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22 de Julio de 2014
Pa­re­jas in­fér­ti­les
Más de 5 mi­llo­nes de na­ci­dos por Fer­ti­li­za­ción In Vi­tro en el mun­do
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Una de ca­da seis pa­re­jas en el mun­do pa­de­ce al­gún pro­ble­ma de in­fer­ti­li­dad

Ya han na­ci­do más de 5 mi­llo­nes de ni­ños por FIV-IC­SI en el mun­do, 2.000 de ellos en Ar­gen­ti­na por año. Mu­chos con ori­gen en Cór­do­ba, don­de se ges­tó la pri­me­ra Fer­ti­li­za­ción In Vi­tro del in­te­rior del país. Las ta­sas de em­ba­ra­zo va­rían se­gún la ins­ti­tu­ción del 20% al ca­si 60%.

El ob­je­ti­vo de los es­pe­cia­lis­tas es que la in­fer­ti­li­dad lle­gue a su fin. 
Una de ca­da seis pa­re­jas en el mun­do pa­de­ce al­gún pro­ble­ma de in­fer­ti­li­dad. Cuan­do us­te­des sos­tie­nen en bra­zos a su hi­jo su­ce­den co­sas ma­ra­vi­llo­sas. La rein­ser­ción en el mun­do que tem­po­ral­men­te ha­bían de­ja­do trae con­si­go ale­gría y fe­li­ci­dad. De la no­che a la ma­ña­na, us­te­des son los ho­me­na­jea­dos de la fies­ta que ce­le­bra el pró­xi­mo na­ci­mien­to de su be­bé. Van al su­per­mer­ca­do y aho­ra com­pran le­che en pol­vo, pa­ña­les y pa­pi­llas. Leen li­bros de pue­ri­cul­tu­ra y no pa­ran de ha­blar de pas­pa­du­ras, có­li­cos, bi­be­ro­nes, chu­pe­tes y no­ches en ve­la. De pron­to el mun­do se vol­vió co­mo us­te­des qui­sie­ron que siem­pre fue­ra, “nor­mal”: tie­nen a su be­bé, su vi­da ha cam­bia­do y su sue­ño se ha he­cho rea­li­dad. La eu­fo­ria ini­cial por es­ta re­so­lu­ción po­si­ti­va se­rá pau­la­ti­na­men­te rem­pla­za­da por la rea­li­dad de la vi­da co­ti­dia­na. En es­ta nue­va vi­da se acor­da­rán a me­nu­do de­ to­do lo pa­sa­do. Al oír que al­guien ini­cia­rá un tra­ta­mien­to de Fer­ti­li­za­ción In Vi­tro o al ver a una mu­jer que ama­man­ta, pue­de que re­cuer­den ca­da pa­so: lo ines­pe­ra­do del diag­nós­ti­co, sus de­si­lu­sio­nes, sus an­sias, su de­ses­pe­ra­ción por ser igual a los de­más. Lo cier­to es que us­te­des nun­ca ol­vi­da­rán es­ta ex­pe­rien­cia. 
