Hugo Salvato fue uno de los sacerdotes más reconocidos que supo hermanar a Villa María y Villa Nueva en un ámbito de fe y entrega por los más necesitados.
Su obra tiene espacio físico en barrio San Antonio de Villa Nueva que hoy alberga el espíritu jesuita de su creador, de su patrono -Ignacio de Loyola- y, ahora, nuestro Papa Francisco.
Allí levantó la capilla, que lleva el nombre de San Ignacio por ser el 31 de julio, día de este santo, cuando el padre puso, literalmente, el primer ladrillo en 1985.
El lugar trascendió el espacio de una iglesia y hoy posee casas de retiros espirituales, la casa Manresa, salón de catequesis, sala de computación y apoyo escolar, un gran predio plagado de entrega desinteresada por el prójimo.
Ese probablemente fue su mayor legado. “El era muy exigente en su proyecto, como no era fácil conseguir una familia que se hiciera cargo de muchos chicos, fundó esta comunidad, que hoy sigue trabajando como comunidad porque ese es el espíritu que nos mueve”, comenta María de Diez, una de las colaboradoras junto a su esposo, Sergio, y catequista de la parroquia.
En estos días se encuentran organizados en distintos grupos, se trata de al menos treinta personas que apoyan el proyecto.
Los grupos son Senda, que organiza retiros espirituales para niños de 13 a 16 años; Eslabón, de 18 a 30 años; retiros ignacianos y de novios o encuentros matrimoniales; los grupos de apoyo escolar y computación; catequesis; alcohólicos anónimos; grupos de sanación.
“La obra es muy grande y tiene gastos fijos altos, de luz, gas, mantenimiento del parque, por eso contamos con un Consejo Económico que organiza eventos para solventarlos”, explica la mujer.
A ello se suma un detalle fundamental, el padre Hugo ha conseguido contagiar su impronta a muchos villamarienses y villanovenses que desde su llegada en los años sesenta a Villa María realizan aportes anónimos.
De hecho, ello se remonta a octubre de 1968, cuando Salvato se hizo cargo de la Parroquia de Nuestra Señora de Lourdes, en barrio Ameghino, y puso en marcha el primer movimiento solidario genuino de la ciudad.
Fue justamente en ese ámbito donde el padre Sergio Peralta tomó contacto con su ejemplo a seguir y por quien descubrió su vocación. Hoy es el continuador de la obra de Hugo. Respecto a ello relata con honda emoción “creo que lo uno experimenta, en estos veinte años de sacerdocio, es muy lindo cuando puede seguir lo que otro viene haciendo, los más grandes; poder servir como sirvieron los demás y hacer lo que uno hace con el corazón para el bien de los demás, para gloria de Dios -como dice San Ignacio- es hermoso”.
Comunidad joven para la gran comunidad
Ese es el lema de la obra, que el mismo padre Hugo creó para su comunidad. “Comunidad joven porque él tomaba a todos a los chicos de la calle y le daba lo básico como el alimento tanto material como espiritual. Yo me crié al frente del predio, desde los seis años (ahora tengo 33), pertenezco a la comunidad. Nosotros a las 6 de la mañana salíamos con el padre a recorrer las panaderías, el Mercado de Abasto de Villa María para traer el pan a cada familia humilde y antes de la misa teníamos recreación educativa”, relata con lágrimas en los ojos Hugo Ferreyra.
No se trata de un joven más, es el testimonio vivo de la enormidad de la fe. Hugo, cuyo nombre comparte con el sacerdote según comprende por causalidad, vivió siempre enfrente de la parroquia, fue y es un ferviente colaborador que ha compartido con el padre el grupo de jóvenes.
Con gran sacrificio ganó una beca en sus épocas de estudiante y ahora es ingeniero, pero ello no le hizo olvidar sus raíces. Cabe mencionar que construyó su propia casa al lado de la materna y, por ende, nuevamente frente al predio en barrio San Antonio y es el encargado de dar apoyo escolar a los niños que concurren junto a su esposa.
“Las clases de computación y el apoyo escolar son donde más gente necesitamos, nosotros le brindamos una pequeña noción y el desayuno los sábados a la mañana, que por ahí es el único alimento que tienen en el día. Pero lamentablemente tengo horarios rotativos en el trabajo y muchas veces no puedo darles clases, por eso sería muy importante que vengan a ayudar”, asegura Ferreyra.
Involucrarse no deja una ganancia material, pero sí espiritual ya que “trabajamos con niños de nivel primario de la escuela Bolivia y Belgrano de Villa Nueva, que sólo necesitan aprender a leer y escribir o tener una idea de que existe una computadora”, suma.
“También necesitamos ayudantes de limpieza para la casa de retiros y de cocina para cuando se realizan estos encuentros, siempre se necesitan manos”, explica María.
Actualmente están dispuestos a incorporar esas manos desinteresadas en cualquiera de los grupos que constituyen la gran comunidad.
Pero es pertinente mencionar que la ayuda material es de gran importancia para sostener los precios bajos de los retiros que allí se realizan, además de los desayunos y meriendas que se entregan a los chicos que asiduamente participan de las actividades.
La invitación a mirar alrededor
Hugo y María concuerdan en que hay que invitar a los villamarienses y villanovenses a “mirar al que tienen al lado, no hace falta irse a Salta o Santiago del Estero, acá nomás tenemos esas realidades. Muchas mamás que antes traían a sus hijos al apoyo no los mandan a la escuela porque tienen que salir a pedir, no podemos permitir eso, como argentinos, ahora con el espíritu del Mundial, debemos mostrarles que hay otra vida”, sentencia Hugo.
De hecho uno de los proyectos que ya llevaron a cabo en el cierre de actividades de 2013 y quieren repetir este año, es un evento en el que recolectan juguetes y se los entregan para Navidad a los niños. Ferreyra retoma la palabra para comentar que “esa era una de las tareas que hacía el padre, juntaba durante el año todos regalos nuevos y eso logramos hacer el año pasado, hasta nos donaron un pelotero, así que están todos invitados a colaborar, también con comida”.
Por otro lado, la capilla que hace unos cinco años fue nombrada parroquia después de una división en dos jurisdicciones a Villa Nueva, se encuentra en remodelación hace ya mucho tiempo. En la actualidad, “logramos agrandar todo a pulmón, sin subsidios sólo con donaciones de los fieles, es más los parroquianos colocamos la loza. Se extendió el Altar, la Sacristía y el Santísimo”, admite María.
Además, la colaboradora dio a conocer que “hay mucha gente que cree que tiramos abajo la antigua casa del padre, en realidad estamos iniciando una obra para convertirla en museo y en una partecita ladera el padre Sergio está construyendo su casita”.
En cuanto a las actividades que planean realizar, del 22 al 31 de julio comienza la novena en la parroquia, ya que el último día es el de San Ignacio de Loyola. “Luego, el 2 de agosto realizaremos la cena patronal con una tarjeta de 120 pesos, menores de 80, donde habrá regalos sorpresa. Será en el Club 9 de Julio de Abuelos, sobre calle Belgrano en Villa Nueva. Con todo lo recaudado se continuará la obra de la iglesia, a la que le falta terminar de pintar, colocación de vidrios y la habilitación para las instalaciones de gas”, continuó María.
La obra continúa, trasciende, contagia, llena el alma. Una invitación a renovar la fe, colaborar con el prójimo, a honrar la vida.
Cecilia Burello