Por el Peregrino Impertinente
En Argentina existen cantidad de obras y lugares que por su valor histórico y cultural han sido declarados Monumento Histórico Nacional. Un rango que se otorga para enaltecerles la figura y, por qué no, incentivar la llegada de visitantes. A tales fines y en función a nuestra vulgar realidad, mucho más efectivo sería agregarle al título la inscripción “Con Minas en Bolas”.
Los monumentos en cuestión se reparten a lo largo y ancho de la patria y son designados por la ilustrísima Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos. Una entidad compuesta por miembros indispensables para la sociedad, que se reúnen a discutir y sopesar cuáles son los sitios o edificios que merecen el galardón, siempre y cuando no jueguen Argelia - Ruanda por el Grupo Q del Mundial.
Entre los monumentos más destacados, se encuentran el de la Bandera de Rosario, el Cabildo de Salta, el Obelisco de Buenos Aires, la Catedral de San Miguel de Tucumán y el Edificio del Centro Cívico de Bariloche. En Córdoba hay que subrayar el complejo de las Estancias Jesuíticas, la Casa del Cura Brochero y el Teatro del Libertador. Inmuebles despreciados por la mayoría de los turistas, demasiado ocupados en comprar alfajores y sacarse fotos con una piedra que se parece a Marco Antonio Solís como para perder el tiempo en antigüedades.
Con todo, el extenso inventario también registra sitios de muy poco interés. En ese sentido hay que subrayar El Palomar Payró de la localidad bonaerense de Mercedes. Obra que no logra mover ni un pelo, al tratarse apenas de una torre maltrecha perdida en el campo. “Lo maravilloso del lugar es que a pesar de que ya no tiene su uso original, aún es visitado por las palomas. ¿No es fabuloso?”, pregunta el guía turístico con una sonrisa de oreja a oreja, frente la insípida garita de ladrillos y dan ganas de convertirse en paloma y dejarle un regalito en el ojo izquierdo.