Pe­ro pa­ra que to­do es­to ha­ya su­ce­di­do tu­vie­ron que so­bre­lle­var uno o más pro­ce­di­mien­tos de Fer­ti­li­za­ción In Vi­tro (FIV) sin de­ses­pe­rar. Ha­ce cin­cuen­ta años era dis­tin­to ser in­fér­til. La Me­di­ci­na Re­pro­duc­ti­va aún es­ta­ba en pa­ña­les y la úni­ca al­ter­na­ti­va pa­ra pa­liar la ma­yo­ría de las dis­fun­cio­nes era la adop­ción. Pe­ro hoy, con la lle­ga­da de la re­pro­duc­ción asis­ti­da de al­ta com­ple­ji­dad las pa­re­jas tie­nen la po­si­bi­li­dad cier­ta de so­lu­cio­nar in­con­ve­nien­tes an­tes im­pen­sa­dos. Por for­tu­na es­tas téc­ni­cas hoy ca­si no son cues­tio­na­das y sí más acep­ta­das por la so­cie­dad. De he­cho se han lle­va­do a ca­bo y se lle­van por mi­les ca­da día. Han na­ci­do ca­si 4 mi­llo­nes de ni­ños por FIV-IC­SI en el mun­do, na­cen unos 1.500 ni­ños por es­tas téc­ni­cas en Ar­gen­ti­na por año, mu­chos de ellos con ori­gen en Cór­do­ba, don­de se ges­to la pri­me­ra Fer­ti­li­za­ción In Vi­tro del in­te­rior del país. Las ta­sas de em­ba­ra­zo va­rían se­gún la ins­ti­tu­ción del 20% al ca­si 60%. Por eso es muy im­por­tan­te se­lec­cio­nar el cen­tro (www­.sa­me­r.or­g.ar­/cen­tro­sa­cre­di­ta­dos.php) don­de lle­var­la a ca­bo y el pro­fe­sio­nal a car­go de­be­ría ser un es­pe­cia­lis­ta (www­.sa­me­r.or­g.a­r/es­pe­cia­lis­tas­_cer­ti­fi­ca­dos.php). La acre­di­ta­ción es el pro­ce­so por el cual un cen­tro se so­me­te vo­lun­ta­ria­men­te a una eva­lua­ción ex­ter­na pa­ra apro­ba­ción del sis­te­ma de ca­li­dad y cum­plir con efi­ca­cia y se­gu­ri­dad los re­qui­si­tos es­ta­ble­ci­dos en las nor­mas vi­gen­tes de SA­MER y ha­cer trans­pa­ren­tes sus re­sul­ta­dos. Aún así, tran­si­tar por es­ta ex­pe­rien­cia no es fá­cil ni muy ac­ce­si­ble, no es­tá li­bre de es­trés ni ga­ran­ti­za el éxi­to. Aun­que bien va­le la pe­na po­ner to­do de sí en el in­ten­to. Las pa­re­jas de­ben sor­tear, ade­más, los es­co­llos que co­lo­can en su ca­mi­no las per­so­nas o ins­ti­tu­cio­nes que sos­tie­nen que es­tos tra­ta­mien­tos son an­ti­na­tu­ra­les y es­tán ale­ja­dos de los li­nea­mien­tos de al­gu­nas re­li­gio­nes. Cla­ro es­tá que se­gu­ra­men­te nun­ca es­tas per­so­nas­ su­frie­ron de un pro­ce­so de in­fer­ti­li­dad. Tam­po­co son ava­la­dos por al­gu­nos pro­fe­sio­na­les que, con an­ti­guas y de­ses­pe­ran­za­do­ras opi­nio­nes ad­ver­sas obli­gan a la pa­re­ja a cues­tio­nar­se es­ta sen­da ele­gi­da. Quien­quie­ra que ha­ya rea­li­za­do al­gu­no de es­tos tra­ta­mien­tos ­sa­be que és­tos exi­gen al­tas de­man­das fí­si­cas y psí­qui­cas. Las mu­je­res de­ben apli­car­se in­yec­cio­nes, ha­cer­se eco­gra­fías y ex­trac­cio­nes de san­gre, en­trar al qui­ró­fa­no, et­cé­te­ra. Los hom­bres de­ben ob­te­ner su mues­tra de se­men en si­tua­cio­nes in­có­mo­das o pa­sar si es ne­ce­sa­rio por biop­sias, et­cé­te­ra.
