Ante el pedido de varias personas que se encontraban en el centro de la ciudad, agentes de Tránsito llamaron la atención y obligaron a un carrero a que inflara las gomas del transporte que era tirado por un viejo caballo.
El peso del carro lleno y los neumáticos desinflados exigían del equino un esfuerzo inimaginable.
La lamentable escena nos convoca a la reflexión y a preguntarnos sobre la legislación existente que regula el transporte con tracción a sangre.