En el ambiente del “dos por cuatro”, el nombre de Silvio Soldán remite directamente a “Grandes valores del tango”, el exitoso ciclo que condujera en los años 80.
Esta noche coronará la segunda y última velada del festival “Villa María arrabalera” en el Teatro Verdi, organizada por el municipio.
En diálogo con EL DIARIO, reflexionó sobre el pasado y presente de la música ciudadana.
-¿Cómo fue convocado a este festival?
-El año pasado me habían llamado, pero no se pudo hacer, no sé por qué se suspendió días antes. Va a ser muy lindo ir a Villa María.
-¿Ha venido antes a nuestra ciudad?
-Seguramente, pero hace tanto que no recuerdo. He viajado por tantas partes que no lo tengo en la memoria.
-¿Usted vendrá con algunos músicos de Buenos Aires?
-Sí, con excelentes artistas. Irá Carlos Morel, que surgiera de “Grandes Valores…”, que canta como Rubén Juárez, con el bandoneón en mano. Además, toca guitarra y piano y da clases de tango. Es muy reconocido en Buenos Aires. También vendrá Carlos Gari, el cantante de la orquesta de Leopoldo Federico y Ricardito Marín, aquel chiquito rubiecito de “Grandes Valores…” que ahora ha madurado un montón y a la par de cantor fue director artístico de Piazzolla Tango y propietario de la Casa de Aníbal Troilo.
-¿Está previsto un homenaje a “Pichuco”?
-Aunque no está planeado de antemano seguro que se va a hacer un mención o un tributo (ayer se cumplió el centenario del natalicio de Troilo).
-Respecto a la música tanguera, ¿nota que ha cambiado mucho en relación a décadas anteriores, que se ha perdido mucho?
-Lo que ha cambiado es el punto de vista económico. Antes el artista era lo más caro para organizar un show y ahora es lo menos costoso porque lo demás se ha incrementado mucho, entre hoteles, traslados, aviones y comidas.
Canto y danza
-Los tangueros señalan que lo que se mantiene o está en alza es el tango danza.
-Es cierto, además, es una tendencia mundial. El tango danza ha roto todas las fronteras, gusta mucho en Japón, China, Corea y después de lo que hizo la compañía Tango Argentino en Francia, Italia y Estados Unidos fue increíble. Cuando llegó a Nueva York fue a la parte “off” para ver cómo les iba. A los pocos días lo llevaron a Broadway donde la gente tenía que sacar entradas con 60 días de anticipación. Pero en Buenos Aires todavía queda el gusto por los cantores y las orquestas. Aunque ahora no quedan muchas. Sólo quedan las de Federico y algunas que subsisten como cooperativa como hacía el gran Pugliese. A la par hay grupos orquestales, pero que viajan por el mundo y no se quedan mucho en Argentina.
¿Cree que la histórica disyuntiva entre el tango tradicional y los piazzollianos ya se superó?
-Creo que sí, que fue parte de la historia, pero que ahora Piazzolla es reconocido en todo el mundo, se interpreta en grandes conciertos y está a la altura de grandes clásicos.
-¿Y qué piensa de Cacho Castaña, cuyo estilo en el último tiempo ha tenido mucha popularidad?
-Cacho en realidad es un baladista. A veces me río cuando le dan un premio de tango por un disco que tiene dos tangos y 10 baladas. Pero es muy porteño y todo lo que haga tiene algo de Buenos Aires. Y me parece bien que así se lo reconozca. Es como escuchar a Piazzolla, se te representa el Obelisco al instante.
-Los viejos tangueros dicen que, con el paso del tiempo, van quedando pocos referentes que enseñen los estilos y las mañas básicas. ¿Qué sería necesario para no perder ese patrimonio?
-Faltan programas de televisión que sirvan de vidrieras para que transmitan lo que saben. Ya no hay programas, en canales abiertos, ni de tango ni de música en general, salvo el ciclo que hace Soledad en Canal 7 o “Pasión de sábado” en América. Sólo hay música cuando en el medio hay un concurso. Me acuerdo que cuando yo hacía el “Special” de Canal 9 con la visita de músicos internacionales también estaba el de Chino Novarro y de Mareco, por nombrar dos más. Había como cinco shows musicales. Y el tema de la transmisión también pasa en la formación de los músicos. Antes los cantantes tenían todos una gran personalidad porque seguían a un director en una orquesta. Ahora los chicos largan solos y son autodidactas.
Entradas. A $60.
J. R.S.