Escribe Jesús Chirino

En Villa María tenemos una plaza denominada Mundial 78, donde se erige una réplica de la Copa que Argentina obtuvo en oportunidad que el torneo se desarrolló en nuestro país. Cuando la misma fue erigida no se hizo en honor al deporte ni del equipo que jugó el campeonato, por el contrario, fue un elemento de propaganda del régimen que entonces gobernaba el país.
 
Usar el deporte para propaganda
La utilización política del futbol tiene una larga historia. Por mencionar un ejemplo de los miles que serían posibles, nos remontamos al Mundial de 1934 realizado en Italia. Era la segunda edición de la Copa del Mundo, Mussolini, que ejercía el poder en ese país europeo, entendió lo importante que resultaba la organización de ese gran evento en su país. Aparecía como una inmejorable oportunidad para difundir su ideología y a la vez exhibir el poderío de su régimen.
Eran tan obvio que Mussolini usaría el evento todo para propaganda que el seleccionado uruguayo, campeón en 1930, decidió no participar del evento en rechazo “al régimen fascista italiano y a la utilización política” que se haría del mismo. Se había notado con claridad cómo venía la cosa cuando Suecia retiró, sin dar explicaciones, su candidatura para organizar el campeonato. Todos entendieron que ese retiro se dio a partir de la fuerte presión diplomática de las autoridades italianas que querían ser las organizadoras. Poco tiempo antes de iniciarse el torneo, Mussolini le comunicó al presidente de la Federación Italiana de Fútbol que el país debía ganar el campeonato. Cuando el dirigente deportivo respondió que harían todo lo posible, el dictador le dijo: “No me ha comprendido bien. Italia debe ganar este Mundial. Es una orden”.
En el desarrollo de la Copa pasó de todo. La utilización fue descarada, todo el evento en sí fue una exhibición del régimen fascista, los arbitrajes parciales, los golpes en los partidos y las amenazas a los jugadores permitieron que el equipo italiano conquistara el campeonato. Luego vendrían otros torneos mundiales que también fueron utilizados por regímenes políticos para llevar agua a sus molinos.
 
Uso del Mundial
En 1978 “el Mundial” de fútbol se organizó en nuestro país. Era tiempo de plena dictadura cívico-militar y los poderosos de turno no querían perderse la oportunidad de usar el multitudinario evento para hacerle propaganda a su nefasto “Proceso de Reorganización Nacional”. Los representantes locales de esa dictadura, que ejercían el Gobierno local, también se sumaron a ese tipo de maniobras y buscaron montarse en la pasión popular que despierta el fútbol. Si bien la decisión de hacer el torneo en Argentina fue anterior al golpe, los militares entendieron la oportunidad de usarlo políticamente. Un mes antes de que se diera el puntapié inicial del encuentro deportivo que congregó tantas miradas, la revista española Cambio 16 lo denominó la “...vasta y más cara operación de propaganda política por medio del deporte...”, comparándola con la utilización que Adolfo Hitler hizo de los Juegos Olímpicos de 1936.
La corrupción fue moneda corriente en la organización de la Copa y fueron numerosas las campañas publicitarias montadas para difundir la posición del régimen. Los militares consiguieron que la FIFA, contradiciendo sus propios reglamentos, concediera que la Copa fuera entregada al campeón por el jefe de Estado que entonces era el dictador Jorge Rafael Videla. En los medios circuló la prohibición absurda de criticar el seleccionador nacional. El concepto de “Patria” se sacaba a relucir de manera habitual y quien se animaba a criticar la corrupción, señalar la realidad que se vivía en el país o plantear diferencias con el director técnico del equipo de fútbol era tildado como antipatriótico. Por su parte, las organizaciones defensoras de los derechos humanos trataron de aprovechar la atención que despertaba el país a partir de la Copa del Mundo para difundir, a nivel internacional, las atrocidades que aquí cometía el Gobierno. Desde el Gobierno se hablaba de la campaña anti-Argentina. Los militares y sus colaboracionistas preferían hablar de “Argentina potencia” y negar todo lo que se denunciaba. Así puede recordar que en la ciudad de Córdoba, el 26 de mayo de 1978, el coronel Héctor Ronanutti, comisionado municipal, al recibir al equipo alemán señaló que “cada uno de los visitantes puede tomar conciencia de la realidad de esta Nación y de la libertad con que se vive diariamente, que contrarresta las opiniones interesadas dadas a conocer desde Europa, más precisamente desde Francia”.
 
Sumando la difusión del régimen
Cuando el equipo argentino fue consagrado campeón, la emoción desbordó a las calles. El futbol aportó una gran alegría popular, el régimen trató de aprovecharla todo lo posible. En gran parte lo lograron, fue aquel uno de los momentos de mayor apoyo por parte de la civilidad.
Adolfo Jaca, comisionado municipal de la dictadura, también se sumó a la acción de propaganda del régimen. Luego de los festejos desarrollados en Villa María por el logro de la Copa, el día posterior al partido de la final dirigió una nota a la Dirección de Municipalidades del Gobierno de Córdoba solicitando se aprobara un proyecto mediante el cual se imponía el nombre de “Mundial 78” a un paseo de la ciudad. En el pedido decía: “La Municipalidad se ha hecho eco del ferveroso y patriótico entusiasmo despertado en la comunidad” por el campeonato mundial. En la misiva no sólo aparecía el término “patriótico” que entonces significaba adhesión a la idea de Patria que tenían aquellos que asesinaban, secuestraban, torturaban y robaban bebes, sino que también se decía que la plaza sería en “homenaje a quienes, de una u otra forma, han sido gestores de tan magnífico resultado”. No se refería al resultado deportivo de la final; no, en realidad hablaba de la organización del “XI Campeonato Mundial de Fútbol” que, no debemos olvidar, incluyó tildar de antiargentinos a quienes difundían la verdad acerca de lo que pasaba en el país; sacar a los indigentes de una ciudad, secuestrar, robar y quién sabe cuántas atrocidades más.
Aprobada la nueva designación de la plaza, se encargó al escultor Leopoldo Garrone una réplica del trofeo “Copa del Mundo” de 2,16 metros de alto y 0,75 metro de diámetro en el globo. En el proceso de designación con el nombre “Mundial 78” a la plaza, el comisionado local aprovechó para quitar el nombre del general Juan José Valle a una calle de la ciudad. Era la arteria vial que utilizamos para acceder al puente Alberdi. Valle fue un valiente militar fusilado en 1956 por organizar la oposición a la dictadura de Aramburu y Rojas. Un militar que, claro está, no cabía en el ideario de quienes dieron del golpe del 24 de marzo de 1976.
El fútbol tiene tantas posibilidades de lo mejor, que es bueno recordar que esa plaza con la réplica de la Copa no es una homenaje al deporte ni a los jugadores, como tampoco al juego en sí. En realidad, es un recuerdo de la utilización propagandística que un régimen hizo del campeonato mundial.