Después del sufrimiento, la alegría invadió las calles del país y, por supuesto, de la ciudad.
Como es costumbre, la esquina de San Martín y Buenos Aires albergó los festejos luego del triunfo de octavos de final, ante Suiza, y más jóvenes y niños aparecieron pintados con los colores celeste y blanco.
Los que pudieron, a pesar del día laboral, se hicieron un tiempo para acompañar los festejos.
Todavía falta para el final. Que la fiesta no se apague.