Un hombre que era buscado por el crimen de su pareja y que en 2012 había sido condenado por haber asesinado cinco años antes a otra concubina fue encontrado muerto ayer cerca de la capital cordobesa, informaron fuentes policiales.
Se trata de Carlos Molina (41), cuyo cadáver fue hallado semienterrado en el camino a Las Jarillas, cerca de la Estación Juárez Celman, a unos 20 kilómetros de Córdoba capital y hasta anoche no se habían determinado las causas de su muerte.
La División Homicidios de la Policía provincial confirmó el hallazgo del cadáver del hombre, buscado desde el 30 de junio por la muerte de Silvana Córdoba (42).
Fuentes policiales informaron que la mujer había sido encontrada asesinada en su casa, situada en José Hernández 22, en el barrio Parque Norte, en el sector norte de la ciudad de Córdoba.
El cuerpo de la víctima estaba en una cama matrimonial ubicada en una habitación que antes funcionaba como un garaje, rodeada de otras cuatro camas donde dormían los hijos de la mujer, quien tenía el cráneo destrozado, supuestamente golpeado a mazazos.
Córdoba trabajaba como instrumentista en el Hospital Neonatal de la capital y era madre de cuatro hijos, de entre 10 y 14 años, pero ninguno se encontraba en la casa en el momento del crimen, ya que estaban con el padre, su anterior pareja.
El hecho era investigado por la fiscal de instrucción Eve Flores, quien trabajaba en la hipótesis de que el móvil del femicidio había sido una pelea entre Molina y la mujer.
Además, el hombre fue condenado por el crimen de Elsa Susana Cano (35) cometido el 17 de julio de 2007 en el barrio El Quemadero, en las afueras de la capital provincial.
Durante el juicio realizado en 2012 se acreditó que la víctima, madre de cuatro hijos y que llevaba 12 años en pareja con Molina, había decidido irse con los niños para volver con su expareja (padre de uno de los niños), lo que desató la ira del acusado.
Molina había declarado, en su defensa, que no recordaba cuando tomó un cuchilla y le asestó una decena de puñaladas a Cano.
El hombre fue condenado por la Cámara Sexta del Crimen de Córdoba a tres años de prisión condicional, al considerar que actuó en estado de emoción violenta.
El juez Alberto Crucella, que integró en 2012 la Cámara Sexta junto a sus pares Daniel Ottonello y Julio Guerrero Marín, manifestó, tras conocer el segundo crimen, que "es muy probable" que, sin saberlo, estuvo delante de un psicópata.