Adriana Brocca nació en Villa Nueva, en diciembre de 1964. Vivió en Villa María y ahora está radicada en San Lorenzo, provincia de Santa Fe.
Carolina Bruzzo, nació en Córdoba, en enero de 1975. Actualmente está radicada en esta ciudad.
Sus historias, en apariencia diferentes y sin puntos de encuentro, se cruzaron al saber que eran adoptadas y comenzaron a buscar su origen biológico. Así fue que encontraron un denominador común: ambas habían nacido en la casa de una partera cordobesa llamada Mafalda Espina de Journade que habitó hasta su muerte la casa de la calle México 164, del cordobés barrio General Paz.
Hoy conformaron un grupo que a pocos meses de iniciado, ya tiene 22 miembros, de los cuales seis son de Villa María.
“Mafalde Journade, nuestra apropiadora - Hermanas del Alma” es el nombre del grupo de Facebook que armaron para que todos los que hagan búsquedas por un nacimiento en ese lugar, se puedan encontrar.
“No sólo los hijos que buscan a sus padres biólogicos, sino también a las madres, que por temor al rechazo o a la condena social, no están buscando a los hijos que dieron o que les quitaron”. En esto último, Adriana y Carolina hicieron un párrafo aparte, porque de los miembros de la recientemente formada agrupación, hay dos mamás a las que vulneraron sus derechos robando a los hijos que parieron en el lugar.
Una siendo adolescente, fue echada de la casa cuando sus padres conocieron la noticia del embarazo. Una hermana la acompañó hasta lo de la famosa “partera”. “La dejaron ahí, donde estuvo varios días esposada. Tras el parto, tuvo una hemorragia y Mafalda la vació toda, es decir, la dejó estéril”, relató Adriana.
La otra era de Río Segundo y fue llevada por la madre para que, una vez que naciera, el bebé fuera dado en adopción, contra su voluntad
“Una pobre, la otra vulnerable”, definieron.
A ambas le dijeron que “el bebé nació muerto”, pero ellas saben que no fue así. No sólo por intuición, sino que escucharon el llanto del recién nacido hasta que extraños se lo llevaron. Hoy forman parte de las víctimas de Mafalda y procuran reencontrarse con sus hijos.
De algo no tienen duda: la partera cobraba, y bien, por esos servicios. Es decir, vendía bebés.
Pese a la gravedad del delito, las integrantes de esa agrupación no tienen intención de denunciar, dado que la autora ya está muerta “y seguro que no hay documentación que nos pueda revelar nuestro origen biológico. Nuestra intención es encontrarnos, reconstruir la historia que nos robaron”, indicaron.
“En el marco de las acciones que hacemos como grupo, estuvimos repartiendo volantes en el barrio donde estaba la casa de Mafalda. Allí algunos vecinos nos contaron cosas tremendas”, indicaron.
Una de esas cosas es recordar a un bebé prematuro que era alimentado por una hija de Mafalda Journade con un gotero. “Si vivía, lo vendían”, razonó Adriana.
Otro aspecto que llama la atención es el “marketing” que desplegó entre sus “clientes”.
“A todos les decía que las madres que allí iban eran estudiantes de buena familia. Es decir, desde un concepto racista, hacía creer que iban a ser inteligentes o rubios, no sé”, destacó Carolina. “Algo que por supuesto no era cierto. Una de las mamás que integra el grupo, fue a una agencia de colocación buscando empleo en Córdoba y la derivaron a lo de Mafalda que contrataba sólo embarazadas. Es decir, se aprovechaba de la pobreza de las mujeres que querían seguir teniendo a su hijo”, agregó.
Pacto de silencio
Cuando se reúnen, empiezan a deshilvanar la historia de cada integrante. Empiezan a descubrir que no están solos en esa tarea por llenar los vacíos de su origen. En los relatos, surge algo en común entre todas: un pacto de silencio en la familia.
“Querían ocultar que nos habían comprado”, dijeron.
Lentamente, desde la niñez alternando períodos de preguntas con otros de silencio, fueron destejiendo esa maraña de secretos, algo que siguen haciendo hasta hoy.
“En mi caso -relata Adriana- siempre dudé. Dudé porque soy morocha y mi papá rubio y mi mamá pelirroja, pero me decían que era así, que teníamos primos de mi mismo color de piel. Recién a los 12 años confirmé que era adoptada porque escuché a una tía que, al referirse a mí, dijo: ‘Es la hija adoptiva de mi hermana’´”.
