, las hermanas Ana María, Norma y Stella Maris Cabrera, en compañía de su prima Marta, compartieron con EL DIARIO detalles de la trayectoria de la imagen de la Virgen del Rosario de los Milagros, que tras ser hallada hace 136 años y protegida por tres generaciones, en la actualidad ocupa un lugar en el oratorio que se yergue en el interior de las instalaciones del IPET 49 “Domingo F. Sarmiento” (ex-Escuela del Trabajo).
“En 1878 la ciudad de Villa Nueva se vio invadida por una gran creciente. Por espacio de horas las aguas taparon las calles y parte de las casas. Es entonces cuando muchas familias, utilizando caballos, canoas, a pie u otro medio, tratan de dejar el lugar para cruzar el río hacia la otra ribera, donde las tierras eran más altas y no estaban inundadas... era la incipiente Villa María, fundada en 1867”, relatan las reporteadas por este medio.
Entre esas familias estaba el matrimonio formado por Bautista Fernández e Inés Flores y sus pequeñas hijitas: Mercedes, Prima y Estefanía, que con los años se casarían Prima con Miguel Restagno, Mercedes con Pedro Cabrera y Estefanía con José Antonio Cabrera, estos últimos, abuelos paternos del grupo que compartió sus vivencias con este medio.
Volviendo al pasado, las consultadas recuerdan que cuando la familia liderada por Bautista e Inés “se trasladaba en una canoa, luchando contra las aguas, ve a la distancia que venía (arrastrado por la corriente) algo con cuero que parecía una vaca. Al acercarse más el objeto a la canoa, divisa que era algo como un paquete envuelto en cuero vacuno; seguidamente ellos lo suben y lo llevan consigo”.
“Al llegar a establecerse en su hogar en territorio villamarienses y abrir el cuero, descubren con sorpresa que envuelto en el mismo había una hermosa Virgen con rostro angelical de porcelana, con un rosario en sus manos y una corona de plata en su cabeza con cabello natural. A partir de ese momento, la imagen pasó a ser propiedad de la familia y a ser venerada con devoción”, sostuvieron las referentes de la familia Cabrera.
Realmente es incierto el origen de esta imagen. Son muchas las hipótesis que se tejen en torno a ella: una cree que esta Virgen, tan bien envuelta y protegida, viajaba en alguna carreta con destino a alguna iglesia y puede que el vehículo haya sido arrastrado por la inundación hasta llegar a su destino final en Villa María.
De mano en mano
Tras el fallecimiento de Bautista e Inés, las hermanas Fernández dispusieron que la Virgen del Rosario de los Milagros estuviera un año en la casa de cada una de ellas.
“La familia de José Antonio Cabrera y Estefanía Fernández vivió siempre en la calle Jujuy 284 del barrio Güemes, a media cuadra de la Escuela de Artes y Oficios, luego Escuela del Trabajo. Allí estudiaron carpintería ebanística, a principios del Siglo XX, los hijos del matrimonio: José Antonino y Ludovico del Pilar. Ellos le confeccionaron a la Virgen una hermita en madera tallada con paredes de cristal (que hoy puede apreciarse en el sector dedicado al oratorio).
Durante años la Virgen fue venerada por la familia, amigos y vecinos.
“Al ir desapareciendo físicamente, la tercera generación familiar de los Cabrera-Fernández se dispuso cumplir con la voluntad de la abuela Estefanía, que pidió que la imagen fuera donada al actualmente IPET 49, ya que fue la escuela del barrio y de la familia”, rescataron las entrevistadas.
La imagen fue recibida por las autoridades del colegio (se recuerda la gestión del docente Néstor Martínez), previa documentación de la donación, de parte de los Cabrera. Se le confeccionó un oratorio en el segundo piso, donde funciona el internado.
“Cuando la escuela la recibió, le hizo restaurar la carita, que estaba marcada por los años. Ese trabajo estuvo a cargo de unas religiosas de Arroyo Cabral, que también le confeccionaron nueva vestimenta”, rememoraron las integrantes de la familia Cabrera
“A pesar de que ha sido una cuestión muy familiar, que se siga manteniendo en el barrio es una cosa hermosa para nosotros”, manifestó Norma.
“Yo deseo que al oratorio puedan acceder los vecinos o cualquier ciudadano villamariense”, resaltó Marta.
“Ha sido una emoción muy grande encontrarme con la imagen de la Virgen después de tantos años. Yo la veía a ella en casa de mis abuelos y ahora observarla me remonta a aquellas épocas”, subrayó emocionada Ana María.
“Sabemos que está en buenas manos y eso nos pone contentas. Creemos que chicos y grandes deben conocer y valorar que tenemos acceso a una reliquia que es más antigua que Villa María y Villa Nueva”, acotó Stella Maris, antes de concluir que le gustaría que el oratorio estuviera ubicado en la planta baja del edificio escolar y que fuera totalmente de acceso al público”.