Sin em­bar­go no son es­tos fac­to­res los que más afec­tan a las per­so­nas que rea­li­zan un tra­ta­mien­to, si­no los de ín­do­le emo­cio­nal. Las preo­cu­pa­cio­nes re­sul­tan de in­con­ve­nien­tes co­mo los cos­tos de los tra­ta­mien­tos, la di­fi­cul­tad de com­pa­ti­bi­li­zar ho­ra­rios la­bo­ra­les, la ne­ce­si­dad de apren­der un len­gua­je nue­vo y com­ple­jo pa­ra com­pren­der lo que su­ce­de y to­mar las de­ci­sio­nes ade­cua­das. En es­to tam­bién el mé­di­co jue­ga un rol fun­da­men­tal. Asi­mis­mo, se sien­ten atra­pa­dos al no sa­ber có­mo ma­ne­jar la in­for­ma­ción que du­dan en dar o no a fa­mi­lia­res, ami­gos, obras so­cia­les, am­bien­te la­bo­ral, et­cé­te­ra. Les pe­sa tan­to la in­cer­ti­dum­bre de los tiem­pos co­mo el re­sul­ta­do del tra­ta­mien­to; te­men que de­ba sus­pen­der­se en al­gu­na eta­pa, es­tán obli­ga­dos a co­no­cer y vi­vir to­das las fa­ses que atra­vie­sa la re­pro­duc­ción, lo cual los in­vo­lu­cra emo­cio­nal­men­te con la si­tua­ción del em­ba­ra­zo an­tes de que és­ta sea una rea­li­dad. Y fun­da­men­tal­men­te los in­va­de el te­mor: sien­ten que es­tos tra­ta­mien­tos son su úl­ti­ma es­pe­ran­za. Des­de el pun­to de vis­ta psi­co­ló­gi­co, las pa­re­jas que ac­ce­den a es­tos tra­ta­mien­tos no só­lo lo ha­cen en res­pues­ta a una in­di­ca­ción mé­di­ca, si­no por­que ellos tie­nen ca­rac­te­rís­ti­cas par­ti­cu­la­res. Son crea­ti­vos e in­de­pen­dien­tes, mues­tran pre­dis­po­si­ción a bus­car ayu­da ex­ter­na y ca­si siem­pre la re­la­ción ma­ri­tal es muy bue­na. La reac­ción tam­bién di­fie­re se­gún el se­xo. Las mu­je­res su­fren el im­pac­to de los tra­ta­mien­tos con más in­ten­si­dad, es­trés y an­sie­dad que los hom­bres. Ellas re­por­tan que el ma­yor pe­so de las prác­ti­cas re­cae so­bre su pro­pio cuer­po y les exi­ge una dis­po­ni­bi­li­dad com­ple­ta. Ade­más, la mu­jer sien­te la ne­ce­si­dad de ge­ne­rar un hi­jo pa­ra sa­tis­fac­ción de sus pa­re­jas y fa­mi­lia­res, car­ga con las cul­pas y se de­pri­me más an­te un fra­ca­so del tra­ta­mien­to. Los hom­bres, por su la­do, sien­ten cul­pa y preo­cu­pa­ción por­que sus es­po­sas de­ben po­ner el cuer­po y ellos ser el sos­tén emo­cio­nal y ge­ne­ral­men­te eco­nó­mi­co. Res­pec­to a ellos mis­mos, no sue­len pe­dir ayu­da y es­con­den sus sen­ti­mien­tos, nie­gan su do­lor, te­mor o preo­cu­pa­ción, en un in­ten­to de pro­te­ger­se. 
Por to­do es­to, ade­más de es­tar se­gu­ros del cen­tro y el mé­di­co ac­tuan­te, se­ría con­ve­nien­te que to­das aque­llas pa­re­jas que rea­li­cen al­gún ti­po de tra­ta­mien­to de fer­ti­li­za­ción asis­ti­da re­ci­ban el ne­ce­sa­rio apo­yo psi­co­ló­gi­co du­ran­te el pro­ce­so. 
Si bien la rea­li­za­ción de es­tos tra­ta­mien­tos es com­ple­ja, los re­sul­ta­dos no ­de­be­rían me­dir­se só­lo en tér­mi­nos de éxi­to en el lo­gro de em­ba­ra­zos. Es im­por­tan­te que los pa­cien­tes va­lo­ri­cen el ha­ber­lo in­ten­ta­do, así co­mo el gra­do de apo­yo, for­ta­le­za y com­pro­mi­so evi­den­cia­do en el trans­cur­so del pro­ce­so por par­te de la pa­re­ja y del equi­po mé­di­co ac­tuan­te, con­di­cio­nes que qui­zás no son eva­lua­das y te­ni­das en cuen­ta co­mo po­si­ti­vas so­bre to­do cuan­do los re­sul­ta­dos no son los idea­les. 
 
Prof. Dr. Natalio M. 
Kuperman 
Dr. en Medicina y Cirugía
especialista en Medicina Reproductiva

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