El tiempo que los padres tienen para dedicarle a sus hijos, los cambios en las metodologías de enseñanza y la (histórica) distracción y falta de dedicación de los alumnos en las aulas son las causas que derivan en que sean cada vez más los chicos que asisten a clases de apoyo escolar.
Según los centros de apoyo y los maestros particulares consultados por EL DIARIO, el número de alumnos que asisten a clases particulares se incrementó en los últimos años; las materias que más requieren de refuerzo extra son las mismas de siempre -Matemática y Lengua- y aseguran que el receso por vacaciones es uno de los períodos picos durante el año.
Los docentes explicaron que no hay grandes diferencias entre la cantidad de alumnos de primaria o de secundaria que toman clases extras, pero sí el tiempo durante el cual lo hacen. Están los que asisten durante todo el año, que son la mayoría, o quienes lo hacen sólo por períodos cortos y con el simple objetivo de rendir una materia específica.
Por los padres o la escuela
Los motivos que derivan en que un alumno de primaria o secundaria decida asistir a clases de apoyo mucho más ahora que antes son varios.
Ricardo Farías, quien hace más de 20 años dicta clases particulares en la ciudad de Matemática, Física, Química, Contabilidad e Inglés, apunta contra las nuevas formas de enseñanza, al considerar que “actualmente no se está cumpliendo el objetivo principal que es que el chico vaya pasando de grado sabiendo sumar, restar, dividir y multiplicar” porque “la metodología ha cambiado, las directivas de arriba son otras y no se hace hincapié en lo fundamental, haciendo pasar a los chicos que desconocen lo que antes era fundamental saber”.
Al momento de entender este cambio, explica que “ahora apunta a no dejarse afuera del sistema a los niños, a la inserción escolar, a que no abandonen la escuela, entonces se hace la vista gorda en el aprendizaje, pero los resultados que esto arroja son alarmantes”, opinó.
Además, para Farías los maestros particulares “estamos de moda” gracias a los propios padres, quienes “se sacan un peso de encima” al enviar a los niños a estos lugares. “No se trata de que sean descuidados, sino de que es más por una cuestión de tiempo o de que hay padres que no tienen suficientes conocimientos para asistir a los chicos”.
En ese sentido, también opina Melisa Quiñones, de la Academia Mafalda, quien resalta como factor fundamental del incremento en la cantidad de asistentes a su centro de apoyo el hecho de que “el tiempo que los padres tienen para dedicarle a sus hijos es mucho menor que antes”, por lo que “vienen acá a hacer lo que antes hacía una madre, que era sentarse con ellos y los cuadernos en casa”.
De toda formas, Quiñones también apuntó a los propios alumnos. “Hay chicos que vienen acá dos semanas y hacen todo lo que no hicieron en el año, tienen mucha capacidad, pero no la dedicación”.
Con respecto a la responsabilidad de la escuela a la que apuntó Farías, Betiana, de la Escuela de Idiomas y Apoyo Escolar Supreme, no cree que la culpa sea de las docentes. “No creo que se estén haciendo mal las cosas en la escuela, hay que contemplar que en al aula son muchos y cada alumno es diferente y con distintos ritmos de aprendizaje”, eso hace que “el docente no pueda dedicarle el tiempo que cada uno necesita”.
En esa sintonía está la opinión de Romina Dirr, maestra particular hace ocho años en Villa María, para quien la responsabilidad es compartida: “Si un docente tiene 30 alumnos a cargo y sólo uno que no está entendiendo, es probable que no sea la docente la que está equivocada en su forma”.
Las principales falencias
Con respecto a las principales falencias con las que los chicos llegan a los centros de apoyo escolar, Betiana, de Supreme, dijo que se trata de “comprensión de textos y muchos problemas de atención”.
Para Romina, el problema común con el que asisten, específicamente en cuanto a matemáticas, “es que no ejercitan; hacen un solo ejercicio y creen que ya está, sin darse posibilidad de conocer otras dificultades”
Melisa dice que las dificultades son muy variadas, pero básicas como “no saber las tablas o el abecedario, en el caso de los más chicos, y eso los traba para querer hacer cualquier otra actividad”.