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15 de Julio de 2014
El subcampeonato de la Argentina
Perder ante el dueño de la pelota
Los alemanes viven del fútbol en todo sentido y van perfeccionando su estilo de potencia mundial, apoyado por una empresa que invierte millones en la FIFA, mientras Argentina sigue como siempre, dando pelea
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Escribe Juan Manuel Gorno
(de nuestra Redacción)
 
Adidas, una marca de ropa convertida en una de las empresas más grandes del mundo, fue creada en 1949 por el alemán Adolf Dassler, quien ya venía trabajando con ropa deportiva junto a su hermano Rudolf desde la década del 20.
Las conexiones de uno con la SS y el Partido Nazi causaron las peleas entre ambos cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial. Traiciones y desencuentros separaron a los hermanos dueños de la marca Gebrüder Dassler Schuhfabrik.
Adolf se armó su propia empresa: Adidas (Adi por su apodo y Das por las tres primeras letras de su apellido), mientras Rudolf se ocupó de pensar en su marca que luego salió a la calle: Puma.
Ese tipo de historias reforzaron aún más la relación de los alemanes con el deporte. Y  desde 1970, cuando Adidas se convirtió en patrocinador oficial de la FIFA para proveer la pelota de todas las Copa del Mundo, el vínculo con el fútbol quedó marcado a fuego.
Concretamente Adidas, una empresa cuya oficina central se encuentra en Herzogenaurach, una ciudad de Baviera -donde supo concentrar el seleccionado argentino durante el Mundial de 2006- es la verdadera dueña de la pelota. Y lo seguirá siendo, por lo menos, hasta 2030, de acuerdo a la renovación del contrato que firmó con la entidad madre del fútbol mundial, presidida por el vecino suizo Joseph Blatter.
Claro que no sólo la empresa alemana genera vínculos con la FIFA. En el mundo del fútbol se ocupó de buscar a los mejores representantes para vestirlos con el afán de generar nuevos productos mundiales que se expanden como las nubes.
Hace once años, Lionel Messi tenía un preacuerdo con Nike, pero llegó Adidas y tentó a la joven estrella del Barcelona, tanto que lo hizo millonario durante sus primeros pasos en la carrera deportiva.
Con sus primeros 600 mil euros que recibió de la empresa alemana, la familia Messi pudo adquirir su chalé soñado en Castelldelfels, un barrio importante de la ciudad catalana.
Hoy la “Pulga” no sólo que percibe millones y millones de la misma empresa, sino también se puede dar el lujo de pedir los botines exclusivos con el nombre de Thiago, su pequeño hijo, para afrontar un mundial.
A los dueños de la pelota les vino “al pelo”, aunque más beneficioso resulta que dos selecciones que patrocina sean las finalistas del gran torneo que se disputa cada cuatro años, donde hacen de la pasión un verdadero negocio. No obstante, los alemanes avisaron el sábado que estaban preparando la cuarta estrella en la casaca germana, avizorando el título de ellos, los mejor preparados.
Adidas venderá este año ocho millones de camisetas con los colores germanos, un cuarto del total de camisetas que produce para un total de nueve países.
Para eso debían ser campeones ante un seleccionado que ellos consideran menor, pero que no entra en el margen de su entendimiento. No entienden (y capaz que nunca lo entiendan) que el jugador argentino es un gladiador por naturaleza, que aprende de los golpes para luego saber golpear.
Un argentino entrena al lado de los cocodrilos en Vietnam, maneja la pelota naranja sobre la nieve de Rusia, soporta las altas temperaturas en la siesta de Brasil y espera, aún en la tercera categoría, casi tres meses para poder cobrar lo que se gana con sudor y lágrimas.
Mientras en Alemania el Bayern Munich que salva económicamente el actual presidente de Adidas (Herbert Hainer) sale campeón cuatro fechas antes del final de un torneo, casi sin oponentes serios, en Argentina da pelea un tal Olimpo de Bahía Blanca o Santamarina de Tandil le saca un empate a Boca. 
Ellos soportan la supremacía del rival. Nosotros tratamos que no se note. 
El fútbol argentino es eso, pelear diariamente sin importar el calibre del adversario, ilusionar con vencer a Golliat, muy a pesar de la falta de dirigentes o de la aparición de oportunistas impresentables en sus clubes (Moyano presidente de Independiente dista de mayores comentarios). Es parte de los vaivenes que los alemanes no conocen porque no lo viven.
En organización y sostén del deporte más popular del mundo, los alemanes utilizan a Adidas para nutrir económicamente a las universidades en pos de un fútbol más perfeccionado. En Argentina, en cambio, la AFA toma el dinero que le otorga el Estado nacional y lo despilfarra.
Alemania, que comenzó este proceso exitoso con Klinsmann, se ocupa de mantener los proyectos serios. Y acá todavía es noticia que el hijo de Grondona salga a tratar a Maradona (el único que supo ganarle a los germanos) de mufa, aferrado a la estupidez de la cábala, en lugar de trabajar para que no se “roben” a los chicos de los clubes amateurs que tanto hacen por mantenerse en pie.
Pero el fútbol está apartado de las lógicas. Las diferencias notables no se vieron en la cancha, salvo en la eficacia para concretar frente al arco contrario, recién en tiempo suplementario. 
A ellos les quedó el susto envuelto en todo el cuerpo, pero alcanzaron el equilibrio exacto: salieron campeones, prácticamente sin discusiones, y consolaron a Messi con un trofeo de mejor jugador. Los números de las ventas se verán más adelante. 
En Argentina queda el dolor profundo porque, muy en lo interior, todos queríamos dar la vuelta olímpica en la casa del rival eterno.  Sin embargo, no debería ser tan malo ni catastrófico quedar apenas un peldaño abajo del dueño de la pelota. Quizás la derrota nos abra los ojos y nos obligue a seguir mejorando.

 

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