En un acto convocado por la CGT en plaza de Mayo el 15 de abril de 1953, el presidente Juan Domingo Perón, por entonces en su segundo mandato- se había impuesto con el 63,4% de los votos sobre Ricardo Balbín que había alcanzado el 32,28% - se refierió a la ola generalizada de aumentos de precios y la necesidad de colaboración del pueblo contra estos sucesos.
La arenga del mandatario fue creciendo en vigor en una plaza colmada y también infiltrada por antagonistas que hicieron estallar algunas bombas en los alrededores, con un saldo de cinco muertos y más de 90 heridos.
En ese marco así de caldeado, Perón dijo, entre otras cosas, las siguientes: “Desde hace tiempo vengo diciendo que está llegando la hora de los pueblos. Y me siento inmensamente feliz frente a esta grandiosa asamblea, porque observo que este pueblo es digno de esa hora y porque veo que este pueblo está capacitado para realizar lo que esa hora impone a los países...
Miles de salvadores llegan siempre hasta los gobernantes. Todos proponen medidas para salvar a la Patria; pero, señores, ese es un síntoma de ignorancia y de ineptitud. A la Patria la salva una sola entidad: el pueblo. ..
Hace pocos días dije al pueblo de la República, desde esta misma casa, que era menester que nos pusiéramos a trabajar conscientemente para derribar las causas de la inequidad creada a raíz de la especulación, de la explotación del agio, por los malos comerciantes...
El que no quiere molestarse en nada dice que el Gobierno haga bajar los precios: el comerciante que quiere robar dice que lo que corresponde es dejar los precios libres... He repetido hasta el cansancio que en esta etapa de la economía argentina es indispensable que establezcamos un control de los precios, no sólo por el Gobierno y los inspectores, sino por cada uno de los que compran, ya que el mejor inspector es aquel que defiende su bolsillo.
(En ese momento se oye una explosión y, degundos después, otra.)
Compañeros: podrán tirar muchas bombas y hacer circular muchos rumores, pero lo que nos interesa a nosotros es que no se salgan con la suya, y en esto, compañeros, yo les aseguro que no se saldrán con la suya. Hemos de ir individualizando a cada uno de los culpables de estos actos y les hemos de ir aplicando las sanciones que les correspondan.
(La multitud clama: “Perón, Perón, Perón”. Y pide: “¡Leña! ¡Leña!”).
Eso de la leña que ustedes me aconsejan ¿por qué no empiezan ustedes a darla?... Es menester que cada ciudadano se convierta en un observador minucioso y permanente porque la lucha es subrepticia. No vamos a tener un enemigo enfrente: colocan la bomba y se van. Aumentan los precios y se hacen los angelitos. Organizan la falta de carne y dicen que ellos no tienen la culpa. Al contrario, por ahí, en un diario, sacan un artículo diciendo que ellos, en apoyo del Gobierno, quieren que venga la carne, pero la carne no viene.
Han de bajar al precio oficial calculado, porque eso les da los beneficios que ellos merecen por su trabajo. No queremos ser injustos con nadie. Ellos tienen derecho a ganar, pero no tienen derecho a robar...
Yo puedo asegurar, compañeros, que la situación económica del país no ha sido nunca mejor que ahora...
Yo no podría pedirle al pueblo el apoyo para otra cosa que para combatir a los malos argentinos y para combatir también a los malos peronistas y a muchos que se mueven entre nosotros disfrazados de peronistas.
En este orden de cosas la ley debe ser inflexible: al honesto hay que defenderlo hasta morir; al deshonesto hay que meterlo en la cárcel cuanto antes.
Señores: aunque parezca ingenuo que yo haga el último llamado a los opositores, para que en vez de poner bombas se pongan a trabajar en favor de la República, a pesar de las bombas, a pesar de los rumores, si algún día demuestran que sirven para algo, si algún día demuestran que pueden trabajar en algo útil para la República, les vamos a perdonar todas las malandanzas...
(La multitud exclama al final: “¡La vida por Perón! ¡La vida por Perón!”).
Aporte de M. Navas a través de N. Colominas