- Me duele la garganta.
- Tomate un Amoxidal 500 y se te pasa rápido. No vas a ir al médico por esa pavada.
El diálogo seguramente resulta familiar, dado que el porcentaje de personas que toma medicamentos por su cuenta es elevado. No sabemos, como la mayoría, si el malestar se debe a un virus o a una bacteria. Pero igual tomamos un antibiótico que sólo sirve para combatir bacterias. No tenemos límites, dado que si bien la venta debería ser bajo receta, en cualquier farmacia se puede comprar libremente.
Esa es una de las causas por las que las bacterias se hacen cada vez más resistentes a los antibióticos y hay una generación de superbacterias a la que no hay con qué combatirla.
“Si no modificamos nada, nuestros nietos estarán igual que nuestros abuelos, sin que haya algo efectivo para combatir las enfermedades bacterianas más triviales, como una otitis media o una celulitis. Ni hablar de afecciones más graves, como la tuberculosis o la sífilis, que en el corto plazo pueden volver a estar fuera de control”, explicó Ernesto Jacob a EL DIARIO.
Las causas por las que se genera esta resistencia se pueden sintetizar en tres.
A criterio del titular de la cátedra de Epidemiología de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), una es la automedicación. “El 90% de las personas que usan antibióticos son pacientes ambulatorios. Muchas veces consumen sin consultar al médico y sin conocer la dosis, la frecuencia ni la duración de las tomas”, explicó.
La segunda causa que enumeró es el expendio libre de antibióticos. “Si bien no hay una ley específica, debería aplicarse el criterio de la ley nacional y la provincial, que establecen que todo medicamento que pueda traer problemas si no se usa correctamente, debería venderse con receta archivada”, dijo. Aclaró que esta modalidad no es sólo de Argentina, “sino de casi todos los países del Hemisferio Sur”.
La tercera razón “tiene que ver con la falta de información de los profesionales que prescriben”, indicó.
La situación ya dio señales de alarma. “La Organización Mundial de la Salud (OMS) viene alertando sobre esto desde 2011”, puntualizó.
“Para colmo, no hay control ni se está investigando para saber cuál es la tasa de resistencia bacteriana actual”, indicó.
El panorama complejo que puede llevar a que involucionemos hasta no tener un medicamento para combatir enfermedades comunes fue explicado con detalles por Jacob en el auditorio de la Medioteca durante la charla que dio el pasado viernes, organizada por la Asociación Farmacéutica de la Provincia de Córdoba.
Modificar la situación “no es fácil”, dijo el especialista. “Hay que emprender un camino que tienda a concientizar a la comunidad para que aprenda que el antibiótico es un arma muy útil para la salud, que bajó la mortalidad desde su aparición, pero que debe ser bien usada”.
Investigación
Otro factor que destacó es la falta de investigación. “Hace ocho años que no se profundiza, es decir, que no se encuentran soluciones frente a nuevos problemas”.
Esto provoca que ante la aparición de superbacterias, no haya caminos para combatirla. “Se da, por ejemplo, en las infecciones hospitalarias, que ahora se llaman infecciones asociadas al cuidado de la salud. Según las estadísticas, el 5% de los internados en sala común la contrae y el 30% de los que están en terapia intensiva”.
Dijo que la falta de investigación de la industria farmacéutica se debe a que no es muy rentable. “Son medicamentos que se toman 7 ó 15 días. Casi toda la investigación de la industria está orientada a las enfermedades crónicas”, destacó.
Entiende que sería positivo que, tal como lo recomienda la OMS, se subsidie a las universidades para que puedan investigar sobre el tema y producir medicamentos.
La resistencia y el campo
La mitad de la producción de antibióticos está destinada a animales. “Los usan no sólo para curar enfermedades del ganado, sino porque permiten hacerlo crecer más rápido”, dijo.
Además, en lo que hace a agricultura, la biotecnología permitió hacer semillas que llevan el gen de resistencia a los herbicidades, que “tiene también un gen de resistencia al antibiótico. Eso lo comemos con la carne, el trigo o el maíz”, concluyó.