“Sufrí horrores, pero para no hacer daño a mi mamá adoptiva, porque mi papá ya había muerto, decidí callarme hasta que a los 30 años empecé a preguntar y a investigar, algo que sigo haciendo”, señaló.
Carolina también intuía que no era hija biológica de quienes la criaron. “No fue por diferencias físicas ni por desamor, pero siempre lo sospeché”, dijo. “Vengo preguntando desde que tengo seis años sin obtener respuestas. Recién cuando falleció mi mamá, unos tíos me contaron la verdad hasta donde sabían”, señaló.
La reconstrucción
Hay un lazo muy fuerte de Mafalda Journade con Villa María. “Las historias nos dan cuenta que tenía relación para este ´negocio ‘con dos parteras de acá’: una era Anita Gandón, que tenía su casa en la calle 25 de Mayo al 55. La otra, Ida Caballero, ambas fallecidas”, dijo Adriana.
“En mi caso, lo que conseguí fue averiguar que un tío mío había sido novio de Mafalda y por su intermedio, es que llegaron a ella. Mi mamá, que vive y ahora entiende mi búsqueda, sólo sabe que me fueron a buscar un sábado 19 de diciembre a esa casa del barrio General Paz. Ella no sabe cómo hicieron los contactos”, señaló.
“Tuve la oportunidad de ir cuando todavía vivía Mafalda a preguntarle por mi historia, me pidió los datos y me dijo que si se acordaba de algo, me iba a llamar. Es cierto, me llamó pero para amenazarme con matar a toda mi familia si seguía buscando. En esa oportunidad la denuncié en la Policía de Villa María”.
La otra punta del iceberg para encontrar su origen biológico es la partida de nacimiento. Tiene ella una copia donde consta que es hija de sus padres adoptivos. Es decir, es un acta falsa. “Para colmo, cuando fui a ver la original, la que está en el libro del Registro Civil, veo que están tachados con liquid paper (corrector) los nombres de los padres y por encima del tachado, escrito los datos que quieren que aparezcan los de mis padres adoptivos”, agregó.
En la parte superior de ese documento público, un nombre enigmático; “R. Palacios” “En el grupo, encontraron que esa firma se repite en personas nacidas en el mismo lugar, pero inscriptas en distintas localidades del interior provincial como Villa Ascasubi o Colonia Tirolesa. “R. Palacios no era funcionario (dado que el responsable que firmó como jefe del registro civil era Guillermo Onnainty) ni familiar. Pero su nombre está ahí”, planteó Adriana.
“En mi caso -dice Carolina- tengo un certificado con la firma de Mafalda Journade que indica que nací ahí, en el barrio General Paz. Mis padres adoptivos en ese momento vivían en Buenos Aires. Lo que pude reconstruir es que tras una llamada telefónica, me vinieron a buscar a Villa María a la casa de la partera Anita Gandón. Allí le dijeron que el bebé estaba en Córdoba y le dieron un papel con la dirección de Mafalda. Me inscribieron, con el cerficado de ella, en el Registro Civil de la Capital que está en la calle Colón”.
Según las épocas, algunas tienen el cerficado de nacimiento de la partera o la partida de nacimiento con la enigmática firma de R. Palacios. “Debe ser según la situación judicial, porque sabemos que la partera tuvo una condena a siete años de prisión por la muerte de una chica que fue a hacerse un aborto en ese lugar”, analizaron.
Lo que hacen
Desde el grupo tienen varias tareas a cargo. La primera es contenerse, saber que fueron víctimas de una “apropiadora” como ellos llaman a la partera que les robó su origen.
La segunda es difundir los hechos, porque estiman que, como mínimo, durante treinta años hubo un parto diario en ese lugar. “Así que debemos ser unos cuantos”, indicaron.
Esperan que al conocerse sus historias “las madres se animen a buscar a sus hijos así como los hijos buscan a sus madres”.
Para ello, dejan datos de contacto: en el Facebook “Mafalda Journade nuestra apropiadora”, el correo hdelalma@gmail.com o el teléfono 0353-155635109.
También lograron hacer algunos ADN sin que hasta el momento hayan podido encontrar filiación. “Corroboramos que no hay, al menos entre las primeras del grupo, hijos de desaparecidos”, indicaron.
Se reúnen períodicamente en Córdoba capital, en la sede del Archivo de la Memoria.
Y la otra tarea es investigar, para dar con su origen. “Yo identidad tengo, construí una vida. Pero me falta reconstruir momentos de mi historia”, concluyó Carolina.
Texto: Patricia Gatti
Fotos: Victoria Araujo